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Kate y Gerry caminan agarrados de la mano tras ofrecer ayer una nueva rueda de prensa sobre la desaparición de su hija Madeleine. :: JAS LEHAL/REUTERS
La felicidad truncada
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La felicidad truncada

Los McCann y su pena. Prometedoras carreras como médicos, tres hijos maravillosos, muchos amigos, una casa nueva... todo saltó por los aires aquel 3 de mayo en El Algarve

AINHOA PAREDES

Sábado, 20 de febrero 2010, 13:08

Como madre de una niña secuestrada, puedo deciros que es lo peor que te puede pasar en la vida, siento un dolor agonizante, no es fácil de imaginar», explicaba recientemente Kate McCann. Desde aquel 3 de mayo de 2007 en que Madeleine desapareció de la habitación del apartamento de Portugal donde estaban pasando unos días de vacaciones, su vida se convirtió en una pesadilla con dos frentes: el encontrar a su hija y el limpiar su nombre de toda sospecha. Su odisea es la misma que la de miles de padres de niños desaparecidos, pero pocos casos han generado no sólo la atención de éste, sino que además, se han vuelto contra los propios progenitores creando una sombra de duda que, por más que no se encuentren pruebas que los inculpen, es difícil de disipar. Y es que las acusaciones que se vertieron contra ellos a lo largo de la investigación han quedado en el subconsciente de la opinión pública.

Los McCann viven tristes, pero sus amigos insisten en que son fuertes y que continuarán dando pasos para limpiar su imagen. El pasado jueves la Justicia se puso de nuevo de su lado cuando se decidió mantener la prohibición de un documental de televisión y de un libro 'Maddie. La verdad de la mentira', escrito por el controvertido inspector de policía Gonçalo Amaral, que dirigió inicialmente la investigación. La jueza, Gabriela Cunha Rodrigues, consideró que la tesis de esas obras daña la búsqueda porque, según su autor, «la menor murió en el apartamento, su muerte pudo haber ocurrido como resultado de un trágico accidente, se simuló un rapto y sus padres son sospechosos de participar en la ocultación del cadáver». Amaral, que fue apartado de la investigación, sigue manteniendo esa teoría, a pesar de no haber podido aportar pruebas.

Pero mientras luchan contra las mentiras que se han vertido contra ellos, su vida sigue, aunque sin Madeleine. A sus 41 años, Kate ya no trabaja como médico de familia en el ambulatorio de la localidad de Melton Mowbray; decidió dejarlo para poder dedicarse a sus hijos, Sean y Amelie. Y ahora que éstos van a la escuela, Kate dedica el tiempo que le queda después de las tareas del hogar a la búsqueda de Madeleine. Si durante meses fue su marido Gerry el que llevó la voz cantante y escribía regularmente un blog, ahora es ella la que se encarga de actualizar la página web, responder a los emails o leer los comunicados que lanzan ante los medios de comunicación, aunque ahora sólo se dirigen a los periodistas en momentos muy puntuales, como cuando lanzan una nueva campaña.

Todo esto es nuevo para ella. La pareja de a pie más mediática de los últimos años no había estado hasta ahora nunca frente a las cámaras. Las familias de Kate y Gerry son de clase trabajadora: ella de Liverpool, él de Glasgow. Ambos estudiaron Medicina. Kate se sacó la especialidad de anestesista, pero luego se formó como médico de familia porque era un trabajo más fácil de compaginar con la maternidad. Él se decantó por cardiología. Se conocieron cuando trabajaban en un hospital de Escocia y, tiempo después, cuando ella optó, como otros médicos británicos, por trabajar un año en Nueva Zelanda, Gerry decidió seguirla. Se casaron en 1998 y se mudaron dos años después cerca de Leicester, en Inglaterra, cuando le ofrecieron un puesto de cardiólogo en el hospital Glenfield, donde sigue yendo en bicicleta, siempre que el tiempo lo permite.

«Su vida no había podido ser mejor hasta que pasó eso», comentó en su día al diario 'Times' un amigo de la familia, Paul Macintyre. Prometedoras carreras como médicos, tres hijos maravillosos, muchos amigos y una nueva casa en el corazón de Inglaterra, en la que viven hace 5 años. Rothley es un pueblo de menos de 4.000 habitantes, con tres iglesias, varios pubs, una biblioteca y una escuela primaria. Tanto allí, como en el hospital de Gerry o en el ambulatorio donde trabajaba Kate la gente se deshace en halagos; todos usan el calificativo 'lovely' (encantadores) para describirlos y coinciden en que vivían por y para sus hijos.

Sus hermanos la echan de menos

Más de un amigo recuerda cómo antes de la desaparición de la niña la pareja sobreprotegía a sus hijos: Kate nunca los dejaría más que con su niñera o con un familiar. De hecho, en más de una ocasión no fue a alguna cena por quedarse con ellos. Sin embargo, en el Algarve se sentían seguros; escogieron ese complejo de apartamentos porque les pareció tranquilo e ideal para los niños.

Ahora, casi tres años después, Kate recuerda cómo hasta que Madeleine desapareció, ella y Gerry no eran conscientes de que todos los años desaparecen cientos de miles de niños en el mundo: «Me he preguntado varias veces por qué yo no sabía de esto antes de que nos ocurriera a nosotros». Desde hace tiempo están haciendo campaña para que se establezca en toda la Unión Europea un sistema de alerta como el que existe en Estados Unidos, que hace saltar todas las alarmas y avisa a la policía y a los medios de comunicación de todos los estados cuando desaparece un niño. Es precisamente el Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados de ese país el que elaboró el año pasado la imagen de cómo podría ser Madeleine con seis años (el próximo 12 de mayo cumplirá 7), que fue distribuida por todo el mundo.

En base a esa imagen trabaja el equipo que ayuda a los McCann, formado por familiares, amigos y voluntarios, además del periodista Clarence Mitchell que hace de portavoz. Cuentan además con dos policías jubilados, Arthur Cowley y Dave Edgar, que fueron fichados por la pareja cuando la empresa de detectives privados de Barcelona Método 3 no cumplió con las expectativas. Edgar está convencido que la respuesta al misterio no está lejos de donde desapareció la niña. Cree que «lo más seguro es que Maddie esté cautiva, posiblemente en un sótano, como lo estuvieron las austriacas Natascha Kampusch y Elisabeth Fritzl o a la americana Jaycee Lee Dugard». La aparición de estas jóvenes, sólo unas niñas cuando desaparecieron, reavivó la esperanza de los McCann, que siguen insistiendo en que la Policía no ha encontrado ninguna prueba de que su hija pueda haber muerto.

«Gerry y yo hemos sido criticados por hacer tan pública la desaparición de Madeleine. La gente nos pregunta: ¿Por qué Madeleine recibe tanta atención por parte de los medios cuando hay otros miles de niños desaparecidos en el mundo? Pienso que todos deberían obtener la misma atención, pero no debiera estar en manos de la familia iniciar estas campañas», recalcó. Aún así, la pareja mostró ayer su indignación porque recientemente ha descubierto que muchas de las pistas que recibieron sus investigadores y que fueron trasladadas a las fuerzas de seguridad no fueron investigadas. «Si pasa esto en nuestro caso, que es el más conocido en Europa, imagínense con el resto de niños desaparecidos».

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