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Los vecinos de La Turbera afectados por las filtraciones de agua, como cada otoño de los últimos seis años, ya están mirando al cielo. Temen que la llegada de las lluvias acabe inundando sus casas o lo que es peor «llevándoselas por delante», ... dicen. Ya han pasado cinco años desde los últimos trabajos que se realizaron en busca de una solución y desde entonces «estamos igual, o peor», apunta Maribel Gómez Mier, que vive en una de las casas unifamiliares en las que el agua se acumula bajo los cimientos del inmueble. Tiene dos arquetas abiertas, una fuera de la vivienda, en el patio, y otra dentro. Ambas cubiertas con una chapa y una tabla que destapa, «de vez en cuando», para «ver cómo va el nivel de agua». «Ahora y sin que haya llovido apenas en todo el año sigue como siempre, casi arriba, por lo que ya estamos preocupados pensando en lo que pueda pasara si en los meses de otoño e invierno le da por llover», explica.
Después de muchas idas y venidas y de estudios y catas para conocer el origen de las filtraciones y sobre todo, saber a quién pedir responsabilidades para pasar la factura de las obras, hace un año el Gobierno de Cantabria y el Ayuntamiento establecieron un acuerdo para que la Dirección General de Medio Ambiente se hiciera cargo de los trabajos con los que por fin se espera esté solucionado el problema.
Sin embargo, los trámites burocráticos van lentos y a pesar de que el Gobierno regional, con su vicepresidenta, Eva Díaz Tezanos, a la cabeza y el director general de Medio Ambiente, Miguel Ángel Palacio, anunciaran que las obras comenzarían en esta primavera o verano pasados, aprovechando el buen tiempo, todo sigue igual y a los vecinos afectados no les queda otra que esperar. Porque eso de acostumbrarse, según Maribel, «es imposible». «La humedad dentro de casa ya es insoportable. Nos dijeron que empezarían las obras en verano, pero por aquí no ha pasado nadie. Hay varios de los familiares que estamos enfermos, imagínate con esta humedad y esta sensación, y lo peor sin saber lo que va a pasar con ese agua ahí abajo», se lamenta.
Se preveía que las obras pudieran comenzar este verano pasado con cargo al presupuesto regional de 2017, y un plazo de ejecución de un mes, consistiendo en la canalización de las aguas y la eliminación de humedades mediante un nuevo drenaje de la zona, además de la estabilización del subsuelo. El proyecto a ejecutar va a ser licitado por el Gobierno regional y prevé realizar una zanja a lo largo de todo el barrio con dos secciones distintas para recoger y canalizar las aguas. La primera tendrá una longitud de 100 metros y servirá para impermeabilizar y drenar el agua, algo que se conseguirá colocando una tubería drenante que será la encargada de dirigir el agua filtrada hasta el pozo de recogida. La segunda sección tendrá una longitud de 70 metros y servirá para conducir el agua recogida hacia la red de saneamiento existente, lo que obligará a construir tres pozos de registro, uno de recogida y dos intermedios comunicados entre sí a través de una tubería de hormigón de un diámetro de 800 milímetros.
En cuanto a los trabajos ejecutados hasta ahora, la empresa Dremex -encargada de llevar a cabo los últimos estudios- explica que se ha constatado que la construcción de la obra de drenaje realizada en 2013 dio lugar a que los problemas se multiplicasen debido a que un tramo del colector tiene pendiente negativa. Esta obra agravó los problemas en gran medida al provocar la presencia de agua estancada durante todo el año junto a las viviendas.
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