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«Yo fui testigo de abusos a un seminarista»
SOCIEDAD

«Yo fui testigo de abusos a un seminarista»

Los excesos de Maciel salpican a Cantabria. No sólo el fundador de los Legionarios de Cristo fue pederasta. El Vaticano investiga 20 casos, casi todos en la región. Patricio Cerda dejó la orden tras verlo con sus propios ojos

ARTURO CHECA

Domingo, 9 de mayo 2010, 10:47

He sido un niño sin infancia, un adolescente sin juventud y ahora soy un hombre desestructurado». Quien así habla es un abogado español que supera la treintena, todo un hombre de leyes acostumbrado a lidiar contra injusticias, ducho en bregas ante los tribunales, forjado para sacar a la luz la verdad de las cosas..., pero incapaz de confesar en público la suya propia. Incapaz de hablar de los demonios que le atormentan desde chaval. Incapaz de gritar a los cuatro vientos que él, siendo sólo un niño, sufrió abusos sexuales en el seminario menor de Ontaneda, uno de los centros vocacionales de los Legionarios de Cristo en España.

Febrero de 1991. En el sótano del seminario, 'Monchis' se arrebuja para combatir el frío de la noche del municipio cántabro de Corvera de Toranzo. El perro ratonero no sólo pone a raya a las numerosas ratas que campan por el vetusto edificio. También hace las delicias de los 'apostólicos', la cantera de los Legionarios de Cristo. Tras las contraventanas echadas del edificio color crema de tres pisos, un antiguo hotel balneario de aguas termales, unos 70 adolescentes de entre 12 y 15 años descansan en habitaciones comunales con las mantas hasta la cabeza. No todos duermen. El legionario y prefecto de Disciplina, Patricio Cerda, está despierto en su celda. Entrada la madrugada, alguien llama a su puerta. David, un seminarista de 13 años, quiere hablar con él. El legionario le pide aguardar al día siguiente. «No, es urgente», le espeta el muchacho. Y añade, sin rodeos: «Padre, yo no sabía que en Ontaneda pasaban estas cosas. Baje al baño y verá.». Y allí, con sus propios ojos, Patricio Cerda descubrió la otra cara de la congregación ultracatólica intervenida ahora por el Vaticano y fundada en 1941 por el mexicano Marcial Maciel: el religioso chileno sorprendió al entonces prefecto general de Ontaneda, Gustavo R., encerrado con un menor dentro de uno de los compartimentos de los aseos. «Y no precisamente confesándole. Yo fui testigo de los abusos a ese seminarista».

Mayo de 2010. Patricio Cerda hace años que dejó de ser legionario. Ahora está casado y reside en Sevilla. Pero no olvida. No borra la escena de la que fue testigo en los baños del seminario cántabro. Ni la historia del abogado español que supera la treintena y al que aún devoran sus demonios de la infancia. Tampoco pasa página en el caso de otro interno de Ontaneda, que en 2003 se puso en contacto con él por internet para pedirle ayuda. Había reconocido en fotos a tres legionarios. Tres rostros que lleva clavados en el alma, los de los tres hombres que en su vocacional infancia abusaron de él en el mismo seminario de Cantabria. La justicia ordinaria poco puede hacer ya ante estos presuntos delitos. Han prescrito.

También cuenta que en 2005 envió un dossier con los casos a la secretaria del juez Garzón. Sin respuesta. Pero Patricio Cerda, ahora secretario de la Asociación de Víctimas de los Legionarios de Cristo, no se ha quedado de brazos cruzados. Los citados son sólo algunos de la veintena de presuntos abusos cometidos por legionarios en España que el ex miembro de la orden ha puesto en conocimiento del Vaticano. Forman parte de la investigación de los cinco visitadores (entre ellos Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid) nombrados por el Papa Benedicto XVI para desenredar la enmarañada madeja de sexo, hijos secretos, codicia y abusos de poder que el fallecido Marcial Maciel tejió en torno a su orden. Y, al parecer, acabó contagiándola, inoculándole el virus de los excesos.

«Los superiores no sabían nada»

Cerda tiene conocimiento «de hasta 60 casos de abusos» por parte de legionarios en nuestro país. Ha denunciado aquellos de los que posee pruebas y testimonios directos, la mayor parte en Ontaneda. La cifra se desborda en todo el mundo. «Más de 200», coincide con su secretario el presidente de la asociación, Emilio Bartolomé. Dos centenares de menores traicionados por las personas en las que más confiaban. «Los apostólicos vivían con nosotros todo el año. Apenas iban a sus casas 15 días en verano y unos días por Navidad. Para ellos nosotros éramos sus padres, sus madres, sus hermanos. Lo éramos todo». Lobos entre corderos. Luego, el silencio, el abuso acallado. Ahora la Iglesia ha reaccionado. El Vaticano ha condenado públicamente los «crímenes» de Maciel. El Papa ha ordenado a todos los estamentos eclesiales que acudan a la vía penal ante cualquier conducta de pederastia entre sus miembros.

