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MARIÑA ÁLVAREZ
Domingo, 7 de febrero 2010, 09:57
«Estoy agradecida, me enorgullece, pero hoy es un día muy malo para todos...». Poco más que decir tenía ayer Paquita Sañudo, la madre del inspector corraliego de la Policía Nacional, Luis Andrés Samperio, asesinado por ETA en Bilbao en 1997. El tiempo, en su caso, no cura las heridas, «llevo 13 años llorando», pero ocupó su sitio, acompañada por su marido, la viuda y una de las hijas, en el acto organizado ayer en Los Corrales de Buelna por la Asociación Nacional de Guardias Civiles 'Marqués de las Amarillas', que consiguió llenar por completo el Teatro Municipal.
Samperio Sañudo fue nombrado socio de honor del colectivo a título póstumo, y fue su mujer, María Ángeles Carmona, la que de nuevo habló por él: «Gracias en su nombre, esté donde esté estará muy orgulloso de comprobar que la sociedad va cambiando. Podemos seguir luchando, y en algún momento llegará la paz», acertó a decir entre aplausos antes de volver a tomar asiento al lado de su hija, aquella niña que hace 13 años encabezaba manifestaciones de repulsa después del atentado y que ayer admitía acordarse «perfectamente de aquel día. Pero ya lo tengo asumido y no me afecta ver las fotos, aunque lo cierto es que se vive de otra manera cuando lo has sufrido en tus propias carnes».
El recuerdo de Samperio Sañudo motivó la celebración del homenaje anual de la asociación -con sede en Vitoria- en Los Corrales de Buelna, y logró congregar a centenares de personas llegadas de distintos puntos de España para arropar a los familiares de los fallecidos y reconocer al medio centenar de personas distinguidas, la mayoría miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
María Ángeles compartió el cariño de los asistentes con otra viuda, la del político vasco Mario Onaindia, uno de los padres de ETA que con la llegada de la democracia luchó contra la banda hasta que el cáncer acabó con su vida en 2003. Esozi Leturiondo, su mujer, también parlamentaria del PSE, recibió un sentido abrazo del presidente del Senado, Javier Rojo, en su día compañero de Onaindia, que aceptó la invitación para presidir el homenaje de Los Corrales, un acto que contó con la presencia de numerosas autoridades militares y civiles.
Ambiente castrense, himnos y banderas, minutos de silencio, oraciones, condecoraciones, aplausos y lágrimas. Todo junto en una emotiva mañana que tuvo al pie del cañón a su anfitriona, la alcaldesa Mercedes Toribio, en una de sus primeras apariciones públicas después de haber perdido a su marido en un accidente. Le tocaba hablar en la ronda de intervenciones y pidió a todos los concejales de la Corporación que la acompañasen, un gesto que apoyaba su discurso, escrito en un papel que temblaba: «es un reconocimiento a todas las víctimas, por encima de credos y al margen de opiniones políticas...». Hubo unión, la misma que cuando murió Samperio y cuando se acordó poner su nombre a un complejo deportivo.
Para el presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, es una «obligación moral» estar allá donde se rinda tributo a las víctimas del terrorismo, y «la nobleza obliga», decía Javier Rojo, «es un honor hacer público que somos muchos los que respetamos la labor de las fuerzas de seguridad y la Guardia Civil».
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Nacho González Ucelay
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