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50 años de declive del bocarte
CANTABRIA

50 años de declive del bocarte

Razones oceaonográficas, más que el esfuerzo pesquero, explicarían según los biólogos la falta de anchoa. Los científicos estiman que en el Golfo de Vizcaya habitan 21 ó 22 millones de kilos de esta especie, la cuarta parte de lo que se pescó en la costera de 1960

ÍÑIGO FERNÁNDEZ

Lunes, 5 de abril 2010, 09:41

Orestes Cendrero estudiaba Biología en 1960, cuando en Santoña se vendieron millón y medio de kilos de bocarte en un solo día. Fue el 5 de abril de 1960 y la lonja santoñesa batió el récord mundial de venta de pescado de una misma especie en una sola jornada. La flota de cerco del Cantábrico pescó ese año 80 millones de kilos de anchoa, cuatro veces más de la cantidad que, según las estimaciones, contienen hoy las aguas del Golfo de Vizcaya. Por entonces, nadie mostraba especial preocupación por el futuro de la pesquería, pues «se creía que podría sostenerse indefinidamente», dice Orestes Cendrero, que fue director del Centro Oceanográfico de Santander. Cendrero se jubiló hace siete años, justo antes de decretarse el cierre del caladero. Su puesto lo ocupa Pablo Abaunza. Uno y otro tienen estudios y opiniones lo suficientemente fundadas como para intuir las razones que han llevado a la anchoa de un extremo al otro: de la abundancia a la escasez; del récord mundial de pesca al cierre del caladero.

A primera vista, podría pensarse que fueron los excesos de aquellos años los que condujeron a esta situación. En los años sesenta hubo dos costeras en las que se superaron los 80 millones de kilos (1960 y 1965), y en ninguna de ellas se bajó de los 35. Esta situación de abundancia se mantuvo en términos generales hasta la década de los ochenta. Luego, las capturas empezaron a decaer, hasta que en el año 2004, tras una campaña en la que los pescadores apenas vieron bocarte en la mar, las autoridades acordaron el cierre del caladero. La parada biológica ha durado cinco años, hasta el pasado 1 de marzo.

Sí. A primera vista aquellos excesos parecen explicar la escasez actual: se pescó mucho y se agotó el recurso, podría pensarse. Sin embargo, la realidad del mar es mucho más compleja, y parece seguro que, en la situación actual de la anchoa, la naturaleza influyó más que el hombre. Lo creen muchas personas. Y lo creen dos autoridades en la materia como Orestes Cendrero y Pablo Abaunza, directores, entonces y ahora, del Centro Oceanográfico de Santander.

Los reclutamientos

En opinión de Abaunza, la situación es esta: «En una especie de vida corta como la anchoa, la abundancia o escasez depende mucho de los reclutamientos que haya en la mar. Si las condiciones oceanográficas son buenas, puede tener un éxito muy fuerte. Esto pudo pasar en aquella época. Sin embargo, en otras épocas puede haber condiciones oceanográficas diferentes y no venirle bien a la anchoa. Puede haber reclutamientos muy bajos, y en eso hemos podido estar en estos años».

Al hablar de los reclutamientos, los científicos se refieren al número de ejemplares que sobreviven a la puesta. El bocarte desova cada año en los meses de primavera y es su aproximación al litoral para reproducirse lo que explica el fenómeno anual de las costeras. Como apenas vive tres o cuatro años, un par de desoves fallidos puede provocar auténticos 'estragos' en la población de la especie, al margen de que se pesque más o menos.

«Evidentemente, el hecho de haberlo pescado influye, y además la anchoa se ha visto sometida a una explotación muy fuerte, pero lo sustancial es que hay épocas en que la cosa va bien y otras en que no. Las condiciones del medio influyen mucho. Son un factor muy importante», añade Abaunza.

Cuestiones como las corrientes, la temperatura del agua, la salinidad, la disponibilidad de alimentos, sus propias enfermedades... son las que los científicos consideran 'razones oceanográficas'. «Hay condiciones que favorecen a la anchoa y otras que no. No sabemos muy bien todavía cómo le influyen, pero estamos en ello», concluye Abaunza, que, aunque joven, aun recuerda los años de las grandes costeras de bocarte en el Cantábrico, cuando «no había aprecio por las anchoas porque había muchísimas».

Primeras investigaciones

Cuando, en 1964, Orestes Cendrero comenzó a trabajar en el Instituto Español de Oceanografía «todavía había buenas costeras». Ese año, por ejemplo, se vendieron 75 millones de kilos en el conjunto de las lonjas del litoral. Como todavía no existían los camiones frigoríficos y las fábricas de anchoas se concentraban principalmente en la comarca oriental, toda la flota del litoral vendía en Cantabria, aunque la pesca se encontrara más próxima a las costas vascas. «Santoña era la capital anchoera del Cantábrico», recuerda Cendrero.

Gracias a él, en aquellos años comenzó a estudiarse la situación del caladero -publicó un primer estudio al respecto en 1976, junto con Iribar y Cort-, aunque con medios técnicos muy rudimentarios: «Sólo contábamos con datos de capturas y esfuerzo pesquero, y con ellos elaborábamos unos modelos para hacer pronósticos».

«Empezamos a recopilar datos y vimos que había altibajos muy grandes, pero la pesquería se mantenía en niveles rentables y en general nadie se preocupaba. Aquello se creía que era una pesquería que podría sostenerse indefinidamente, con altibajos. Lo pensábamos todos: que era eterna», explica.

«Luego empezó el declive, aunque nunca echamos la culpa a los pescadores, porque ellos mismos comenzaron a regular la pesquería reduciendo los días de mar y estableciendo cupos máximos de capturas por día y barco», añade. Efectivamente, los días de venta pasaron de cinco a cuatro semanales y las 'tasas' de capturas por barco se establecieron primero en 8.000 kilos, a finales de los sesenta, y después en 6.000 kilos diarios, una década después.

El desplome fue en los años 80. «Hay algo que todavía no sabemos: la temporada de desove no es muy larga, tampoco son animales de fecundación alta... pero ha debido haber fenómenos ambientales y dos o tres generaciones con desoves malos», razona Cendrero.

Cinco años de parada

El resultado ha sido un declive tan acusado que el caladero ha tenido que cerrarse. Según los científicos, en el Cantábrico no habrá más de 21 o 22 millones de kilos de bocarte, la cuarta parte de lo que se pescó, sin ir más lejos, hace cincuenta años. Cierto que, como dice Abaunza, «contar peces en el mar no es como contar ovejas en el campo», y que «de la mar, cuanto más se habla más se miente», como afirman los pescadores, pero es evidente que algo ha cambiado.

Ahora, la duda es saber si el caladero se ha recuperado lo suficiente: si aquellas razones onceanográficas y ambientales de años atrás han cambiado. De momento, los pescadores han vuelto a faenar y en las primeras semanas de costera han encontrado pesca, aunque pequeña. Puede que la tendencia haya cambiado en estos cinco años o puede que no. Pero una cosa es segura: nunca más volverán a pescarse millón y medio de kilos de anchoa en una jornada, como sucedió tal día como hoy, hace cincuenta años.

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