PERRO QUE LADRA...

A lo largo de la historia del cine perros tan populares como Lassie, Rin Tin Tin o Beethoven han hecho con frecuencia las delicias de los pequeños espectadores, principales degustadores de inofensivas aventuras caninas al estilo de 'Marmaduke': nombre de un metepatas gran danés, metido en todas las peripecias familiares habidas y por haber. Rifirrafes basados en un popular cómic (de Brad Anderson), trasladados ahora a la gran pantalla con todo lo que ello conlleva, sobre todo en relación con las más rocambolescas técnicas digitales. Tengamos en cuenta que aquí se mezclan imágenes reales con otras obtenidas por ordenador, en un conjunto tan trivial como tontorrón, dirigido 'ipso facto' al público poco exigente.

A partir de ahí, la cinta de Tom Dey se limita a ofrecernos toda una serie de situaciones chuscas, protagonizadas por el chucho en cuestión, no sólo con su dueño (al que llama Dr. No), sino también con los vecinos de su localidad (Orange County) y con canes de otras razas y costumbres, a los que actores de Hollywood más o menos famosos (incluido Owen Wilson) les prestan sus voces, en un intento por comercializar hasta sus últimas consecuencias el proyecto en cuestión. Pasatiempo veraniego, por tanto, ayuno de ambición estética, que ladra pero no muerde.

Por lo demás, 'Marmaduke' (nombre que hace referencia a Thomas Marmaduke, un enérgico explorador, ballenero y cazador de focas inglés a comienzos del siglo XVII, que afirmó haber descubierto las islas árticas de Spitsbergen y Jan Mayen), carece de entidad, emplea un humor a la brocha gorda y los distintos personajillos y animalitos que desfilan por la gran pantalla aparecen descritos con todos los tópicos y clichés que cabe imaginar. En resumidas cuentas, intento fallido a la hora de confrontar a tan perruno protagonista con cuantos lo rodean. De modo que, a la postre, como producto estrictamente cinematográfico, resulta tan poco estimulante como duro de roer.