EQUIPOS DE SALVAMENTO

Nada peor que ver en pleno incendio cómo los bomberos se pisan la manguera. Cada uno quiere llevar el agua a su molino político y no se ponen de acuerdo mientras las llamas son cada vez más altas. Los fantasmones que se han encaramado al poder, por nuestra desidia o por nuestra inconsciencia, se llevan dedicando durante mucho tiempo a pisarse las sábanas y eso dificulta mucho el avance.

Convendría que los equipos de salvamento de la crisis estuvieran coordinados y que tiraran juntos del carro antes de que murieran achicharrados más españoles. Ya hay más de cuatro millones en el pabellón de quemados, pero seguimos discutiendo cuáles son las ventanas más apropiadas para tirarse y cuáles son las mejores colchonetas para que sea menos dura la caída. Para colmo, no se deja intervenir a la persona que podría aunar las tácticas y poner orden en el rescate, ya que su papel es el de «arbitrar y moderar», cosas que son imposibles si exigen quedarse callado como un muerto. ¿Qué hubiera pasado en la vida española si se le hubiera impedido hablar al Rey cuando un señor con pinta de Pancho Villa, pero con el más honroso de los uniformes, entró a tiros en las Cortes? También él tiene derecho a hablar. Por lo menos el mismo que usted y que yo.

Al parecer no hay manera de que se entiendan estos caballeros que nos han caído en suerte para nuestra desgracia. Zapatero y Rajoy sólo se ponen de acuerdo cuando ha surgido un equívoco entre ambos. Desconfían el uno del otro, quizá con razón, y ese desprecio, traducido en desdén por la buena fe del otro, está superando desde hace mucho tiempo los límites de la legítima rivalidad. La gente normal, que es más sensata de lo que parece, cuando ve lo mal que se llevan y cómo se niegan mutuamente cualquier capacidad, se pregunta siempre lo mismo: ¿Y si llevaran razón los dos? No nos gustaría caernos con ninguno de los equipos de salvamento.