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Domingo, 26 de septiembre 2010, 02:38
Ballenas, tiburones, delfines, langostas... fueron sus compañeros de trabajo durante más de treinta años, aquellos que pasó acompañando al comandante Jacques Couestau a bordo del 'Calipso'. Fueron tiempos de aventuras, de vivencias, de sorpresas y de emociones que ni él, Michel Deloire, ni su esposa, Isabelle Mantecón, podrán olvidar nunca. Deloire, cineasta profesional y aficionado al submarinismo, dejó su carrera en tierra para acompañar al 'comandante' en sus aventuras, con el resultado de 40 documentales grabados. Con Cousteau recorrió todos los mares del mundo. Con su mujer, Isabelle, lleva veraneando en Sel de la Carrera (Luena) desde 1963.
Para ellos, este ha sido un año muy especial. Francia ha celebrado por todo lo alto el centenario del nacimiento de Jacques Cousteau (1910-1997) y Michel Deloire ha jugado un papel muy relevante en tales conmemoraciones. Entrevistas, reportajes, grabaciones... todos los medios franceses han rememorado la figura de aquel hombre -oficial naval, explorador y marino- que, con sus documentales, descubrió a medio mundo la existencia de otro medio: de otra realidad sumergida, de otros seres, de otras formas de vida. Y Michel Deloire fue el ojo -la cámara- que grabó aquellas imágenes inolvidables.
Conserva una enorme estima por Cousteau, tanto en lo profesional como en lo personal. «Sólo se pueden decir cosas buenas del comandante», dice. «Nos falta Cousteau. Nadie lo ha reemplazado».
Aficionado al submarinismo
Hasta las inmediaciones del puerto del Escudo suben la brisa del mar, el olor del salitre y el sonido de las olas que se escuchan desde el 'Calipso'. La casa, orientada al sur, fue propiedad del abuelo de Isabelle, un pasiego que a principios de siglo emigró a Francia. Después de la II Guerra Mundial, con sólo once años, Isabelle visitó España por vez primera y quedó enamorada de Sel de la Carrera. «En Francia hay pueblos bonitos, pero no son tan auténticos como este», afirma ella. Ahora, además del matrimonio vienen regularmente sus hijos y sus nietos. Una parte de la vida familiar está indudablemente ligada al municipio de Luena.
Cuando vino por primera vez en 1963, tras casarse, Deloire ya conocía España, pero no el norte de España. Había buceado con sus hermanos en Ibiza, en la costa mediterránea, en las islas Canarias. Su afición por el mundo submarino ya despuntaba. Luego Deloire completó sus estudios de ingeniería y entró en la escuela de cine. Trabajó en películas de ficción con actores como Michel Morgau y Jean Morais, muy populares en la Francia de aquellos años, hasta que conoció a Cousteau. Entonces su vida cambió para siempre.
Trabajar para el comandante
«Cuando Cousteau puso en marcha su experiencia de vida bajo el mar a 100 metros de profundidad, en una esfera cerca de Mónaco, necesitó un equipo de grabación. Ahí empezó mi aventura con Cousteau», explica Deloire. También Isabelle lo recuerda. «Fue en 1965. Mi hija tenía un año. No me dio miedo. Tenía mucha confianza en él».
«Después de aquella experiencia volví al cine tradicional, pero en 1967 el comandante firmó un contrato para filmar una serie de películas bajo el mar. Fue su primer gran trabajo. Ahí empezó con el 'Calipso'. Para hacer esas películas necesitaba un cineasta y me preguntó». En principio, se trataba de hacer una prueba. «Cousteau me contrató para dos meses y estuve con él 30 años. He hecho por lo menos 40 películas con él», afirma.
El Ártico, Alaska, el Atlántico, el Pacífico, el Amazonas, el Mississippi... «Hubo películas con momentos muy fuertes, como, por ejemplo, cuando filmamos al tiburón blanco en Australia. Fuimos muy prudentes al principio. Utilizábamos jaulas. Ahora se sabe que se puede estar bajo el agua sin temor a los tiburones. Los tiburones comen todo lo que está en la superficie del agua. Ahí te pueden hacer daño, pero en la profundidad no».
«Para filmar todo esto hay que tener muchísima paciencia. Por ejemplo, he pasado muchísimo tiempo con los pulpos para filmar su comportamiento», dice. El pulpo es, precisamente, uno de los animales que más admira Deloire, porque «es uno de los animales más evolucionados». Aun recuerda cómo colocaron una pequeña langosta en un recipiente tapado con un tapón, y un pulpo terminó por abrirlo para comerse a su presa. Las imágenes fueron algunas de las que más conmocionaron al público que seguía los documentales de Cousteau.
También las ballenas le producen admiración. «Para mí es el animal más remarcable», explica. «El ojo de la ballena, cuando lo ves... Ella se queda mirándote... Es difícil de explicar. Te mira como si te entendiera, como si comprendiera todo lo que está pasando».
Otra vez «buceamos muy profundo, muy profundo, en las Islas Fidji, y encontramos cráneos. Pero no eran humanos. Eran de animales, de mamíferos. Pensamos que fueron el resultado de un seísmo».
Pese a todo, nunca tuvo miedo. Pasó miedo de verdad en una ocasión, buceando por el interior de una gran cueva en el sur de Francia, pero no en el mar. «Tan profundo, ya no tienes miedo. En este mundo, el miedo a veces lo tienes arriba», sentencia Deloire.
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