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Lunes, 28 de junio 2010, 02:04
El 27 de junio de 1960 ETA asesinó por primera vez. Fue una acción de la que nunca presumió, que quiso tener oculta. No se trataba de un uniformado, de un politico o un guardia civil, sino de una niña que aún no había cumplido los dos años: Begoña Urroz.
Estaba en la estación de Amara, en San Sebastián, cuando las llamas provocadas por la explosión de una bomba presuntamente colocada por la organización terrorista se hicieron presa de su cuerpo.
La fecha de su muerte ha sido elegida para conmemorar el Día de las Víctimas del Terrorismo con el ánimo de hacer aún más evidente la barbarie de la violencia.
El socialista catalán Ernest Lluch fue el primero en sacar a la luz este caso, que había descubierto en un estudio del vicario general de la Diócesis de San Sebastián, José Antonio Pagola. Se hizo eco de él en un artículo publicado en el mes de septiembre de 2000, en el diario El Correo. Apenas unos días después fue asesinado por ETA en el garaje de su casa.
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