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NACHO CAVIA
Domingo, 12 de septiembre 2010, 02:24
El pequeño pueblo de Coo, en Los Corrales de Buelna, rindió homenaje póstumo a su 'maestra de toda la vida y todas las facetas'. Una reciente placa en el edificio que acoge la Junta Vecinal recordará la labor altruista de María Jesús Sáiz Trápaga, la última mecenas de un pueblo con más de 700 años de historia. Alumnas de muchas generaciones asistieron al homenaje, tan emocionadas como alegres por perpetuar su recuerdo, por aprovechar un acto así para contarles a sus nietos cómo era su maestra. Dicen sus familias que ellas, las alumnas, escriben como nadie, cosen, cantan, bailan, recitan. Y es que un ángel pasó por Coo, y como de bien nacidos es ser agradecidos, en el pueblo han querido dejar por escrito y para siempre su reconocimiento.
María Jesús Sáiz Trápaga nació en 1903 en Santander, en una familia que entonces se decía de abolengo. A ella le costó mucho que su padre consistiese para que pudiera cumplir su deseo, estudiar Magisterio y ser maestra. Pero fue tanto su empeño que al final, su padre aceptó. Comenzó su trayecto profesional en Coo en 1938. Así que han pasado varias generaciones por su manos, hasta que en los años 60 dejó su lugar a las nuevas generaciones de educadores. Ella lo fue todo para Coo en aquellos años, y el pueblo respondió con cariño.
Por eso la maestra eligió la ermita de Los Remedios para contraer matrimonio con Ceferino, su marido y cómplice en sus sueños, además del médico de todos. Precisamente el homenaje se celebró el pasado 8 de septiembre porque se conmemoraba el aniversario de esa boda ante la patrona de Coo, en la misma fecha en la que se celebra esa fiesta, la de la Virgen de los Remedios.
No faltó nadie. Los cuatro hijos de la homenajeada, muchas antiguas alumnas, la presidenta de la Junta Vecinal de Coo, Isabel Fernández Quijano, y el primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Los Corrales de Buelna, Valentín Aguado Quintial, además de otras personalidades y vecinos.
Sus alumnas contaban, y no paraban, que a María Jesús le gustaban todas las artes, música, poesía, teatro, baile regional. Y todos sus conocimientos los había trasladado a las jóvenes que pasaron por sus manos. No solo educaba y dirigía, también hacía las ropas de los actores que integraban la compañía de teatro que creo, aprovechando para los trajes sus baúles. Y el dinero recaudado sirvió para otro vestuario, el de los picayos, a quienes formó. Bueno, para eso y una nueva campana para la iglesia de San Martín.
Y en los inicios del siglo pasado sacó a los niños del pueblo, llevándoles a la capital. Todos recuerdan su excursión a Santander, a presenciar un concierto de Ataulfo Argenta con música de Manuel de Falla y actuación de Antonio el Bailarín. Les llevó a la Porticada para aficionarles a la música. Fue un privilegio en un pueblecito como aquel tener a una mujer así. Y en Coo no lo olvidan.
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