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Comemos en el mejor sitio que podemos, a veces en una simple parada de autobús.
"El paisaje brumoso convierte a esta parte de Eslovaquia en fantasmagórica"

"El paisaje brumoso convierte a esta parte de Eslovaquia en fantasmagórica"

Día 25: 95 Kilómetros de Poprad a Ruzomberok, con una ascensión de 1.027 metros

josé montes

Martes, 18 de agosto 2015, 11:49

Hoy dejamos Poprad atrás, tenemos hasta Ruzomberok 95 Kilómetros con un perfil de altura máxima de 911 metros y 479 de mínima, con un total de ascensión de 1.027 metros y 972 de descenso.

A pocos Km. pasamos por Svit, pueblecito del que hacemos mención sólo por ser la ciudad más pequeña de Eslovaquia con 4,5 Kilómetros cuadrados. Fue fundado por un industrial y hombre de negocios llamado Jan Bata y, durante la Segunda Guerra Mundial, de sus fábricas salieron financiación y productos para el gobierno Checo/Eslovaco en el exilio. Jan Bata representa la libertad y la prosperidad de Chequia/Eslovaquia.

Atravesamos zonas donde vemos que el deporte principal es el Ski por las montañas y las infraestructuras deportivas para la práctica de los deportes de invierno.

A los 20 Kilómetros cambiamos de región y pasamos a Zilina, la región más industrial del país y de las más montañosas en la parte occidental de los Cárpatos. Nuestro horizonte es breve, como en Cantabria, ya que las montañas nos lo recortan.

A 60 Kilómetros aproximadamente, se encuentra Liptovský Mikulá¨, junto al río Váh. El nombre del Váh se deriva de la palabra latina "vago", que significa "errante". Efectivamente pensamos que las aguas fluyen con cierto desdén

Aquí se produjeron movimientos de afirmación de lo eslovaco ante el imperio húngaro, en el siglo XIX. En Mikulas se fundó el primer teatro eslovaco.

A pocos kilómetros en Svätý Krí¸ se encuentra la iglesia de madera más grande de Europa.

Finalmente llegamos a Ru¸omberok, aquí nos quedaremos en el Alojamiento Hrabovo Hemos tratado de llegar a Vlkolinec, un pueblecito declarado Patrimonio de la Humanidad desde 1993, pero no nos lo aconsejan porque no se va a poder ver debido a la situación meteorológica, ya que hay niebla. A mí me da mucha rabia pues tenía previsto desde hace ya tiempo poder pasear por sus calles. Queda pendiente para otra ocasión.

El nombre de Vlkolinec parece derivarse de Vlk que significa lobo en eslovaco. Es una de las diez villas eslovacas que tienen un estatus de pueblo a conservar. La Unesco ha señalado que es una aldea tradicional característica de Europa Central que posee un conjunto de 45 edificaciones en un estado de conservación admirable. Este conjunto de casas de madera, típicas de las zonas de montaña, es el más completo de su género en toda la región.

Hoy, por primera vez desde que iniciamos ese viaje, salimos con el chubasquero puesto, parece que va a llover con ganas, así lo predicen los meteorólogos.

No han pasado 5 kilómetros cuando la lluvia nos va empapando y la ropa semiseca que llevamos sobre las alforjas vuelve a mojarse como si la acabáramos de lavar. Pero un recuerdo de lo que han sido estos días mitiga la incomodidad de la lluvia y sus efectos.

En un recodo del camino otro cicloturista con alforjas se para a charlar con Tomás que iba delante. Al parecer ha reconocido nuestra bandera y cuando llego a su altura le veo a Tomás charlando y gesticulando como si se conocieran de toda la vida. Es Martin, un eslovaco que también hace turismo, como nosotros, en bicicleta. No lleva calapiés y usa sandalias con lo que llueve. Nos dice que tiene varios amigos españoles a los que conoció en un campamento ornitológico y por eso ha aprendido varias palabras en español. Nos hacemos unas fotos y nos deseamos buen viaje.

El paisaje brumoso convierte a esta parte de Eslovaquia en fantasmagórico. No necesitamos cerveza hoy para refrescarnos, la propia humedad nos mantiene las gargantas sin la sequedad de estos días, incluso facilita el ir comiendo algún fruto seco, cosa imposible con el sol de justicia pasado. Hay multitud de árboles, especialmente pinos de esos que les nacen las ramas desde casi las raíces haciendo del árbol una especie de ser mitológico mitad vegetal, mitad humano.

No hay eucaliptus, ni en Chequia, ni en Austria, tampoco en Hungría, ni, por supuesto en Eslovaquia, al menos por los lugares por donde hemos pasado y eso se agradece porque los bosques se conforman con la vegetación que la propia naturaleza ha decidido, sin la intervención humana. Al menos eso nos gusta creer.

Por los pueblos, la mayoría muy uniformes con las casas similares, quizá de la época comunista, brigadas de personas con palas y otros artilugios limpian las aceras de vegetación. Les levantamos los brazos y nos saludan.

Continuamos con la decisión de comprarnos unos de esos 'apetitosos' bocadillos que venden en las gasolineras, al tiempo que nos aprovisionamos en los supermercados con fruta y otros productos que comemos en el mejor sitio que podemos, a veces en una simple parada de autobús. El día de hoy, la lluvia nos ha acelerado el recorrido y hemos llegado a nuestro destino cuando aún no eran las tres y media.

La climatología, el gris del celaje junto con las torres de las diferentes iglesias de todos los pueblos que aparecen tras los pequeños o grandes desniveles nos ratifican en que estamos en otro lugar diferente del que volverá a ser habitual cuando regresemos a casa. Por eso queremos sacarle todo el partido a este viaje, haciendo fotografías y tratando de que no se nos vaya el recuerdo de esas pequeñas sorpresas paisajísticas, urbanas o de la propia etnografía local.

En España sabemos que en cualquier pueblo hay una iglesia. Ese es nuestro pasado y nuestra tradición. Aquí no hay una iglesia, hay varias, el pueblo por muy pequeño que sea tiene varios grandes edificios con cúpulas que rivalizan entre sí para hacer ver su poderío. Pero el éxtasis se manifiesta cuando hacen sonar sus campanas. Teníais que oírlas pues se hace difícil seguir la melodía cuando es interrumpida por otras. Hoy en uno de los pueblos sonaban las campanas de una sola de las iglesias. Había respeto, había un entierro.

Y así llegamos a Ruzomberok, una pequeña ciudad industrial que nos recibe con una endiablada circulación que tratamos de mitigar subiéndonos a las aceras porque no hay carriles bici, y eso nos sorprende.

El hotel donde nos hospedamos hoy se llama Hrabovo y es un complejo dedicado al deporte de nieve pues desde sus instalaciones salen telesillas. Se está bien, tranquilo y junto a la exuberante naturaleza. Claro que hay que decir también que la gente que aquí se hospeda quiere juerga, por ello en la discoteca del sótano sale el chunta chunta que nos obliga a ponernos los tapones en los oídos. Qué le vamos a hacer. Así nos vamos a la cama que mañana hay otra ración de esfuerzo voluntario.

Os dejamos con las fotos del entorno de este lugar.

Saludos

Jose y Tomás

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