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Viernes, 25 de junio 2010, 10:02
Comprobar el hábitat de la cueva tal como estaba en la época en que fue habitada por el hombre prehistórico, mucho más real que la cueva original, tener acceso a los casi 200 metros cuadrados del techo polícromo que en la original solo es visible en un 40% y encontrar información adicional en el museo para entender mejor la vida del hombre en el Paleolítico. Son las tres «buenas razones» con las que el matrimonio formado por Matilde Múzquiz y Pedro Saura, los autores de la reproducción de las pinturas de la cueva de Altamira, intentaban convencer a un periodista para que visitara la neocueva, en una entrevista que concedieron días antes de su apertura el 17 de julio de 2001.
Matilde Múzquiz falleció la semana pasada pero su huella permanecerá para siempre en esa reproducción de Altamira. Y lo hará como lo ha hecho la del pintor de las figuras policromadas de la cueva original, a cuyo estudio dedicó toda su vida. La 'otra pintora de Altamira' fue protagonista de excepción en el proceso de creación de la réplica y durante nueve años ha podido disfrutar de su éxito, pero también ser testigo de las ansias de que la cueva original sea abierta al público, algo que parece inminente. Y es que convencer a los visitantes de que esta reproducción facsimilar, en cierto modo, es más fiel a la cueva Paleolítica que la propia cueva original, tal y como ésta ha llegado a nuestros días, ha sido siempre el principal caballo de batalla de quienes promovieron la neocueva, entre ellos su máximo impulsor, José Antonio Lasheras. «No es un sucedáneo, este facsímil es un vehículo para el mejor conocimiento de la cueva, un gran libro abierto, sin apenas palabras, pero de contenido riguroso que puede ser leído y apreciado por muchas personas», asegura el director.
Pero es así. La Altamira actual es muy diferente a la Altamira paleolítica y por eso decidieron restituir el espacio cavernario, la arquitectura natural de la cueva tal como era durante el Paleolítico y no como ha llegado a nuestros días. ¿Cómo se hizo? A partir del exhaustivo estudio geológico, arqueológico e historiográfico. Treinta personas, entre geólogos, biólogos, arqueólogos, científicos, prehistoriadores, ingenieros, museólogos, comunicólogos y profesores de Bellas Artes hicieron posible el milagro, recreando un espacio original que no tiene nada que ver con el de la cueva que en el largo siglo transcurrido desde su descubrimiento ha ido sufriendo diversas transformaciones naturales y artificiales.
Lasheras explica los dos aspectos originales de la cueva paleolítica que se lograron restituir en la neocueva. «La recuperación de la gran boca de la cueva y la supresión de los derrumbes y muros modernos que separan artificialmente el ámbito de la actividad cotidiana junto a la luz exterior del área del rito, de lo mágico y de lo sagrado ubicada ya en la oscuridad». Todo ello para comprender, con más facilidad que en la cueva original, algunos aspectos de la prehistoria. «El hombre de las cavernas no existió, nadie vivió en la oscuridad de una cueva como viven las alimañas en una madriguera, los protagonistas de la prehistoria simbolizada por Altamira eran personas física y neurobiológicamente como nosotros, sus capacidades y su aspecto eran el nuestro; su calidad de vida era notable, su esperanza de vida no se superó hasta el fin de la Edad Media y su arte nos sigue emocionando».
Proceso técnico
En 1998 se puso en marcha el proyecto de realización de la réplica de la cueva, la neocueva de Altamira. Se encargó al Instituto Geográfico Nacional una topografía de máxima precisión, que llegó hasta 40.000 puntos por metro cuadrado en el techo de los polícromos. Se pudo recrear así la morfología de la cueva en su estado paleolítico.
Una fresadora automatizada reprodujo el relieve de la cueva en bloques de poliestireno. Los bloques se recubrieron con una fina capa de cera que reproducía la textura de la roca natural a partir de improntas de silicona y todo ello fue retocado según la documentación fotográfica específica. Mediante vaciado se obtuvo el nuevo techo cuya roca artificial está compuesta en un 80% por polvo de roca caliza.
