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Las momias son, para el egiptólogo José Miguel Parra, «una cápsula de tiempo» y el mejor modo de conocer el modo en que vivían y morían los antiguos egipcios. :: AFP
«Era de buen gusto tener una momia en el salón»
SOCIEDAD

«Era de buen gusto tener una momia en el salón»

El egiptólogo José Miguel Parra saca a la luz los secretos y el infame trato dado a las momias en nuestra cultura

PPLL

Lunes, 14 de junio 2010, 02:12

José Miguel Parra Ortiz (Madrid, 1968) nos deja 'ojipláticos' y boquiabiertos con sus revelaciones. Este egiptólogo autor de 'Momias. La derrota de la muerte en el Antiguo Egipto', cuenta que el polvo de momia era la «aspirina» de la antigüedad, el bálsamo de Fierabrás que todo lo curaba. También se usaron momias como abono para cultivos... con las vendas hemos hecho bolsas de papel para envolver fruta y hemos empleado los cuerpos desecados para atizar el fuego de las locomotoras. En la Europa del XIX, explica Parra, el colmo de lo chic era destripar una momia a espada para mostrar a la concurrencia, entre risitas, té y pastas, las entrañas de algún menestral egipcio de hace treinta siglos.

Pero una momia, explica Parra, es ante todo «una cápsula de tiempo». «Ese conjunto de vendas, resinas, esencias y carne reseca es una tremenda fuente de información. Podemos saber de las enfermedades del muerto, de sus lesiones y malformaciones, sobre cómo se alimentó y murió. Y el envoltorio, el ataúd... -añade- nos lo dice todo sobre la economía del muerto, sobre su oficio, sus gustos y aficiones...».

-¿Dónde se encuentran las primeras momias?

-En el desierto de Atacama, en Perú. Son de la cultura chinchorro. El calor y la falta de humedad han conservado unos cadáveres de ¡hace 8.000 años! Pero donde más momias hemos estudiado es en Egipto. Allí hay millones.

-¿ De qué época datan?

-En Egipto, el desierto momificaba también de forma natural. Pero unos 3.000 años antes de Cristo se refinaron los sistemas para conservar los cuerpos.... En la época griega clásica, los soldados, mercenarios para el faraón, cuando volvían a casa se llevaban la momia de un animal a Grecia, como un souvenir... Sin embargo no es hasta la Edad Media cuando las momias llegan en masa a Europa.

-¿También de recuerdo?

-No. Se creía entonces que la carne de momia curaba y se empleó como medicina. La momia triturada y convertida en polvo fue la aspirina de la antigüedad. Las momias llegaron al continente por centenares de miles.

-¿Y servían de algo?

-Sí, provocaban vómitos, je, je, je... ¡Cómo va a curar un trozo de carne seca! Había todo un circuito económico en torno a las momias. El rey Francisco I viajaba siempre con un tarro de polvo de momia y con sus trocitos de carne para comer. Está documentado también que, ya en el siglo XIX, el Sha de Persia daba polvo de momia como regalo de buena voluntad.

-Pero habría alguna razón para ese consumo...

-Plinio el Viejo, Discórides y Avicena cantaron las excelencias de cierto producto que venía de Persia, el betún. Se importaba mucho para Europa. Pero era tan escaso que los comerciantes usaron una sustancia parecida y más fácil de conseguir: la resina seca de las momias. Fíjese, mumia era la palabra persa para designar a aquel famoso y escaso betún.

-Un floreciente negocio...

-Que enriqueció a los saqueadores de tumbas. Luego, se tomó el polvo. Y, cuando el género fue más escaso, los comerciantes momificaron cadáveres de esclavos, de muertos anónimos, de ajusticiados y de borrachos muertos en la calle... Cuando se supo de esas falsificaciones, hacia el siglo XVIII, el polvo de momia desapareció de las boticas. Pero seguimos usando a las momias...

-¿Para qué?

-Con aglutinante y clara de huevo, el polvo de momia se transformaba en pintura marrón, el marrón de momia, muy apreciado por los pintores por su brillo y porque no se agrietaba.

-Humm, estos artistas...

-Hay más de un cuadro con polvo de momia en los museos. A mediados del siglo XIX, dos industriales americanos compraron miles de momias en Egipto, sacaron sus vendas de lino, las convirtieron en pasta... e hicieron papel de estraza para envolver fruta.

-Qué falta de respeto...

-La verdad es que hemos respetado muy poco a las momias. Hasta hace nada las destruíamos al desvendarlas. Hoy las estudiamos con scanners magnéticos. Pero hasta hace dos días, molidas, las usábamos hasta de abono. Mark Twain escribe que se emplearon como combustible en las calderas de los ferrocarriles de El Cairo... '¡Pásame un rey, que este plebeyo no arde bien!', pedía un fogonero a otro, según contaba Marc Twain.

-En su libro se lee que era de buen gusto tener una momia en casa.

-Sí. Los turistas europeos que iban a Egipto a finales del XIX adquirieron la costumbre de comprar momias como souvenirs... Era frecuente exhibirlas en el salón de casa, a la hora del té...

-Pues vaya capricho...

-El momento cumbre llegaba cuando el anfitrión desvendaba la momia o la rajaba para enseñar aquel cuerpecillo.

-Muy poco edificante.

-Pero esa costumbre nos vino bien a los egiptólogos. Un tal Jean Baptiste Belzoni, conocido en el circo como el 'Sansón de la Patagonia', llegó a Egipto para actuar ante el Pachá. Acabó trabajando para el cónsul del Reino Unido. Su tarea, conseguir tesoros egipcios: momias. Belzoni se llevó varias a Londres y pronunció numerosas conferencias en las que desvendaba la momia. Su ayudante, Pettigrew, cirujano, tuvo el cuidado de anotar lo que veía...

-Usted excava en Egipto. ¿Cómo huele una momia?

-Muy bien, son fragantes... es por el aceite y las resinas con que ungían los cuerpos y que aún se conservan. Los momificadores eran muy buenos profesionales...

-¿Qué momia cree que es la más famosa?

-La de Ramsés II, el gran faraón.

-¿Por qué nos atraen las momias?

-Son llamativas e impresionan. Vemos a una persona muerta, pero parece que esté dormida. Las momias son documentos históricos que contienen información muy intrigante. Estoy seguro de que Ramsés II mandaría que nos cortaran la cabeza si descubriera lo que hacemos con sus antepasados. Para ellos era fundamental que las momias siguieran en su sarcófago. Ramsés II sigue viviendo en el más allá porque su momia se preserva.

-¿Hay maldiciones en las tumbas?

-Ehhh. No, aunque... Las tumbas estaban pensadas para ser visitadas. Por eso tanta decoración, tanta lista con ofrendas... El muerto estaba enterrado en un pozo aparte, con su rico ajuar. Claro que había gente que entraba para saquear las tumbas y, para ellos, había escritas maldiciones en las paredes: 'Tú que pasas delante de esta tumba con actitud malvada, debes saber que los dioses te castigarán. Te perseguirán el león, el hipopótamo y el cocodrilo'. Era su forma de defenderse.

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