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JUAN C. FLORES-GISPERT
Miércoles, 29 de septiembre 2010, 09:17
El príncipe Alberto de Mónaco se llevó ayer para su palacio de Montecarlo queso de Cantabria, sobaos y las archifamosas anchoas, que le regaló Miguel Ángel Revilla, presidente de la comunidad. Y una maqueta del palacio de La Magdalena, obsequio del alcalde de Santander, Íñigo de la Serna. Y se llevó también la sensación de una región que acoge con cariño a los visitantes ilustres, como sucedió con su tatarabuelo en 1909 y 1914.
Su Alteza Serenísima Alberto II Grimaldi estuvo ayer ocho horas en Cantabria, una de ellas en Santander, y recorrió los pasos de su tatarabuelo en las cuevas El Castillo, La Pasiega y Las Chimeneas. Estuvo muy simpático, se hizo fotos con muchos curiosos tanto a la salida del Mercado del Este de Santander, como del Balneario de Puente Viesgo, donde se celebró la comida, estrechó manos y firmó autógrafos. «No hay tiempo para más», dijo en perfecto castellano cuando se despidió de Puente Viesgo, ante la insistencia de una veintena de personas que tomaban el café en las terrazas del balneario y se quedaron de piedra cuando vieron salir al soberano monegasco. Le pidieron fotos, pero no había tiempo para más como dijo el príncipe, porque la visita fue relámpago y su avión (un reactor de una compañía privada) salió a las 17.45 horas de Parayas.
Alberto II habla en perfecto castellano, hasta pronuncia bien las erres, tan difícil para los francófonos. En la comida en el balneario se expresó con fluidez en nuestra lengua y ante los periodistas, en la entrada de la cueva de El Castillo lo dijo bien claro: «Cantabria es fantástica».
No era de extrañar que le pareciera una región espectacular, porque desde su avión pudo ver toda la costa de Cantabria. Lo contó ayer Revilla, con cara de agotado, a las seis y media de la tarde, acabada la visita: «el príncipe se ha ido encantado, ha sido muy emotivo para él encontrarse con la huella que dejó aquí su tatarabuelo y sus fotografías en Puente Viesgo. Se va emocionado, porque él es también un enamorado de las cuevas. Incluso se tumbó para ver las imágenes del techo».
Tan encantado que Revilla le ha invitado en junio del año próximo a venir a pescar juntos, afición compartida.
Alberto I Grimaldi, tatarabuelo de este príncipe Alberto, llegó a Santander el 21 de julio de 1909 a bordo de su barco 'Princesse Alice II', con el que navegaba en sus expediciones científicas. Alberto II llegó en avión acompañado de un reducido séquito. entre ellos su consejero privado, Didier Gamerdinger, y el director del Instituto de Paleontología Humana de París, Henry de Lumley.
En Parayas fue recibido por Revilla, el consejero de Cultura de Cantabria, Javier López Marcano; el delegado del Gobierno en funciones en la región, Miguel Mateo; el alcalde de Camargo, Ángel Duque, y el embajador de Mónaco en España, Patrick Von Klaveren. Y del aeropuerto al Mercado del Este, a visitar la exposición sobre 'Las cavernas de la región Cantábrica. Cantabria. España', montada en homenaje a Alberto I y en el centenario de su patrocinio en las cuevas de el Castillo y de la Fundación del Instituto de Paleontología Humana de París.
En Santander le esperaban Íñigo de la Serna y el concejal de Cultura, César Torrellas. Y fue en Santander donde el conocido caza autógrafos cántabro Tito González, consiguió la firma del príncipe Alberto (con esta ya sobrepasan los 400) y Leticia Cayón logró lo que pretendía, una foto con el soberano de Mónaco. Ambos se trasladaron hasta Puente Viesgo, para ver de nuevo de cerca al soberano monegasco.
