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El oso 'Aragón' se vuelve adicto al pan de molde
CANTABRIA

El oso 'Aragón' se vuelve adicto al pan de molde

El cachorro de Cabárceno comienza a recelar del hombre y ya no persigue a sus cuidadores. Con su glotonería, se ha resarcido del hambre que soportó en su cautiverio

TERESA COBO

Domingo, 24 de octubre 2010, 16:18

Ni carnes ni frutas ni pescados. Lo que le gusta a 'Aragón' es el pan de molde. Desde que ha descubierto que en el mundo hay miga, la quiere toda. Más que voraz, es glotón. A estas alturas, el osezno de Cabárceno se ha desquitado de la desnutrición que padeció durante los meses de cautiverio en manos de contrabandistas. El equipo veterinario le ha cambiado la dieta. Atrás ha quedado el pienso para cachorros de perro.

'Aragón' se hace mayor. En su menú ha entrado un alimento esponjoso y blando que le fascina y, hasta que no ha engullido la última migaja, ni se fija en las tajadas de vacuno o de pollo, esas que vuelven locos a los demás osos del parque. Le dan pan de molde, pero en bloque, sin cortar en rebanadas como los que venden para preparar sándwiches. Lo devora. El pan normal, en cambio, no le va tanto.

El cachorro ya pesa 30 kilos. Eso, a ojo de buen cubero, porque lo de pasarlo por la báscula cada semana para conocer su peso exacto se acabó. Nunca le gustó el trance, pero antes era manejable. «Ahora ya se revuelve y da zarpazos», explica el veterinario Santiago Borragán. Había que meterlo en un saco y no era agradable ni para él ni para quienes lo hacían, que además se ganaban su rencor. Ahora que está orondo y saludable, no es necesario un control tan estricto.

Hace casi un mes que Borragán y su equipo pesaron al osito por última vez. Tuvieron que recurrir a la triquiñuela de echarle comida dentro de un transportín para perros grandes. La báscula marcó 25 kilos con 200 gramos. 'Aragón' quedó resentido con el veterinario, que al fin y al cabo tiene que entrar después a pecho descubierto para atenderlo y, aunque no le da «ningún miedo», tampoco es cuestión de tentar la suerte ni de «hacer pasar un mal rato al animal».

El área de transición en la que aprenderá a reconocerse como oso aún no está lista. Al ritmo que crece 'Aragón', que luce un pelo espléndido y espeso, el doble recinto de cuarentena se le va a quedar pequeño. Además, la parcela donde está su caseta está cubierta de piedras y, aunque ya la utiliza menos y pasa más tiempo en la de suelo blando con hierba, le perjudica. Las plantas se le resienten con suma facilidad y enseguida cojea dolorido, como el pasado domingo.

Mientras le acondicionan el nuevo espacio desde el que verá a los plantígrados adultos, juega con botellas de plástico vacías y con su antigua bañera, reconvertida en comedero. La pone al revés y la utiliza como pedestal. Cuando se cansa, le da la vuelta a manotazos y se mete en ella como en una barquichuela. Cada día es más independiente y receloso con las personas. «Ya no corre hacia nosotros cuando entramos. Espera a que hayamos salido y entonces va hacia la comida», dice Borragán. 'Aragón' ya va captando que no es humano.

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