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Viernes, 1 de octubre 2010, 02:37
En el año 1977, un pequeño número de creadores de Cantabria (poetas, fotógrafos, narradores, músicos, actores teatrales.) se reunió en torno a Rafael Gutiérrez Colomer e Isaac Cuende, con la intención de fundar un grupo que aglutinara inquietudes, generador de actividades culturales que rompieran con los esquemas conocidos un tanto enmohecidos por el paso del tiempo, la costumbre y la desgana. El proyecto desembocó en lo que sería el grupo Cuévano. A la imaginación desbordante del inolvidable Gutiérrez Colomer, se unió el juvenil entusiasmo de Cuende. Los dos aglutinaron ilusiones y realizaron propuestas utilizando un lenguaje nuevo, no conocido en Cantabria, con acentos lúdicos, en un intento de sacar la cultura a la calle. Isaac Cuende afirmaba en unos versos: «Poeta: / hay que sacudirse el polvo./ hay que echar a andar por los caminos./ Sé hombre, poeta, siempre». Recitales poéticos y musicales, publicaciones volanderas y escenificaciones fueron llevadas a centros escolares y barrios.
A Isaac Cuende pocos le conocían en el ámbito cultural de la región. En el año 1969 había editado un breve estudio sobre la vida y la obra del poeta comillano Jesús Cancio. A partir de él, pronunció algunas conferencias tratando de difundir la obra del poeta silenciado.
En 1971 publica un libro de poemas compartido junto al poeta Jesús G. Diego, 'Poemas en carne viva'. Con una cubierta expresionista en la que sobre un fondo blanco aparecía una salpicadura de un rojo intenso, con el título en negro, Isaac presentaba 23 poemas. Algunos de ellos, tantos años después, tienen plena vigencia en la actualidad. 'La Guerra y Soldado', denunciando las muertes en los conflictos bélicos; 'La cuarentena', en el que señala el drama de los desempleados de más edad; 'La quiniela', en el que habla de los sueños reparadores que ofrecen las apuestas a los trabajadores; las críticas al imperialismo americano en poemas como 'Apolo XI' y 'USA', con homenajes a Miguel Hernández, León Felipe y Cumming. Una poesía directa, sin concesiones, escrita con un lenguaje sencillo, cargado de ironía, no exenta de una cierta amargura, con unas claras intenciones de denuncia que pretendía llegar al lector por el camino más corto.
A modo de epílogo, el libro incluye un texto bajo el título 'Hablamos de poesía'. Pequeño manifiesto en el que reflexiona sobre la relación entre el arte y la vida, la poesía entendida como vehículo de acercamiento a cosas o personas, la palabra poseedora de sonido y de silueta, la palabra poética , en definitiva, como comunicación.
En 1976 publica un nuevo libro, 'Tambores africanos'. A partir de los sucesos que tienen lugar en una mina de Rhodesia en la que tras una explosión quedan sepultados 437 mineros, de los que sólo 35 eran blancos, Cuende escribe un libro de denuncia contra el racismo. Abandona la poesía discursiva y se adentra en el experimentalismo de la poesía visual y fonética.
El diseño del libro lo realizó Xesús Vázquez y constituyó todo un alarde de originalidad y creatividad interpretando fielmente el sentido que Cuende quiso dar a la palabra. Chuchi Vázquez ya era conocido, además de cómo pintor, como un magnífico diseñador de libros. En 1972 preparó la edición del libro de Enrique Ferrer 'Por la oscura región de vuestro olvido', una muestra de su apuesta por un estilo innovador en el campo del diseño editorial.
El siguiente -y último hasta ahora- libro publicado por Cuende fue 'Poesía de superficie', un libro, como todos los suyos, inencontrable a día de hoy. Se lo publica la Delegación Provincial del Ministerio de Cultura, junto al poemario de Enrique Ferrer 'Todos hablan de que ya llegó la hora' y 'Solo de amor', de Luis Malo Macaya. De nuevo hay una preocupación por el aspecto físico del libro. Se incluyen fotos de Bernardo Riego y José Díaz, más otras apropiadas de revistas y periódicos. El prólogo lo escribe Rafael Gutiérrez Colomer. En él afirma: «Es esta una obra de madurez, de gran sabiduría, libro coherente y redondo, resultado de la fidelidad de Isaac a sí mismo y a su vida». Señalando a continuación alguna de sus claves, entre ellas, y en primer lugar, una de las constantes de la poesía de Cuende, la utilización del lenguaje coloquial.
