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El este de Hungría: Carreteras estrechas flanqueadas por árboles y sin arcenes

Día 18: 90 kilómetros hasta Heves con un perfil incómodo

josé montes

Martes, 11 de agosto 2015, 10:49

Vamos hacia el este de Hungría y a medio camino cruzaremos hacia una nueva región húngara que se llama Heves. Esta región, al norte de Hungría tiene como capital la ciudad de Eger donde pernoctaremos hoy. Heves es una región muy verde, con formaciones kársticas, como en Cantabria, lo que nos hace sentir como en casa. Aparte, esta región cuenta con lugares maravillosos, parques naturales, cuevas donde se asentaron los humanos y sobre todo agua, de ríos, de manantiales, lagos, etc.

Hemos recorrido en total 90 km. con un perfil incómodo pues a pesar de no subir grandes alturas, la carretera es muy de sube y baja. 364 m. de altitud máxima, 163 m. mínima, 971 m. de subida y 1106 m. de bajada.

A unos 25 km. llegamos a Pásztó, ciudad cuyo nombre nos recuerda al río que por aquí pasa llamado antiguamente Paszth pero que ha sido rebautizado con el nombre de Kövicses. Unas ruinas de un monasterio benedictino decoran el pueblo.

Bátonyterenye, a 30 km. de Holloko, es una ciudad formada en 1984 por la unión de tres asentamientos urbanos. No se esforzaron mucho los que le dieron este nombre. Os dejamos que adivinéis. Dos de esas ciudades fueron Nagybátony y Kisterenye.

Las carreteras por las que pasamos son estrechas flanqueadas por árboles y vegetación, sin arcenes, apenas se ven casas. Tienen su encanto.

Eger es nuestro destino, en el camping Tulipán pernoctaremos. Aquí se puede ver, como no, un castillo, edifcios históricos, entre ellos un minarete turco, el más septentrional de Europa, según cuentan, instalaciones termales, grandes viñedos y, por tanto, buenas bodegas..

La etimología de Eger proviene del término húngaro egerfa, que significa aliso que, como sabréis, es un árbol. A esta ciudad se la ve próspera, con mucho turismo. Viene gente hasta de España, qué digo, hasta de Torrelavega y en bicicleta.

Eger es una ciudad muy vinculada con la astronomía. Sobre la torre del Liceo hay un observatorio y un museo astronómico llamado Spécula, fue construido en base a los diseños de József Miksa, un famoso óptico que da nombre a un cráter de la Luna y a un asteroide. Pero también la propia ciudad da nombre a un cráter de Marte.

En realidad la estrella más joven de Eger es su famoso vino Sangre de Toro. Aquí hay mucha historia, sobre todo de luchas y conquistas que han acuñado una frase que se puede leer en muchos sitios y que dice La fuerza de las paredes no está en las piedras, sino en el espíritu de los defensores."

Eran las 7 de la mañana y Tomás ya no podía estar en la cama, así que no había más remedio que levantarse, componer las alforjas, recoger los aparatos que estuvieron cargando anoche Por cierto, la dueña del inmueble, un chalecito con dos habitaciones para huéspedes, anoche, muy amablemente, llamó a nuestra puerta y nos ofreció tomar por la mañana un café. Cuando se marchó vimos que el desayuno nos costaría 5 euros y decidimos desayunar por ahí, como venimos haciendo, en cualquier supermercado. Es mucho más barato. Fui donde ella y declinamos su ofrecimiento, pero insistió y su hija que hablaba inglés nos informó que era free. ¿Pero es un desayuno?, le dije yo. No, no, es sólo un café. Vale se lo agradecemos pero preferimos comer algo (a ver si entraban al trapo). ¡Ah, vale! Como queráis.

Que gente más roñosa!, ¿Cómo se puede ofrecer un café de mañana sin más? Total que tuvimos que hacer 15 km. deshaciendo lo que hicimos ayer, volviendo a subir la cuesta del 10 %, con un melocotón y dos ciruelas.

Por fin en Paszto nos tomamos el batido de chocolate, galletas a discreción y compramos para comer. Es curioso ver en estos lugares que yo definiría como remotos ya que no hay turismo por ahí, cómo miran nuestras bicicletas y a nosotros. Nos preguntan y se expresan como pueden, Son gente muy amable y sincera, quieren saber y nosotros a duras penas nos explicamos como podemos para dejarles satisfechos. Es muy gratificante y en esos momentos uno da sentido al viaje, aunque el sol pique como ningún otro día antes: 39 grados.

