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José Montes
Martes, 4 de agosto 2015, 10:57
Hoy vamos de vagos, nos hemos puesto nuestras mejores galas. Vamos al lugar donde haremos un tour turístico en español porque es el único idioma donde comprendemos todo muy bien y no tenemos que poner cara de poker.
Ahora que estamos en Viena os contaremos una curiosidad: el croissant, que algunos llaman curasao o curasan, es de origen vienés y procede de la victoria de 1683 contra los turcos que intentaron tomar la ciudad de Viena sin lograrlo, saliendo derrotados al final. Los pasteleros vieneses idearon un pastel en forma de media luna para celebrar la victoria sobre los turcos, cuyo símbolo es precisamente la media luna. Con el tiempo, los franceses adoptaron esta especie de panecillo típico para el desayuno, dándole mayor fama y proyección.
Anoche compartimos nuestra habitación de 4 camas con un mexicano (con otro, después del que conocimos en Brno). Se llama Alejandro, como el hijo de Filipo, el Macedonio que se puso a conquistar y apenas dejó territorio para los demás, así que pasó a la historia como Magno. No el mexicano, no, me refiero al otro Alejandro que nació hace mucho.
Tomás y yo habíamos quedado en no madrugar porque la tienda de bicicletas no la abrían hasta las 10 de la mañana. Sin embargo, Alejandro madrugó Se acabó la cama. Bajamos a desayunar y, entre familias enteras sentadas alrededor, degustamos un desayuno más que suficiente.
Quisimos abrir la tienda presentándonos a las 9:30 porque estaba nervioso. Imaginaba que el mecánico miraría mi bici y me sugeriría que la tirara al Danubio. Que no podría arreglarla.
Craso error, como si del recepcionista de un taller de coches se tratara, le enseñé la avería, se agachó, cogió un impreso, me tomo los datos y le pedí que me mirara la cadena. Lo hizo, pero no me recomendó que la cambiara. Y así, con el resguardo en mi bolsillo de que el nº de reparación era el 101 y que debía recogerla a las 4 de la tarde, pusimos Tomás y yo rumbo a la zona monumental de Viena siguiendo las vías del tranvía nº 49.
Turismo en Viena
Comenzamos visitando algún monumento con caras de intelectuales, pero enseguida nos dimos cuenta que aquellos edificios eran más largos y tenían más recovecos que la esperanza de un pobre, lo que significaba que íbamos a andar todo el día bajo los 30 grados que ya marcaban los termómetros. Total que una joven nos animó a coger el bus que nos enseñaría la flor y nata de Viena. Nosotros aceptamos y por 25 ¤ cada uno estuvimos hasta las 16.30 horas de bus en bus, por la línea yellow y luego la red, para pasar a la blue, dejando la grey para la última. Qué 'faneo'.
Lo hemos visto todo, os lo juramos por San Apapurcio. Así que estamos satisfechos.
No habíamos comido más que un pastel y un par de cervezas, así que al finalizar la visita nos dimos un homenaje en un kiosko donde un oriental preparaba espaguetis y, tras calentarlos en una plancha, los metía en una cajita de cartón donde la gente los regaba con unas salsas que nosotros no nos arriesgamos a echar.
la ruta
la ruta
Dos cajitas de espaguetis y dos coca colas, casi 11 euros. Este país es muy caro. En Chequia lo hubiéramos hecho por no más de 6 euros.
Hemos visto algo que en España comienza a ser incipiente: un parking donde se ofrecen coches para compartir (car sharing), de tal manera que puedes viajar por menos dinero a cualquier sitio. Cierto que conozco a unos familiares que un día en España utilizaron este método y se quedaron descompuestos y sin coche. Pero es de esperar que algún día nuestro carácter se torne más serio y confiable y cosas como éstas prosperen. Quizá conseguiríamos, por ejemplo, que el precio de los transportes bajara.
Bici arreglada
Y volvimos a la tienda de bicicletas con los dedos cruzados, para desear que la hubieran reparado y para que la factura no pasara de los 200 euros, vistas las tarifas de por aquí.
Antes que nada, decir a las tiendas de bicis que nos leéis, un detalle que a Tomás y a mí nos ha parecido una buena idea. Cuando esta tienda abrió por la mañana, lo primero que hizo fue conectar en la calle un inflador con manómetro para uso público. Hemos visto a mucha gente que lo utilizaba y para el taller era un reclamo. Muy inteligente por su parte.
Bueno, pues tras entregar el resguardo del nº de reparación sacaron de la trastienda mi querida bici con un cambio nuevo que probó Tomás, que dio el visto bueno. Mientras tanto, el mecánico me explicó que me había puesto este cambio porque le parecía que tenía un buen precio. Así, con la funda, el cable y la mano de obra eran ¡76 Euros! No le di un beso por si se mosqueaba pero le dije "thank you"3.000 veces. ¡Uff, qué preocupación!
Si algo de la bici tenía que estropearse, debo decir que ocurrió en el mejor momento, porque si sucede en un día que tenemos que pedalear nos hubiera trastocado la agenda. Es decir, que alguna reserva de habitación habría que anularla, con el perjuicio que ello supondría para nosotros. Esperemos que no llegue a ocurrir.
Bueno, pues eso es todo por hoy. Como hemos venido relativamente pronto al hostel hemos aprovechado para lavar, ducharnos, cepillarnos todo y comprar un poco de fruta para terminar la jornada. Sólo falta enviaros esta crónica y día acabado. Si no hay ningún inconveniente mañana cambiamos nuevamente de país. Hungría tiembla que llegan dos de Sierrapando.
Saludetes
Jose y Tomás
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