La reproducción de las pinturas y grabados paleolíticos fue hecha con los mismos procedimientos y materiales que usaron los artistas de Altamira: agua, ocre y carbón vegetal. Un gigantesco puzzle se ensambló definitivamente mediante tensores de acero.
Los precedentes
En un artículo publicado en 1995 en la Revista de Arqueología, cuando la neocueva era sólo un proyecto, Lasheras, Matilde Múzquiz y Pedro Saura hablaban ya de las reproducciones de Altamira. Explicaban que hacia 1928 se ideó una reproducción de Altamira para el Field Museum de Chicago, aunque años antes, informado por el Padre Jesús Carballo -benemérito arqueólogo regional- del riesgo de hundimiento y deterioro que corría la cueva, el Marqués de Comillas había ideado «hacer una reproducción exacta de la misma en su parque de Comillas». No se hizo tal reproducción y, aunque en el libro de actas de la Junta del Patronato de la cueva de Altamira no hay constancia, otros testimonios señalan que Carballo propuso en alguna ocasión su realización para preservar el original. En todo caso, la idea quedó apartada algunos años.
En 1959 se iniciaron los trabajos de la primera reproducción de Altamira. Los realizó un equipo del Deutsches Museum de Munich dirigido por E. Pietsch, para ilustrar en su exposición permanente de la Prehistoria de la tecnología química. Se reprodujeron los 44 metros cuadrados más espectaculares del techo de los polícromos y se hizo una segunda reproducción que fue instalada en los jardines del Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
En 1989 se realizó una reproducción como decorado para la serie de TVE 'La cueva de Altamira', que dirigió Daniel Herranz. Sobre esta reproducción Matilde Múzquiz realizó una restitución experimental incluida en uno de los episodios.
El Pabellón de Cantabria en la Expo'92 de Sevilla también contó con una copia parcial del techo de Altamira. «En su concepción era similar a la realizada para el Deutsches Museum y el Museo Arqueológico, pero el resultado fue malo, sin paliativos», señalan.
En 1992 se iniciaron los contactos con un parque temático de Japón dedicado a España para realizar un facsímil de Altamira. El resultado final fue una replica de 35 metros cuadrados. Para su ejecución, desde el Museo de Altamira se informó sobre los distintos métodos de reproducción y se recomendó seguir el proceso del Deutsches Museum, que se vería notablemente facilitado y mejorado al incorporar los nuevos productos existentes y la inmejorable documentación topográfica que realizó para el Museo el Instituto Geográfico Nacional en 1979.
Una idea exportable
El modelo de la neocueva ha servido de referencia para la mayor parte de facsímiles de cuevas en otros lugares. Por ejemplo, para el Parque de la Prehistoria de Teverga (Asturias). En él encontramos reproducciones de pinturas y grabados del Paleolítico Superior, como el panel de los caballos de Chauvet o la vaca negra de Lascaux, ambos en Francia; la parte central del techo de los bisontes de Altamira (los autores de la réplica son los mismos de la neocueva de Altamira), el camarín de las ciervas de Covalanas (Ramales), la gruta de los osos de Ekain (País Vasco), los bisontes de La Covaciella en Cabrales (Asturias), el panel de los signos de la cueva de Llonín en Peñamellera Alta (Asturias), así como útiles y figuras de España, Francia, Alemania, Austria, Chequia o Rusia.
También se inspiran en la reproducción de Altamira, la réplica de la cueva Ekain (Guipúzcoa), denominada Ekainberri, conocida por sus pinturas rupestres de época Magdaleniense.
Fuera de España, el modelo de Altamira ha sido seguido, entre otras, en las cuevas de Lascaux -los trabajos culminaron en 1983 y sus impulsores tuvieron presente la experiencia alemana del Deutsches Museum- y en la cueva de Chauvet en Francia. En Italia también se ha proyectado hacer una réplica de la grotta Paglicci en base al modelo de la neocueva.
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