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R. M. RUIZ
Sábado, 21 de agosto 2010, 02:14
Saben lo que es hincar los codos. Son alumnos brillantes con una gran aspiración, la de lucir la bata blanca y hacer el juramente hipocrático. Han pasado horas y horas estudiando y su esfuerzo se ha visto recompensado con una matrícula de honor en el bachillerato para gran orgullo de sus padres. Pero la satisfacción les ha durado muy poco. El mes y pico que va desde que les dieron la nota final hasta que comprobaron que sus nombres no figuraban en la lista de admitidos en la Facultad de Medicina. Hay decenas de casos y alguno de ellos quisieron contarlo ayer a EL DIARIO MONTAÑÉS, si bien prefirieron sustituir los nombres por sus iniciales. Todavía están en lista de espera y temen problemas.
Álvaro A. G es uno de estos. Es castreño y ha estudiado en el IES José Zapatero. Su media en el bachillerato es de 9,1 y se le ha calificado con matrícula de honor. En Selectividad obtuvo un 11,34 pero su puesto en el primer corte, encima del número mil, le corta casi todas las posibilidades de entrar en este centro. Su padre está indignado «El ministerio le paga el primer año de estudios por tener una matrícula pero curiosamente no le dejan elegir donde estudiar», comentó. Lo más probable es que acabe en la Universidad del País Vasco, en Lejona.
I. G. R, es una chica. También con matrícula de honor. Ella estudió en el Colegio Castroverde y su nota final en el bachillerato es de 9,2. En Selectividad obtuvo un 11,28. También insuficiente para ingresar en la facultad cántabra. Según la primera lista publicada tiene a 1.059 alumnos por delante. Con su calificación podría entrar en Lejona, pero espera a que salga la nota definitiva en alguna universidad catalana.
En el IES Torres Quevedo de Santander la joven A. E. M. obtuvo un 12,055 en Selectividad. Llegó a la prueba con la matrícula de honor obtenida por el 9,71 de media en el bachillerato. También es posible que acabe en Lejona pues según la última lista que comprobó en la facultad de Medicina de Cantabria estaba en el puesto 258.
Otro alumno en esta situación es A. C. G. del IES Santa Clara. Su matrícula de honor no le basta pues tiene más de 500 por delante para ocupar uno de los pupitres de la Facultad de Medicina.
En el IES Santa Cruz de Bezana, P. B. S. tampoco tiene plaza pese a tener un 9,06 y matrícula de media.
Su disgusto es grande pero menor que la desilusión que demuestran. «¿De qué nos ha servido tanto esfuerzo?», repiten. Ni siquiera la aventura de estudiar fuera de casa les motiva.
El premio Jordá, tampoco
Sus padres han decidido reunirse el próximo lunes y consensuar un manifiesto para toda la comunidad educativa. A ellos se suma José Ramón Vejo. Su hijo Javier ya es enfermero y sabe lo que están viviendo. Cursó Enfermería porque en su momento la nota media no le daba para Medicina, pero no abandonó la vocación. Su intención era acceder a esta facultad tras acabar la diplomatura. Se esforzó tanto que sacó la mejor nota de la promoción. En la ceremonia de graduación recibió el Premio Profesor Jordá por tener el mejor expediente y también fue distinguido en Santo Tomás de Aquino. No le sirvió de nada, siguió sin ser admitido en Medicina y, como no ha tirado la toalla, ahora cursa un módulo de FP «a ver si por esa vía»...
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