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El núcleo de La Orquesta Vuvuzela está compuesto por siete personas con vuvuzelas, acompañado por trombones, trompetas, tambores, bombos y cantantes. :: CARLOS PIZARRO
El orquestador de vuvuzelas
MUNDIAL SUDAFRICA 2010

El orquestador de vuvuzelas

Un musicólogo español, afincado en El Cabo, ha convertido las infernales trompetas en instrumentos musicales

FERNANDO ITURRIBARRIA

Lunes, 5 de julio 2010, 02:05

¿Es posible hacer música con las vuvuzelas? Cualquiera que haya soportado el zumbido obsesivo que acompaña la retransmisión televisiva de cada partido del Mundial encontrará el interrogante disparatado. Pedro Espí-Sánchez, un musicólogo español afincado en Ciudad del Cabo, no sólo responde de manera afirmativa a la pregunta sino que ha logrado la integración de las trompetas infernales en una orquesta. «Aunque la mayoría de la gente no relaciona la vuvuzela con la música, yo sé que es un instrumento musical increíble», dice orgulloso.

Nacido en un pueblecito de los alrededores de Alcoy (Alicante), Espí-Sánchez emigró a los ocho años con su familia al suroeste de Francia donde vivió diez años en la región de Tarbes. Hace más de tres décadas llegó con sus dos hermanos a Sudáfrica con un conjunto en el que tocaban música andina, charanguitos y sambas con flautas, quenas y zampoñas. «Aquí descubrí la música sudafricana a través de un etno-musicólogo que se llama Andrew Tracey. Formé parte de su grupo de 'steel-band' y con los tambores jamaicanos, los 'steel-drums', también tocábamos música africana tradicional, desde Uganda hasta Ghana», recuerda una soleada mañana a la puerta de su casa, junto a la Universidad de El Cabo.

Educador musical especializado en la música instrumental africana, Espí-Sánchez tuvo la idea de orquestar las vuvuzelas nada más enterarse de que la FIFA había concedido a su país adoptivo la organización del Mundial. «La vuvuzela normal dentro de los campos de fútbol es algo que ahoga las canciones que cantan los fans sudafricanos. Pensé que no era justo que la gente sólo oyera ese ruido, ese zumbido que se oye en la televisión. Porque aquí, en los partidos, grupos de 30 a 40 personas hacen ritmos y cantan también. En el estadio incorporarte a eso es muy bonito. Cantar y bailar al estilo africano es fabuloso. Pero cuando ves la televisión no tienes ninguna oportunidad de oír esas canciones», comenta.

El problema fundamental es que las vuvuzelas producen el mismo sonido, la misma nota: un sí bemol. «Cuando estás entusiasmado y tu equipo mete un gol, la manera que te ofrece la vuvuzela de soltar esa alegría haciendo un ruido enorme es fabulosa. Es un desahogo emocional. Una de las funciones originales de la vuvuzela era causar miedo a los otros, al contrario. Pero el ruido no es algo que puedes hacer sin parar porque resulta aburrido. Hacen falta ritmos de llamada y respuesta con dos notas distintas».

Para solventar el contratiempo, de una vuvuzela normal fabricó dos más largas y cuatro más cortas con las cuales puede tocar siete notas. «Me falta la tercera. Tocamos en la escala de fa, normalmente. Tengo la nota más baja, que es fa. Una un poco más cortita que es el sol. No tengo el la. Del la paso al sí bemol, el do, el re, el mí y el fa octava. Sólo hace poco introduje el mí porque está demasiado cerca del fa y la vuvuzela tiene una embocadura que no es muy fiable. El que la diseñó no pensó en los instrumentistas», lamenta. «Con esas siete notas logramos hacer los acordes que acompañan las canciones que cantan los hinchas en los campos de fútbol en África del Sur», se enorgullece.

En la aparente misión imposible de hacer música con la cacofonía vuvuzelesca, Espí-Sánchez aplicó una tradición ancestral africana. «Es el principio de una persona, una nota. Es una manera muy democrática y muy temprana de hacer música. Fue elaborada hace miles de años por sociedades antiguas tratando de dar a los individuos el mensaje de que sin el grupo no eres nada. En esos tiempos te morías de verdad. En épocas muy tempranas una persona podía hacer música melódica con instrumentos muy sencillos», apunta.

Un disco en i-Tunes

El núcleo de La Orquesta Vuvuzela está formado por siete personas con vuvuzelas, cada una con una nota. Les acompañan un trombón, una o dos trompetas, un tambor o un bombo, un percusionista y una o dos cantantes. El director de esta democracia musical toca la flota de armónicos, un simple tubo de alga marina seca sin agujeros laterales. «Hace miles de años la gente que se paseaba por las playas recogía algas marinas secas que se encuentran por esta costa y la de Namibia. Son como arbolitos que crecen en el mar y están huecos. Los arrancan las olas y los arrastran hasta la playa. Con eso se hicieron las primeras vuvuzelas tocándolas como trompetas», observa.

El alicantino, que va a sacar un disco en i-Tunes, ya ha creado cuatro formaciones de su orquesta en Ciudad del Cabo, Johannesburgo, Limpopo y hasta en Viena. «Hemos hecho arreglos de las canciones que cantan los fans. Incluso de 'Shosholoza', el himno nacional del fútbol sudafricano, en los que dejamos como refranes para que las decenas de miles de vuvuzelas normales toquen juntas en el estadio y hagan el ritmo. Sentir que estás haciendo ritmo con todo un estadio, aunque sea una nota, es fabuloso».

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