La carretera 21 está llena de trampas porque, además de estar saturada de circulación ligera y pesada, de repente colocan la señal de prohibido bicicletas sin que uno pueda buscar alternativa, así que encomendándonos a San Apapurcio decidimos no hacer caso a la prohibición y seguir adelante. No pasó nada porque aquí estamos y para prueba el poder hacer esta crónica. No es la primera vez.

Ya dejada esta ruta y cogida la carretera 23, la cosa se tornó más apacible tomando carreteras de tercer orden circulando, incluso, en paralelo, hablando de nuestras cosas, como por ejemplo de lo felices y acertados que hemos estado eligiendo a nuestras compañeras y viceversa, Esther e Isi, nuestras chiquillas, que nos dejan ir de excursión por el mundo, para envidia de otros u otras que quisieran hacerlo pero tienen la prohibición en casa.

Gracias a las bombas de agua hemos podido todos estos días mantener la frescura y poder hidratarnos. El agua que sale está fresquísima porque es subterránea. Las hay por doquier y todo el mundo las utiliza.

Hay muchos trabajos de madera. Son unos artistas tallándola, incluso las papeleras que podéis ver en las fotos.

Hoy hemos podido llegar a nuestro destino a las 14:30 pero a 10km. de Eger hemos parado a comer nuestro consabido menú: pan del país, queso, jamon york o similar, y cuando digo similar incluso me puedo referir a la mortadela porque todo tiene, al menos para mí, la misma apariencia y como no entendemos el húngaro. Mas de 10 veces nos han enseñado a decir buenos días, buenas tardes, adiós, gracias.. y nos pasa como a Sabina, las aprendemos veinte veces y las olvidamos quinientas (por la noche).

Y así hemos llegado a Eger donde, antes de ir al camping hemos parado para tomarnos media sandía y otras frutas y juguetear (que verbo tan poco apropiado) con la cajera y una empleada del supermercado que manifestaban con su mirada y seguimiento (me encontraba a la empleada en cada recodo de los pasillos del super), queriéndome ayudar a elegir lo que andaba buscando aunque, en realidad, yo no supiera exactamente lo que quería. Al tiempo, Tomás le gritaba a la cajera al tiempo que ella reía, cosas de España. Ambas, muy amables y divertidas nos entregaron un par de besos, así, por y en la cara.

Un señor que se incorporó a la fiesta se nos ofreció para llevarnos al camping, así que montó en el coche, le arrancó, hizo sonar sus ruedas y se perdió en un recodo mientras Tomás se esforzaba al máximo para seguirle. Yo tenía marcado en mi GPS el lugar donde se encontraba, así que ni me esforcé. Cuando vislumbramos el camping, Tomás comentó que gracias a él hubiéramos llegado tan bien. Yo no le quité la idea.

En el camping, a las 15:00 horas, con la bicicleta llena de trastos, la tienda de campaña quejumbrosa y nuestras fuerzas al límite, todo ello aderezado por una temperatura de 38 grados, decidimos preguntar a la recepcionista si había casitas para alquilar. Efectivamente, casitas no, pero caravanas sí, por el módico precio de 7,50 ¤ cada uno. Ni lo pensamos. Nos la enseñó y aunque se nos cayera el alma a los pies hicimos como que todo estaba bien. No estábamos en condiciones de agacharnos y montar la tienda.

Y aquí estamos paseando por un lugar contiguo lleno de restaurantes y actuaciones, pero que no nos satisfacen porque los platos que ofrecen, aunque somos capaces de leer su composición, nos hacen pensar que no nos dejarían satisfechos, porque poner piña al pollo o endulzar la carne de vaca o añadir pepinillo a la salsa de frambuesa, que a su vez cubriría un pesado recién cogido en el embalse contiguo, no es lo que más nos apetece.

Polacos, ucranianos, checos, holandeses, compatriotas de Merkel, etc son los principales usuarios del camping, junto con dos españoles que se afanan en cerrar con candado sus bicicletas para impedir que otros se afanen en afanarlas.

Ahora a ver como dormimos. Yo llevo días sin pegar ojo, excepto en Budapest que nos dejaron poner el aire acondicionado. Se está haciendo muy duro este camino que ya dura 18 días sin bajar de los 35 grados de día y los 28 de noche. Veremos a ver mañana.

Chema, amigo, se te echa en falta. El año pasado nos lo hiciste pasar muy bien apretando para poder seguirte. Ahora soy yo el que continúa apretando para seguirle a Tomás. Hemos desterrado los pasteles y nos hemos centrado en la fruta para que el colesterol no nos dé más disgustos.

Gracias todos y a todas.

Saludos

Jose y Tomás

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