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BEGOÑA GÓMEZ MORAL
Viernes, 19 de noviembre 2010, 01:24
Debido a su trabajo como pintor y diplomático, la carrera de Rubens (Siegen 1577- Amberes 1640) estuvo estrechamente ligada a la corona española, dueña, a la sazón, de los Países Bajos meridionales donde creció. No es que ese hecho impidiese al flamenco, de actividad tan amplia como intensa, dejar importantes muestras de su creatividad arrolladora en otras ciudades y cortes de la época -Viena, Amberes, Múnich y Londres poseen colecciones destacadas- pero, con cerca de un centenar de piezas, la principal pinacoteca madrileña atesora el corpus más amplio y, posiblemente, de mayor calidad en obras fruto de su pincel. Coincidiendo con la clausura para su acondicionamiento de las ya familiares salas dedicadas a Rubens, El Prado le ha hecho protagonista de una exposición con el propósito de recordar y celebrar la magnificencia, amplitud temporal y variedad temática de esta colección compuesta por buen número de las mejores obras maestras del pintor, hitos casi todas en la historia de la pintura de Occidente. 'Lucha de San Jorge y el dragón', 'San Pablo', 'El jardín del Amor', 'Las tres Gracias' o 'Ninfas y sátiros', son sólo algunos de los ejemplos más destacados.
Con otra mirada
Por si la exhuberancia y el dinamismo en las figuras fuesen poco para abrumar y fascinar al visitante con uno solo de los lienzos, a través del montaje se ha querido transmitir la idea de «inmersión en el universo del pintor». Las obras se muestran 'marco con marco', con una separación de tan sólo 3 ó 4 centímetros entre ellas y se ordenan de acuerdo a un único criterio: el cronológico. «Es una puesta en escena arriesgada para un maestro antiguo», asevera Alejandro Vergara, responsable de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte. El visitante experimenta una suerte de conmoción barroca ante la desbordante y personalísima obra de Rubens en altas dosis: «Se trata de concentrar su impacto y devolverle la relevancia que merece y quizá se haya mitigado en la mirada del gran público».
La novedosa disposición de los cuadros permite apreciar las similitudes, los ritmos, en la repetición de las poses de sus figuras, basadas muchas de ellas en el profundo conocimiento iconográfico de la antigüedad que poseía el pintor. No en vano pasó en su juventud cerca de diez años en Mantua, Venecia y Roma estudiando la estatuaria griega y romana, además de los maestros renacentistas, que ya habían procesado en su obra ese legado. Un periodo formativo tan influyente para su pintura que se ha llegado a decir que Rubens, como pintor, es un italiano.
Con motivo de esta exposición, el Museo del Prado estrena también un documental biográfico. 'El espectáculo de la vida', dirigido por Miguel Ángel Trujillo, se ha venido realizando durante los últimos dos años. Para situar la fuerza creativa del pintor en un contexto artístico más contemporáneo, cuenta con la intervención de profesionales ajenos a la historia del arte. Israel Galván, bailaor y Premio Nacional de Danza 2005, muestra cómo el cuerpo humano es el principal instrumento del pintor para expresar emoción. Yvonne Blake, figurinista ganadora de cuatro premios Goya y de un Óscar al mejor diseño de vestuario en 1972, se ha inspirado en cuadros al crear los trajes de algunas de sus películas. Para 'Los cuatro Mosqueteros' (Richard Lester, 1974) consultó pinturas de este periodo: 'Luis XIII', 'Mariana de Austria', 'El Duque de Buckingham' y 'María de Médicis', todas ellas de Rubens o de su taller, en el que trabajaron como ayudantes Van Dyck y Jordaens, entre otros muchos.
Pieter Paulus Rubens es la antítesis del artista incomprendido. Ningún pintor de su época aunó como él talento artístico, éxito social y económico y un altísimo nivel cultural. Descrito por sus contemporáneos como un hombre «alto y de porte noble, facciones regulares y mejillas rosadas; cabello castaño y, en los ojos, el brillo de una pasión tranquila; temperamento afable no carente de un ingenio vivaz, aunque juicioso», comprendió a la perfección las claves de su tiempo y fue comprendido y apreciado por todos hasta el punto de recibir títulos nobiliarios tanto de la corona española como de la británica.
Claves del éxito
En su ideología, fue ferviente católico defensor de la Contrarreforma en una Europa consumida en luchas por el poder espiritual y terrenal. El éxito que disfrutó durante su vida se debe tanto a la capacidad de su arte para expresar la nostalgia que sentían sus coetáneos por la antigüedad como a su habilidad para ofrecerles una imagen engrandecida de sí mismos en un momento en el que los fundamentos de la cultura europea estaban en duda.
El sesgo clasicista en su pensamiento queda patente una vez más en los versos latinos que hizo inscribir en el arco de su villa renacentista: «Dejemos a los dioses el cuidado de procurarnos sus dones y de concedernos lo que más nos conviene, pues ellos quieren a los hombres más de lo que los hombres se quieren a sí mismos»; «Pidamos la salud del cuerpo y la del espíritu. Un alma fuerte que no tema a la muerte, inaccesible a la cólera y a los deseos vanos», reproducción libre de 'Juvenal' (Sátira X, de la que también procede la frase «mens sana in corpore sano»).
Representó este arco en el cuadro 'El jardín del amor', creado en 1630. A partir de esta época, el pintor abandonó casi por completo su actividad como cortesano para centrarse en los encargos del taller y en pintar para su propio disfrute. El dramatismo grandilocuente de su obra anterior se transforma en un estilo más libre y sosegado. El último trabajo iniciado por Rubens sería el lienzo 'Andrómeda y Perseo'. Falleció sin concluirlo en su casa de Amberes el 30 de mayo de 1640, a punto de cumplir los 63 años. El Barroco había perdido a uno de los pintores que mejor interpretarían sus premisas, pero su influencia permanece.
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