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Freire, a la izquierda de la imagen, no tuvo fuerzas en el sprint, donde Hushovd (el ciclista de la derecha) se impuso con facilidad. :: AP
Freire se descuida y Hushovd coge el oro
CICLISMO

Freire se descuida y Hushovd coge el oro

Italia rompió el Mundial al ver despistados a los españoles, que tuvieron que gastar fuerzas para llegar a un sprint que el cántabro no remató

J. GÓMEZ PEÑA

Lunes, 4 de octubre 2010, 09:56

Freire notaba algo. Estaba al otro lado del mundo, en Australia, en busca de su cuarto oro, pero algo no iba. «Todos iban pendientes de mí. Si me retrasaba un poco en el grupo, atacaban. Y la única vez que he relajado, se ha producido el ataque de Italia. Ha sido el único descuido, pero lo he pagado caro», contó. Maldijo, casi. Ese error, en el que también cayeron Samuel Sánchez y Luis León Sánchez, malgastó las fuerzas de España. Sin pinganillos ni emisoras, corrieron a ciegas. Y tropezaron. Aun así, el empeño colectivo de España logró justo al final que Freire llegara a tiempo al sprint de las medallas. Ahí, el fallo fue de sus piernas: «Me han faltado las fuerzas. Da rabia fallar al final». Acabó sexto, sin velocidad para poder pelear con el noruego Hushovd, nuevo campeón del mundo, el danés Breschel (plata) y el australiano Davis (bronce). Freire entró cabeceando. Se retirará al final de 2011. Solo le queda un Mundial y quizá ya no esté tan a mano como el de ayer.

En las antípodas, la selección española corrió al revés, cabeza abajo. Los gregarios iban por delante y los líderes, por detrás. Italia jugó al fallo español. Lo buscó, lo provocó y atinó. Tosatto desnucó el pelotón a ochenta kilómetros de la meta. Tan lejos. Por un día, los directores apenas intervenían en la carrera. Sin emisoras, volvió el ciclismo del instinto. Y claro, los italianos son caninos. Fue ver cómo Freire y Samuel Sánchez se descuidaban un momento y provocar la explosión. «La verdad es que Italia estaba dando avisos», reconoció Barredo. Los líderes españoles no escucharon la advertencia.

«Nos hemos relajado y nos han sorprendido los italianos», resumió Gárate, capitán de ruta español. Tosatto montó un grupo con sus compatriotas Pozzato, Nibali y Visconti. El circuito de Geelong olía a pólvora. Al tren italiano se sumaron pesos pesados como Gilbert, Evans, Hagen, Martin, Gerrans, Van Garderen, Hoste, Roche, Wegmann, Albasini... Toda una ristra de rematadores. En esa selección iban tres españoles: Plaza, Zubeldia y Barredo. Tipos potentes, pero sin pegada. Italia había mojado la pólvora del equipo dirigido por De Santos.

Sin emisoras, la duda

Ahí, a España le devoró la duda. ¿Qué hacer? ¿Parar a los tres de delante para sacrificarlos por detrás? ¿O exprimir a los Sánchez, a Luis León y Samuel, en beneficio de Freire? Hubo de todo: primero tiraron los Sánchez y Gárate. Luego, aprovechando un paso por los boxes, ordenaron detenerse en seco a Barredo, Zubeldia y Plaza. Sin pinganillos, España corrió como sorda, a tientas. Para recortar el minuto de desventaja que les había costado un descuido, la selección inmoló a todos sus dorsales, salvo al más valioso: Freire. El cántabro buscaba el cuarto oro, ser único y dejar atrás en el palmarés histórico a Binda, Van Steemberger y Merckx. Quedaban dos vueltas y solo Zubeldia, agotado, le escudaba.

Italia, ayudada por Bélgica y Australia, había desnudado a Freire. A solas con su tremenda clase. Muchas veces con eso le basta. Como en la Milán-San Remo. Ayer no. Iba rodeado de francotiradores como Hushovd, Breschel o Davis, que habían guardado toda su energía para el sprint. Era su única bala. Al lado de Freire estaba también el más fuerte de la carrera, Gilbert. El belga, cabalgando sobre el plato grande, masticó el primer repecho de la última vuelta. Merecía el título. Iba a por él. Pero se lo sopló el viento. Le frenó. Las medallas quedaron entonces pendientes de un sprint entre una quincena de elegidos. La situación ideal para Freire: cada uno con sus fuerzas, en una recta amplia y ligeramente inclinada. Sonaba bien. A cuarto oro. Y no. Freire se sintió sin fuerzas, sin piernas. Se las había quedado dos horas antes el único descuido que cometió. Le costó el oro, el cuarto, el histórico.

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