Desterrado a un convento de Soria, privado de voz y voto en su orden y con la prohibición de acercarse a menores, el padre Josemi de los Carmelitas de Burriana (Castellón) ha sido el primero en comprobar la efectividad del mandato papal. Denunciado esta semana por sus hermanos ante la Fiscalía, algo pionero en España, el cura deberá responder ante la justicia de los supuestos abusos a un monaguillo en 2007, un menor que por aquel entonces tenía 16 años y que le ayudaba en las tareas litúrgicas a cambio de 100 euros mensuales. La víctima ha puesto tierra de por medio. Desde Perú, en una carta manuscrita entregada a la Fiscalía, el adolescente relata cómo el religioso lo llevó a una habitación de un monasterio, lo tumbó sobre un colchón, le practicó tocamientos e incluso le propuso tener relaciones sexuales. «Luego me pidió perdón de rodillas, llorando, por haber sucumbido a la tentación».

El cura trató de acallar el asunto, pactar con su orden, someterse al castigo eclesiástico y evitar la vía penal. De nada le ha servido. También Patricio Cerda intentó sacar a la luz lo sucedido entre los muros de Ontaneda. Eran otros tiempos. El legionario incluso tuvo que infringir sus votos. La congregación prohibía a sus miembros ir contra sus superiores. Vía libre al abuso. El Vaticano ya ha eliminado los 'votos privados'. «Aún tienen más de 5.000 normas que cumplir. Son vidas controladas, sin libertad para nada», critica Emilio Bartolomé. Cerda acabó llamando al director territorial de los Legionarios. El supuesto pederasta terminó 'expulsado'. «Le hicieron una fiesta de despedida y dijeron a los 'apostólicos' que se iba a seguir su formación en otro destino». Ni una palabra de los abusos. Maquillaje para el lobo. Tierra sobre el asunto. Y no era la primera vez que se hacía. Según Cerda, el religioso ya abusó de menores en México, su país natal. Por eso fue enviado a España. Antes de llegar a Ontaneda, Gustavo R. pasó por el centro vocacional de la Legión de Cristo en Moncada (Valencia). «Allí también tuvo 'problemas' con los niños», sostiene el ex legionario. Desde el Arzobispado de Valencia aseguran desconocer el asunto. La Legión rinde cuentas directamente ante el Vaticano. «No están bajo nuestro mandato», se apresura a recordar un portavoz eclesiástico. Lejos queda la estrecha relación con la orden del anterior arzobispo, Agustín García-Gasco, quien ordenó diáconos a varios de sus miembros.

Tampoco desde la central de la congregación en Madrid se pronuncian. El máximo responsable de la orden, el padre Jesús María Delgado, sí habló esta misma semana en la revista religiosa 'Vida nueva'. «Es un dolor y un sentimiento muy profundos. No es el ejemplo que hemos recibido. Estoy seguro de que un altísimo porcentaje de personas, incluidos los superiores, no sabían absolutamente nada», declara sobre la disoluta vida de Marcial Maciel.

«Llamaba a los más bellos»

Nadie habla del norteamericano Jeremy Spillane, otra mancha en el expediente de los Legionarios. A comienzos de los 90 dirigió el colegio Everest en Madrid, entre la media docena de centros educativos de la orden en Barcelona, Valencia, Sevilla y la capital. Hasta que dejó el puesto para regresar a Estados Unidos. «Sacaba fotos a los niños mientras se duchaban», denuncian Cerda y Bartolomé. No hay pruebas de ello. Pero lo cierto es que, sólo seis años después, en Florida, el legionario fue detenido por el FBI. Jeremiah (allí usaba ese nombre) acudió a una gasolinera para reunirse con un menor de 13 años con el que iba a pasar un rato en un motel. Había contactado con él por internet. Pero el muchacho resultó ser un agente federal, un rastreador de pederastas en la web. Spillane fue detenido y obligado a someterse a un programa de tratamiento para delincuentes sexuales. Su foto aún puede verse en una web sobre pederastas del estado de Florida.

Los renglones torcidos de la obra de Maciel también empezaron a escribirse en Ontaneda. La de Cantabria fue la primera casa de la Legión de Cristo en España, su punta de lanza en Europa. Escenario de las adicciones del fundador. «El hermano encargado de la farmacia del seminario conocía al dedillo la fórmula de la Dolantina», el opiáceo al que Maciel estaba enganchado. Entre los suyos justificaba sus pecados de carne con una supuesta dolencia prostática que le causaba una dolorosa retención de semen. Decía tener dispensa del papa Pío XII para «aliviarse». Ni su sobrino se libraba. El mexicano Alejandro Espinosa se formó como legionario en Ontaneda. Fuera ya de la orden ha escrito dos libros, 'El legionario' y 'El ilusionista Marcial Maciel'. Tampoco olvida: «Llamaba a la intimidad sólo a unos pocos, a los que consideraba hermosos. Y comenzaban las caricias, los besuqueos...».

En México, Maciel llevaba una doble vida. Seducía a mujeres adineradas. Hasta 50 millones de dólares le sacó a Flora Barragán, una acaudalada dama. A espaldas de Roma fundó una congregación femenina con «900 jóvenes esclavas», según el diario 'Milenio'. Se le atribuyen tres hijos. Una de ellas, reconocida por la Legión, vive en Madrid. Norma Hilda Rivas, de 24 años, reside en un lujoso piso de 300 metros cuadrados con su madre mexicana. Vive en silencio, dicen que mantenida por la Legión.

Pese al dolor, las víctimas reconocen que hay bondades en la congregación: su labor educativa y las misiones. «En esta orden hay gente noble con un fin noble». Corderos entre lobos.

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