Rumbo hacia el arco iris

Iván Gutiérrez fue el más madrugador en llegar ayer al aeropuerto de Parayas, así que mata la espera enviando correos con su Blackberry. Diez minutos más tarde aparece Óscar Freire, con tan sólo una mochila al hombro. Parece mentira que se pueda ir al otro lado del mundo con sólo una mochila. El tricampeón del mundo aprovecha que todavía faltan 50 minutos para su vuelo para comprar una revista de ordenadores y otras tecnologías. Es una de sus pasiones. De camino a la cafetería, Óscar saluda a unos conocidos de sus padres. El señor le suelta: «Oscar este año tiene que llegar el cuarto. Tú puedes majo». Óscar se ríe y dice algo así como «a eso vamos». Él es muy consciente de que si el próximo día 3 de octubre logra en Melbourne (Australia) un cuarto título de campeón del mundo pasará a la historia del ciclismo como el primer corredor que logra tal gesta. Es una responsabilidad, pero al 'gran capitán de la selección española' nunca le han temblado las piernas.

Cuando llega a la cafetería del aeropuerto, Óscar se encuentra con Iván, otro con experiencia en Mundiales. Desde 1994, el de Hinojedo no se ha perdido ninguno. Y aunque para este no había sido convocado en un principio, la baja de 'Purito' de última hora le ha permitido estar en el nueve español que luchará por el oro en el Mundial. Él peleará contra un reloj. Dos zumos de naranja presiden la conversación de los internacionales cántabros con más tablas. Por cierto, invita Óscar.

En ese mismo momento Fran Ventoso llega al aeropuerto, acompañado por su madre, y con los nervios de la primera vez. Nada más plantarse delante del operario de Iberia que tiene que facturar su bicicleta, se va la luz. «Pues lo que nos faltaba», dice Ventoso soplando. Él es el único que viaja a Australia pegado a su bici, al resto se las llevan sus equipos. Cuando el ordenador de la aerolínea vuelve a funcionar, Fran factura al sprint. Deformación profesional. Llega el encuentro. Los tres cántabros que José Luis de Santos ha elegido para ir a este Mundial 2010 se saludan. Apretón de manos. «Te has perdido el zumo de naranja Fran», le dice Óscar. «Jo, macho, pensé que no llegaba... y encima se ha ido la luz cuando iba a facturar. Estoy de los nervios», contesta Ventoso sin perder la sonrisa. Está pletórico. Este va a ser su primer Mundial y llega en su mejor momento como ciclista. Fran tiene claro que va a Melbourne a trabajar para Óscar, pero también sabe sprintar y muy bien.

La conversación

Los tres hablan de lo suyo durante unos minutos. El tema de conversación, mientras posan para las fotos es el largo viaje que tendrán que hacer hasta Australia. Ellos y el resto de la expedición española parten hoy desde Madrid. «Yo fui una vez y tardé 25 horas para ir y 35 para volver, pero esta vez no sé cuántas horas van a ser, ni lo he mirado», dice Óscar. Ni falta que le hace saberlo. Lo que sí sabe muy bien es que va a Melbourne intentar ganar su cuarto Mundial. Lo demás no importa. Así son los campeones. «Son 25 horas de vuelo. Un día entero. Va a ser matador», dice Iván, muy serio. «Y hacemos una escala en Bangkok de tres horas. Así que habrá que echarle paciencia», añade Fran.

A las 15.10 horas, la megafonía rompe la animada charla. Hay que embarcar rumbo a Madrid (durmieron allí anoche con el resto de los internacionales españoles). Y hoy, rumbo a Australia, rumbo al arco iris. La madre de Fran Ventoso, un fotógrafo y una servidora despedidos a los tres corredores, no sin antes tener un pequeño incidente con un guardia de seguridad del aeropuerto que nos dice que en el aeropuerto sólo se pueden hacer fotos si los retratados son las estrellas del Real Madrid o del Barcelona.

Cuando los tres están a punto de perderse por la puerta de embarque, Blanca, la madre de Ventoso, respira hondo y grita: «¡Suerte chavales!». Y, girándose hacia nosotros, añade: «A ver si ganan el Mundial y así cuando vuelvan hay mucha gente aquí para recibirles. Yo, hagan lo que hagan, voy a venir». Es lo que tiene ser madre.