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Frente marítimo: de Piano y Zaera al planeamiento
TRIBUNA LIBRE

Frente marítimo: de Piano y Zaera al planeamiento

LUIS AZURMENDI

Lunes, 1 de noviembre 2010, 01:04

Con una perspectiva de futuro sería necesario generar para Santander la ilusión colectiva de una imagen contemporánea de su fachada marítima acorde con su prestigio histórico entre las ciudades atlánticas.

Santander, como ciudad portuaria, necesita impulsar una nueva estructura urbana, de ocio, cultura y servicios, vinculada al puerto que ha sido su razón de ser y de relación con las ciudades de los litorales europeos y americanos. Pocos dudarán ya de la necesidad de integrar las instalaciones portuarias a la ciudad. De ahí surgirá una renovada fachada marítima, una silueta urbana sobre la bahía llena de contenidos y abierta al mundo contemporáneo.

Hace pocos días conocimos por la prensa que prestigiosos arquitectos, como Renzo Piano y Alejandro Zaera, han sido invitados a intervenir en la ciudad con importantes proyectos en la futura ciudad portuaria. Ambos arquitectos traen, en su trayectoria profesional, de lo mejor que se conoce en las actuales ciudades marítimas: Renzo Piano con los proyectos de New Metrópolis del puerto de Ámsterdam o la esfera del Acuarium de Génova. Alejandro Zaera es bien conocido a partir de su proyecto para la Terminal Marítima del puerto de Yokohama.

Santander es una ciudad con una bahía de belleza singular. En ninguna otra observaremos tan nítidamente reflejadas en sus aguas las siluetas de la ciudad portuaria y la de su antagónica montaña. Además la silueta de la ciudad es una imagen abierta a su historia: en un extremo de su configuración lineal se instala la «ciudad industrial», al otro extremo la «ciudad balnearia». Entre ambas, en la «ciudad de servicios», destacan los hitos de la Catedral, el Puerto o La Magdalena. Pero sobre todo, uniendo ambos extremos, dando unidad a la imagen de la ciudad, se prolonga una alineación arquitectónica, cúbica y de majestuosa neutralidad, que es su «ensanche» neoclásico (1766), el Paseo de Pereda, excelente precursor de otros de mayores resonancias urbanísticas. La ciudad contemporánea, sin embargo, no ha logrado incorporarse a esa «carrera» actual de las ciudades marítimas por recuperar sus fachadas al mar con prestigiosas arquitecturas.

No tuvo suerte con su reconstrucción de los años cuarenta, tras aquel pavoroso incendio que arrasó media ciudad. Tampoco la tuvo como consecuencia de la continua agresión a la bahía por un desarrollo urbano caótico: la mitad de su extensión ha desaparecido en poco más de 50 años. Más recientemente aparecieron proyectos puntuales en la fachada marítima con desigual resultado: el Instituto y Museo Oceanográfico (1975) obra de V. Roig Forner, fue ejemplo certero entonces de la «arquitectura en hormigón visto» pero hoy desfigurado con una dudosa arquitectura. La Estación Marítima (197 1) es una singular obra del arquitecto Ricardo Lorenzo que afianza su calidad con el paso del tiempo. El Palacio de Festivales (1985), la obra del arquitecto Sáenz de Oiza, pleno de ensoñaciones epicúreas, desaprovechó la ocasión para resolver la discontinuidad del borde marítimo de la ciudad. Y los viejos testimonios como la antigua Lonja, o los restos el puerto del siglo XVI, fueron derruidos sin contemplaciones. Santander es una ciudad llena de episodios y proyectos contemporáneos frustrados en su relación con la mar.

La integración del puerto en la ciudad completará la fachada marítima y la dotará de esa imagen de ciudad contemporánea. Y si, además, hay un propósito de grandes operaciones arquitectónicas para la cultura y los servicios portuarios de la mano de las 'estrellas de la arquitectura', o simplemente de la buena arquitectura, es momento de pensar que Santander se va a incorporar a ese elenco de ciudades marítimas con tradición en la arquitectura contemporánea como lo han sido Barcelona, Lisboa, o Londres.

Pero parece oportuno recordar que la mayoría de los éxitos de otras ciudades son producto de una constante elaboración de la idea de 'frente marítimo'. Barcelona y Lisboa aprovecharon los eventos internacionales para realizar una idea de ciudad fachada pero ya elaborada con anterioridad. Había una idea colectiva e histórica, una cultura que generó una estructura administrativa y técnica, un plan urbano, que convertiría estos proyectos en un conjunto coherente con el borde marítimo. La idea de ciudad se transformó en «plan» y éste dió alojamiento a la «arquitectura de las estrellas».

Sirvan estas líneas para saludar toda iniciativa de mejora de la fachada marítima, pero para llamar la atención, también, sobre la necesidad de disponer una idea previa, de un plan que identifique a la ciudadanía con el pasado y futuro de su frente marítimo, que garantice la coherencia de la «arquitectura de las estrellas» con la ciudad y su bahía. No quiero pensar que de nuevo nos encontremos con proyectos aislados, circunstanciales, que sean una nueva lamentación sobre otra oportunidad perdida.

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