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José Ignacio Arminio
Sábado, 6 de agosto 2016, 07:50
Mucho cachondeo, muchas risas y sin rastro de los animalistas. Así transcurrió ayer la carrera de burros de las fiestas de Tanos, envuelta en denuncias por maltrato animal como en los últimos años. El pueblo se volcó de nuevo en la celebración de una de ... las tradiciones de las fiestas de la localidad, Santa Ana y Las Nieves, que llegan a su final este fin de semana con una elevada participación. Los animalistas no aparecieron quizá avergonzados porque también habían denunciado el Gran encierro nocturno y el Toro de fuego, que van a tener lugar esta noche y serán protagonizados por muñecos hinchables y una carcasa de madera, respectivamente.
Como es costumbre, la carrera de burros, que alcanzaba su 56 edición, se inició en la Avenida José Gutiérrez Portilla y lo hizo con retraso, porque la organización esperó unos minutos a los únicos participantes procedentes de fuera de Cantabria, concretamente del valle de Arcentales (Vizcaya). Aprovechando la espera, nos acercamos a uno de los jinetes, Javier El Fugas, de San Felices, que corría a lomos de Catalina y no entendía muy bien lo del maltrato animal. «¿Pero no ves lo gorda que está?», contestó. Otro joven del mismo municipio, José María Pelayo, dueño de los animales, conducía a Lola y opinaba lo mismo: «Llevo viniendo aquí 15 años y no se pega a los animales, eso es una tontería. Son nobles, están cuidados y finos. Los míos, tres el otro se llama Petroleo, pacen en prados todo el año y solo les pido un esfuerzo en esta carrera».
Mientras se despliega la Policía Local y la Nacional con varios agentes, y el público toma posiciones, el retraso se acumula y nos aproximamos también al coche que abre la carrera. Como copiloto y al mando de la megafonía está Marcial Noriega, de 90 años, pregonero de este año, que disfruta con su camiseta roja firmada por sus compañeros y una fiesta que sigue desde que era joven. También está que echa humo contra los animalistas: «Aquí no se pega a nadie, no se les toca, lo juro por mi madre!».
Entre nervios y algún que otro rebuzno, se da la salida lanzando un cohete. Es la primera prueba, una carrera en línea que termina junto a la ermita y gana uno de los tres jinetes vascos, Endika, con Schumacher. El recorrido, de unos 500 metros, es llano y se realiza sin incidentes. Los jinetes van con las manos vacías, no hay fustas, palos o estribos.
Allí hablamos son Juansi Pozueta, presidente del colectivo organizador (Tanos 08), que tampoco entiende la polémica: «Esto tiene una aceptación brutal y tenemos todo en regla, permiso del Gobierno de Cantabria y control veterinario. No tiene mucho sentido que nos denuncien».
Hay una segunda prueba en un circuito cerrado. Es el prado de las fiestas, a unos 300 metros, y la comitiva se desplaza andando, cientos de personas y 12 de los 17 burros participantes. El resto han quedado eliminados. Ya en el circuito, una especie de óvalo, se desata la ironía. Por la megafonía, Juansi recuerda al público que «los burros tienen preferencia» y unas azafatas protegen del sol a los animales con sus sombrillas, como si se tratara de Fernando Alonso o Valentino Rossi.
Entre las dos mangas clasificatorias y la final, carrera de carretillos, que resultó más peligrosa que la de burros, aunque tampoco hubo heridos. Al final, tras no pocas carcajadas y alguna caída sin consecuencias, resultó ganador entre los animales el gran Makario, uno de los tres burros profesionales vascos, conducido por Peio. Su propietario, Endika, criticaba a los animalistas: «Estos burros son como los caballos, comen pienso y vitaminas. Están superlimpios, protegidos y musculados. Esa gente son unos comediantes».
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