En el Mercado del Este aguardaban a Alberto II, el director general de Cultura, Justo Barreda, y el director del Patronato Regional de Deportes, Fernando Castro. El guía fue el director del Museo de Prehistoria Pedro Ángel Fernández, que habló en francés. El príncipe lo miró todo, sin prisas y en las zonas interactivas participó mucho, pulsando los botones para descubrir cuál era cada una de las piezas exhibidas. Las guías, Gema y Rebeca, fueron testigos de la visitas. En el libro de visitas dio las gracias, en francés, a las autoridades de Santander y Cantabria por la visita y porque le llena de satisfacción la unión entre su tatarabuelo y Cantabria. La primera fue hace cien años, la segunda ayer. Revilla y López Marcano ya piensan en viajar hasta París para inaugurar la exposición del Mercado del Este cuando se traslade hasta la capital francesa.
El príncipe firmó en varios lugares. El libro de honor de la exposición de Santander, el libro de personalidades ilustres del balneario de Puente Viesgo, el de autoridades del Ayuntamiento de esta localidad y hasta un menú de la comida, para la esposa de Revilla, Aurora Díaz.
La visita a la cueva de El Castillo fue emotiva para el príncipe. Fue recibido por el alcalde de Puente Viesgo, Rafael Lombilla. Descubrió una placa y se fotografió con el monumento levantado en 1914 en honor a su tatarabuelo en donde aparece una frase suya «una de las glorias de España será siempre el haber contribuido de una manera tan brillante a establecer la verdadera historia de la humanidad». El guía de la visita a la cueva fue José María Ceballos del Moral, su director hasta que fue sustituido por jubilación por Marcos García Díez, también presente en la visita. No perdieron detalle las guías oficiales Estela González, Susana Gónzalez Cabrero, Cristina Díaz Castellanos, Pilar Fernández y Jose Riancho. La anterior personalidad que visitó las cuevas fue Jane Goodall, la paleontólogo inglesa experta en primates.
Comida informal
La comida se celebró en el Gran Hotel Balneario de Puente Viesgo, (cuatro estrellas) establecimiento en el que fue recibido por su propietaria María Ángeles Pérez y su director, Carlos Oti. En la comida, Revilla fue el encargado de romper la frialdad protocolaria.
Contó cuando en el año 1968 viajó desde Cantabia a Burdeos con un camión isotermo cargado de caracoles, conocedor de que en Francia estas delicias gastronómicas se pagaban muy bien. A mitad de camino, por la carretera francesa, les pitaban los otros conductores. Los caracoles habían escapado.
La anécdota dio paso al intercambio de regalos. El príncipe a Revilla una platito con el escudo de Mónaco, lo mismo que entregó al alcalde de Santander. Alberto II recibió de Revilla un facsímil del libro 'Las cuevas de la región cantábrica', editado en 1911 con patrocinio de su tatarabuelo, y un facsímil de un beato de Liébana. En la mesa, el príncipe estuvo flanqueado por Aurora Díaz, esposa de Revilla (a su derecha ) y Pilar Estrada, esposa de López Marcano. Frente a Alberto II, Miguel Ángel Revilla (presidencia de mesa a la francesa). El presidente cántabro estuvo flanqueado por Didier Gamerdinger, consejero del príncipe, y el embajador Van Klaveren. La comida se sirvió en el salón 'Río Pas' y los comensales disfrutaron. «Al príncipe le gusta la buena comida», explicó después Revilla. En el menú no faltó nada de lo cántabro, bogavante, erizos de mar, lubina de roca, solomillo, helado de queso de Villacarriedo y hojaldre de Torrelavega.
En la calle, Francisca López-Calderón Altamirano, conocida artísticamente (lo dijo ella misma) como 'Paquita de Mónaco', esperaba para darle unos churros ante la cámara del programa de Tele 5 'Vuélveme Loca', que presenta 'El torito'. No tuvo éxito, pero aprovechó para contar que es tía de Alberto de Mónaco. En realidad es tía del que fue pareja de Estefanía de Mónaco, Adam Pérez, artista de circo. 'Paquita de Mónaco' contó al público que le quiso oir que «a Estefanía le gusta mucho el jamón serrano. Y a Alberto también».
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