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NACHO CAVIA
Domingo, 27 de junio 2010, 11:56
En los tiempos que corren una caminata de 3.000 kilómetros a lo largo de algo más de tres meses, saliendo en el más crudo invierno y llegando con los calores del verano, bien se puede calificar como una aventura épica. Es lo que ha culminado un vecino de Los Corrales de Buelna, Eduardo Benajes, un experto en ese tipo de 'paseos'. A la tercera ha sido la vencida. En su tercer intento de recuperar la Vía Regia de la Edad Media lo ha conseguido, uniendo una población cercana a Cracovia, Bookland, con Santiago de Compostela, dos centros neurálgicos del catolicismo medieval. Y aunque la aventura comenzó en compañía de otro aventurero, pronto tuvo que afrontar solo el camino.
Al final, ya de vuelta en Cantabria, Eduardo Benajes hace acopio de fuerzas para destacar que la experiencia ha sido positiva a pesar de los malos tragos que ha tenido que pasar. Especialmente a la hora de encontrar un lugar donde descansar, ya que, señala, en Europa se tiende a cerrar los pocos refugios que ya de por sí había.
Falta de albergues
Las iglesias y los amigos que ha ido haciendo en sus largas caminatas han supuesto un alivio, pero el sabor final es de cansancio. La falta de albergues obligó a cambiar el plan establecido llegando a realizar caminatas diarias de unos 35 a 40 kilómetros, agotadoras. Se hace muy largo y de repetir, solo lo hará en compañía de personas a las que mostrar ese camino, que fue además la Ruta de la Sal, partiendo incluso desde más allá, desde las antiguas repúblicas rusas.
Como momentos especialmente difíciles apunta el frío de Polonia y la dureza del primer tramo ya en España, cuando el cuerpo, sobre todo las piernas, empiezan a pasar factura en las cuestas empinadas. El idioma es otro problema, incluso la 'romería' del final, entre León y Galicia, al ser Año Santo Compostelano. Pero la experiencia es inigualable y le enorgullece haber aguantado con una salud a prueba de bombas.
Junto a otro experto en el arte de caminar, José Antonio Trueba, Benajes partió de Cantabria el 2 de marzo en avión, dirección Madrid, y también volaron, el mismo día de Madrid a Varsovia, con parada en Bruselas.
Problemas en Alemania
Al día siguiente viajaron de Varsovia a Bookland, ya en Polonia, desde donde, el 4 de marzo, iniciaron a primera hora una ruta que les hizo cruzar Polonia y Alemania. En plena Selva Negra Trueba tuvo que abandonar por un problema familiar. Y empezó la soledad.
A partir de ahí Benajes apenas habló castellano y su único contacto con el idioma y su país era en las noches a resguardo, conectando Radio Exterior cuando se podía sintonizar. Así, entre frío, refugios cerrados que obligaban a incrementar las marchas diarias y bocadillos, atravesó Alemania y Francia. En el país vecino mejoraron las temperaturas y en España el Camino de Santiago dejó más refugios y más compañía, a veces demasiada.
A pesar del cansancio sigue dándole vueltas y vueltas a su gran sueño, llegar caminando hasta la Ciudad Santa, de París a Jerusalén, y si pudiera ser, a lo largo de 2011. En el camino dejado atrás conoció a un joven grupo de franceses que también pensaba en esa «locura». Así la califica Benajes, que reconoce que seguramente, tal y como están las cosas en Oriente Próximo, se quedará en un sueño. Un bello sueño.
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