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NACHO CAVIA
Lunes, 2 de agosto 2010, 09:50
La estela más conocida de Cantabria, el símbolo patrimonial e histórico más representativo de la Comunidad Autónoma cumple sus Bodas de Plata como tal, y lo hace en una jaula de oro, pasando desapercibida para muchos de los habitantes de Cantabria y para la gran mayoría de los visitantes que llegan a esta tierra. Es la Estela de Barros, desde 1985 en el escudo de la región. A pesar de la facilidad, para muchos extraños absolutamente inusual, de poder verla sin necesidad de pagar entrada, ni esperar colas, ni presentar documentos; de poder tocarla, algo aún más inusual; y fotografiarla hasta lo indecible y más allá, lo cierto es que pocos paran en el Parque de las Estelas, en Barros, para admirar un monumento único. Y menos se paran a pensar en la historia que entraña, la que se conoce y la que aún guarda entre sus muchos secretos.
Uno puede detenerse a la vera de la que fue carretera Nacional 611 a su paso por Barros, a la altura de la ermita de Nuestra Señora de La Rueda, y tomarse su tiempo para, primero, contemplar un pequeño pero magnífico edificio, el Parque de las Estelas, inaugurado el 13 de julio de 2001, hecho en la piedra que recuerda las grandes ruedas. Entra en ese parque y sin más preámbulos, vitrinas ni acordonamientos, se puede sentir un cantero de hace 2.000 años, tocando la Estela Gigante de Barros, la única e irrepetible rueda. Tan cercana y accesible que si no fuera por su peso, toneladas de historia y de piedra, alguno habría pensado en encontrarla mejor ubicación, aunque, eso sí, más privada y menos accesible.
En ese parque la acompaña otra estela o 'estelas' surgidas de la fusión de más piezas extraídas de los mismos muros de la ermita próxima. Ambas descansan en paz, en demasiada paz, junto a la antigua carretera, de tal forma que las grandes piedras de los cuatro crecientes lunares enfrentados se muestran al visitante en un parque donde no se sabe muy bien si se exponen o se ocultan. Y eso que Cantabria es uno de los pocos lugares en el mundo, si no el único, en el que se pueden contemplar estas estelas gigantes discoideas, cercanas a los dos metros de diámetro. De hecho, quienes se adentran en el Valle de Buelna se fijan más en las reproducciones de las auténticas estelas que se muestran junto a la Casona.
El por qué de la Estela
Al inicio de los 80 el Consejo de Gobierno de Cantabria nombró una comisión de expertos, formada por miembros de la Real Academia de la Historia, a fin de que elaboraran un anteproyecto de escudo, que una vez aprobado por el Consejo de Gobierno, mediante proyecto de Ley, pasase a ratificación por la entonces la Asamblea Regional. El acuerdo determinaba que en el segundo cuartel, el inferior, se adoptaba «la figura de los monumentos más importantes que ha dejado el primer pueblo definidor de los perfiles del territorio de esta región y de su personalidad histórica: las estelas gigantes de los cántabros». En el escudo, la estela de Barros quedaba en plata sobre campo de gules. La plata «como símbolo de los cultos lunares que practicaban los cántabros y como apariencia más cercana al color grisáceo de la piedra en que están esculpidas las estelas»; el campo de gules, «como símbolo, en los viejos códigos heráldicos, de Marte, por un lado, y de la valentía, la nobleza, la intrepidez y la sangre, por otro», según rezaba el informe de la comisión de expertos. La Ley 8/1984, de 22 de diciembre, del Escudo de la Comunidad Autónoma de Cantabria fue publicada en el Boletín Oficial de Cantabria de 9 de enero de 1985, fecha en la que entró en vigor; y en el Boletín Oficial del Estado de 9 de febrero de aquel mismo año.
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