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HERMINIO DÍAZ ZABALA
Sábado, 11 de septiembre 2010, 02:23
Volver a ver la vuelta en Peña Cabarga era una de las grandes ilusiones de Enrique Franco. El que fuera durante muchos años director general y 'alma mater' de Unipublic y de la Vuelta, tenía una ilusión especial por poder recuperar para la carrera una subida tan espectacular y en un entorno tan fantástico. Pero la verdad es que el reducido espacio en la cima para acoger toda la infraestructura de una llegada y la falta de alguna salida alternativa que hiciera posible la evacuación de los vehículos que componen la caravana de la carrera, le habían hecho siempre desistir de su empeño por las dificultades y los riesgos a nivel organizativo que suponía. Este año, finalmente, la organización se ha decidido a asumir ese riesgo y a darnos, otra vez, a todos los cántabros, que podremos vivirlo en directo, y a los aficionados al ciclismo en general, que podrán verlo a través de la televisión, la posibilidad de disfrutar de un final de etapa tan apasionante. Imagino la cantidad de vueltas y quebraderos de cabeza que ha supuesto esta llegada para Paco Giner, Abrahan Olano, Pedro Lezaún. Ellos son los que se tienen que ocupar de estas cosas en Unipublic y los que se lo tienen que 'currar' para que todo salga a la perfección. Espero que todos seamos conscientes de que, si bien nos va a suponer una serie de inconvenientes e incomodidades el podernos acercar hasta allí para vivir en directo el final de etapa, hay que ser comprensivo y colaborar para que no haya ningún problema y la imagen de Cantabria y de la afición cántabra quede tan bien como siempre.
Mi primer recuerdo de Peña Cabarga con bicis y ciclistas es precisamente el final de etapa que la Vuelta a España vivió allí en 1979. Yo, que cuando aquello era un chavaluco que todavía no corría en bici, aunque estaba todo el día montado en ella y entre ruedas -el venenillo del ciclismo parece que lo traía de serie- iba de la mano de mi tío Vale y en compañía de Pedro, mi hermano, que sí que ya era ciclista. Nos subimos andando, como todos, los cinco kilómetros que hay desde abajo hasta la parte mas dura de la subida, esa recta que se te levanta la rueda delantera y donde parece que se te va a dar vuelta la bici. Recuerdo perfectamente los 'chepazos' que daba por allí López del Álamo, ganador de la etapa, que traía un montón de kilómetros escapado en las piernas. Parecía que se estaba pegando con un muro. Cómo buscábamos entre el grupito de cabeza a Alberto Fernández y a Angel Arroyo (con el que tuvimos la gran suerte de compartir equipo con los años). Ellos, por amistad y cercanía, eran nuestros referentes en aquellos momentos. Y recuerdo perfectamente también como un joven sprinter belga, del Teka, con el que con el tiempo también tuvimos la suerte de compartir equipo y amistad, Noel Dejonckere, colorado como un pimiento, prácticamente le tuvo que subir la gente a empujones. Y es que este no se estaba pegando con un muro, se había pegado contra él.
Como ciclista tengo que reconocer que nunca subí Peñacabarga en bici. Se conoce que la imagen de los padecimientos de Noel y compañía me dejó marcado, y como nunca he tenido la obligación de hacerlo. Sólo lo he subido dos veces y ha sido después de dejar el ciclismo profesional y por culpa de mi amigo Saúl, que cada año organizaba una comida con los amigos, pero antes había que escalar el puerto en bicicleta.
Sí que he visto ahí varias llegadas de la Vuelta a Cantabria y lo he hecho como director, en el Circuito Montañes, en una preciosa contrarreloj con salida desde Astillero.
De la subida poco hay que descubrir que no sepan ya todos los aficionados cántabros. El objetivo de todos los que se juegan la Vuelta será estar bien colocado en la entrada del puerto. Sobra decir que todos los esfuerzos extra que haya que hacer en la primera parte (los 3,5 primeros kilómetros), pueden ser un lastre demasiado grande para el final.
La carretera es muy buena, pero estrecha como para tener que recuperar muchas posiciones, por lo tanto la pelea para estar delante en el cruce de Heras va a ser muy importante. La primera parte, sin ser demasiado dura, tiene una pendiente muy constante que servirá para aclarar bastante la cabeza del grupo. Después de un llano de 500 metros para coger un poco de aire se afrontan los últimos dos kilómetros, los de verdad. Son dos kilómetros muy duros y donde ya será un sálvese quien pueda, porque este tramo es de los que agarran de verdad.
Es cierto que la evolución de los materiales, desarrollos, mejora de la carretera, y demás factores hacen que el puerto sea menos selectivo que hace unos cuantos años y que será más difícil conseguir diferencias importantes, pero en cualquier caso el escenario es ideal para vivir y disfrutar de un magnífico espectáculo ciclista.
¡Qué lo disfruten!, aunque mi amigo Enrique ya no pueda hacerlo. Y que salga todo tan bien como para que no tengamos que esperar otros 31 años para que se repita.
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