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NACHO GONZÁLEZ UCELAY
Miércoles, 1 de diciembre 2010, 10:03
Un equipo de investigadores del Instituto Geoló-gico y Minero de España (IGME) anunció ayer el descubrimiento de bacterias fósiles únicas en el mundo dentro de la cueva de El Soplao, que se ha convertido, sin duda, en un cofre de evidencias para quienes escrutan la vida en el pasado. El hallazgo, dicen los expertos que «de un enorme interés científico», plantea una nueva línea de investigación que concentrará su atención «durante años» en los suelos más profundos de estas cavidades, donde los investigadores han encontrado 'rocas biológicas' formadas hace 1 millón de años.
Según explicó ayer a este periódico Rafael Lozano -al frente de una investigación en la que participan Nuria Isanta, John Hellstrom y Carlos Rossi- hace cerca de un año su equipo vio un tipo de estromatolito -una roca formada por unas bacterias consideradas como las primeras evidencias de vida en nuestro planeta- «completamente desconocido hasta ahora».
Completamente desconocido porque esas bacterias no construyeron el edificio estromatológico como resultado de la fotosíntesis, dado que en las cuevas no hay luz. Lo hicieron en la oscuridad.
Así, antes de producirse este descubrimiento se sabía que estas bacterias sobrevivían en el agua mediante la fotosíntesis, algo para lo cual necesitaban la luz del Sol. Sin embargo, en El Soplao, donde obviamente no existe la luz del Sol, las bacterias oxidaban el manganeso que traía el agua y liberaban dióxido de manganeso, generando en este proceso la energía que les permitía vivir.
De esta manera, su peculiaridad, lo que hace de ellas bacterias fósiles «únicas en el mundo», es que este tipo de estromatolitos nunca se han visto dentro de una cueva. Y a pesar de que algunos de ellos tienen casi un metro de longitud, probablemente hubieran pasado inadvertidos si el equipo de Lozano no hubiera observado el suelo, que es lo que hizo.
«Generalmente, cuando uno entra en una cueva, mira a los techos y mira a las paredes, pero rara vez mira a los suelos». Y allí estaban. Por eso, «no sería de extrañar que a partir de este descubrimiento se produzcan otros».
En perfecto estado
Según precisan los descubridores, cuyo hallazgo fue publicado recientemente por la prestigiosa revista científica 'Geology', los estromatolitos encontrados dentro de la cueva de El Soplao tienen aproximadamente un millón de años. Pero «como se conservan en dióxido de manganeso», están en perfecto estado», apunta Lozano, que advierte que el estudio de las bacterias puede ayudar «muchísimo» a todos aquellos que estudian el origen del planeta en cualquiera de sus vertientes.
De hecho, y según hace constar en el informe del descubrimiento que ha emitido el Instituto Geológico y Minero de España, «la inusual y excelente conservación de estas bacterias fósiles ha permitido justificar el origen biológico de estos materiales».
El documento recuerda que la materia orgánica de las células bacterianas «se degrada muy pronto», los microorganismos «desaparecen rápidamente» y, además, las bacterias «son unas 100 veces más pequeñas que el grosor de un cabello», por lo que el hecho de que los restos fósiles de microorganismos hallados en El Soplao sean abundantes y, en muchos casos, estén tan perfectamente conservados, «ha supuesto una de las claves de este hallazgo», que constituye, dice, «un avance en el conocimiento de la actividad de microbios extremófilos especializados en oxidar el manganeso».
Asimismo, este nuevo hallazgo en las entrañas de El Soplao aporta también «nuevas claves» para comprender las condiciones de formación de los estromatolitos fósiles de hierro y de manganeso que se preservan en rocas de hace más de 2.000 años, claves a las que los expertos intentarán sacar el máximo partido en cuanto comiencen a pisar esa nueva línea de investigación que ha abierto un descubrimiento celebrado también por el Gobierno regional.
«Tiene tanto interés científico, o más, que el del ámbar», aseguraba ayer el consejero de Cultura, Francisco Javier López Marcano, para quien este nuevo hallazgo dentro de la cavidad «no tendrá quizá la relevancia estética y la plasticidad que tuvo el anterior», pero, desde el punto de vista científico, «es muy destacable».
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