ESCENA IRREAL

La escena parece irreal: Ángel Agudo, un fino político curtido en mil batallas, se pasa una tarde por la Ser y le da por contar con pelos y señales la dura e histórica subida de impuestos que el Ejecutivo se propone aplicar en 2011. Pormenoriza los cuatro nuevos tramos autonómicos del IRPF para las rentas de 67.000 a 120.000 euros, el impuesto de matriculaciones, el canon de residuos y hasta el de las bolsas de plástico, y lo más curioso de todo, la revelación del consejero socialista a la opinión pública sobre la carga impositiva que prepara el Gobierno se produce sin que su presidente y al tiempo líder de los socios regionalistas tenga un conocimiento exhaustivo del alcance de las medidas y haya dado su consentimiento.

Parece increíble. Pero eso es justo lo que ayer dio a entender vagamente Revilla: que sí, que es necesario subir los impuestos para mantener las políticas esenciales del Gobierno, pero que no hay nada cerrado, que ya veremos cómo y hasta dónde. El episodio sugiere diversas interpretaciones, ninguna edificante: o la coalición gubernamental ha perdido la unidad de acción hasta en las decisiones más trascendentes o Revilla, que siempre tiende a alejarse de las malas noticias, se asustó del inmediato impacto que el asunto ha provocado en la ciudadanía y decidió desmarcarse y desautorizar al mensajero Agudo del modo menos humillante posible.

Los órganos de dirección del PSOE de Cantabria resolvieron ya hace meses que era preciso subir los impuestos, pero la crisis del AVE y los recortes de Fomento aconsejó retrasar el debate. Ya no caben más dilaciones: hay que cerrar el difícil presupuesto de 2011 y toca retratarse. En el ideario socialista, subir los impuestos nunca ha sido un problema. Y Revilla quiere gobernar con los socialistas, pero prefiere que no se le confunda con ellos, a siete meses de las elecciones y con la que está cayendo.