Paralelamente a la poesía discursiva, Isaac Cuende ha trabajado en el territorio de la poesía visual. Un ejemplo fue el citado libro 'Tambores africanos'. En 1979 participó en las Jornadas de Poesía Visual organizadas por Cuévano en el Aula de Cultura de Caja Cantabria y que representaron un soplo de aire fresco en Cantabria. Intervinieron, entre otros, Pablo del Barco, Rafael de Cózar, Víctor Infantes, J. Vallés, Pedro M. de Lucía, Javier Maderuelo y Fernando Millán. Entre los creadores cántabros, además de Cuende, estuvieron Rafael Gutiérrez Colomer y los pintores Victoria Civera, Juan Uslé y Joaquín Martínez Cano. En la reciente muestra 'Escrito está. Poesía experimental en España', realizada en el Artium de Vitoria el pasado año comisariada por Fernando Millán, con una gran parte del material expuesto procedente de los fondos del coleccionista santanderino José María Lafuente, estaba representado Isaac con un cartel de las citadas jornadas que reproducía uno de sus poemas visuales más conocidos.
Otra de las líneas de creación de Isaac Cuende con la palabra ha sido el teatro. No podía ser de otra manera teniendo una imagen tan seductora con su pelo así de largo, barba entrecana, su voz tan aterciopelada, recitando como lo hacía, de esa manera tan personal, su mano extendida hacia los oyentes y diciendo: «Hoy estoy completamente a solas con mis versos.».
En 1979 estrena en la UIMP la obra 'Aviongrafía', bajo la dirección de Román Calleja, con el que colaboraría después en tantos proyectos. A partir de ese momento se sucederían los proyectos escénicos. En 1981 estrena 'Tripoder' con el grupo Caroca, dando continuidad a la colaboración con Calleja. En 1983 creó el grupo Bululú, con quien puso en escena 'Opiniones de un payaso', versión dramática suya de la novela del premio Nobel alemán Heinrich Böll (aún recuerdo la insistente música de Candilejas durante toda la obra) y 'El marinero', de Fernando Pessoa, contando para la puesta en escena con los decorados pintados por Viki Civera.
En 1984 fundó el Aula de Teatro de la Universidad de Santander, en donde dirigió 'Jacobo o la sumisión', de Ionesco. Y se fueron sucediendo los montajes: 'El espantapájaros', 'Cogito de barras', 'La Comedia total'... En 1989 funda junto a Rosa Gil Panteatro y con él estrena las piezas infantiles propias 'La luna lunática', 'Viva Arlequín', 'El reino de Matarile' y 'Arsénico Lupini', rey de los chorizos, actuando él mismo como actor. Asimismo con Panteatro, en 1998, crea el espectáculo 'Sentir Cantabria. Recital Manuel Llano'. Entre sus últimas producciones hay que destacar 'La gata negra', estrenada por Dantea en el Palacio de Festivales, 'La Sucursal' en 2005, dirigida por Francisco Valcarce, asimismo estrenada en el Palacio de Festivales con un público entregado al finalizar la obra que aplaudió larga y cariñosamente a Cuende, y Beaterías, bajo la dirección de Juan Ariño, las dos últimas interpretadas por La Machina.
Si a la relación anterior se le añaden los múltiples recitales que ha dado, solo o formando pareja con Rosa Gil, por centros culturales y educativos, dirigiendo o poniendo voz a los poemas de Gerardo Diego, Jesús Cancio, José Hierro y tantos y tantos poetas, el último de los cuales fue, en 2008, 'Versos Biodiversos' con La Machina, siendo él el autor de la dramaturgia y Francisco Valcarce el director, podemos considerar a Isaac Cuende como un hombre de la escena, un hombre del teatro.
Aun siendo extensa la relación de trabajos que he citado, y habría que añadir las publicaciones compartidas en La Ortiga con Antonio Montesino, como 'Tiempo de carnaval. Poemas satírico-burlescos de 2003', más otras menos conocidas, no me cabe la menor duda de que tendrá un montón de inéditos en las estanterías de su bohemia buhardilla santanderina que están a la espera de un editor o de un productor.
En resumen, una larga y fructífera trayectoria en el ámbito de la cultura de Cantabria con la palabra a cuestas, la escrita en sus poemas, la recitada con su voz o la de los personajes que crea en sus diálogos, tratando de establecer una corriente de comunicación con el público. Pero a la vez, con un profundo compromiso como ciudadano y como persona, con una ética rabiosamente independiente y solidaria al mismo tiempo. Un creador que ha sabido combinar lo crítico con lo lúdico y que ha sabido mantener una integridad personal y una bonhomía incluso en los años en que venían mal dadas. Un hombre que ha sido fiel a su memoria de callealtero, afirmándose en las verdades sencillas de la vida.
Entre tanto, todos los días le podemos ver sentado en un banco cerca de Puerto Chico, leyendo el periódico, abismándose mirando al mar y saludando a todos los que tanto quiere y tanto le queremos.
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