
Secciones
Servicios
Destacamos
JOSÉ AHUMADA
Lunes, 27 de diciembre 2010, 11:24
Marc R. Soto (Santander, 1976) dice que no quiere ser escritor de terror, pero también reconoce que no puede evitar comprar una bolsa de patatas fritas y encontrarse un dedo cortado dentro. Multipremiado por sus historias pavorosas, se está forjando todo un nombre en el género. Acaba de publicar un relato en la antología 'Aquelarre' -título que ya advierte del contenido- y este próximo año saldrá editada su novela 'Largas noches de lluvia'.
-Escribiendo historias espeluznantes, su otra profesión debería haber sido carnicero, no informático.
-La gente siempre se sorprende cuando les dices que eres escritor, te das cuenta de que te miran de otra manera, como si fueras un bicho raro, uno de esos cangrejos ermitaños que inevitablemente encuentras al escarbar con un alfiler en una ración de caracolillos. Pero lo cierto es que no somos raros en absoluto. No somos tan diferentes de quien dedica su tiempo libre a la papiroflexia o a cuidar de forma artística su jardín. Pero te miran raro, como te decía. Quizá por eso siempre que me preguntan a qué me dedico prefiero decir que soy programador. Al fin y al cabo, la informática y la literatura son mis dos grandes obsesiones desde que en mi infancia aprendí a programar en un ZX Spectrum y, aproximadamente por la misma época, descubrí a Stephen King.
-¿La literatura es una afición o lleva camino de convertirse en ocupación seria?
-Un hobby, una pasión, siempre lo ha sido y sospecho que incluso aunque me dedicara a la literatura a tiempo completo mi respuesta seguiría siendo la misma. Es más, sospecho que cualquier artista (profesional o no), te diría lo mismo. Lo cual no quita para que la exigencia y la autocrítica con la que siempre me enfrento al procesador de textos y a las revisiones no tenga nada de hobby. Quizá algún día sea una ocupación a tiempo completo (y si eso ocurre, la informática será mi válvula de escape, sospecho), pero no es algo que me obsesione. En cierto modo, el hecho de no depender económicamente de lo que escribo me da una libertad de la que, a buen seguro, no disfrutaría si la literatura fuera mi único sustento.
-¿Se siente cómodo siendo 'escritor de terror'?
-Terror, terror, terror. todo el mundo me dice que soy un escritor de terror y no me creen cuando afirmo que no me gusta el terror: no leo terror ni veo por sistema cuanta película de terror se estrena. Por desgracia, cuando escribo no es así. Al final, y por mucho que me esfuerce por evitarlo, en todas mis historias acaba apareciendo un sesgo terrorífico. En una ocasión me impuse como 'deberes' escribir un relato totalmente feliz, de principio a fin. Trataría sobre un joven que vuelve a casa y le dice a su esposa que le han hecho fijo en el trabajo de sus sueños, sólo para encontrarse con que su esposa, por fin y tras muchos esfuerzos, ha quedado en estado. La historia terminaría con una escena catártica de pura felicidad, pura luz. Bien, lo escribí y, ¿sabes cuál fue el título? 'Todo muere', así se titulaba, como el estribillo de 'Atlantic City', de Bruce Springsteen. Y lo gracioso es que el relato era feliz, pero si lo leías detenidamente te dabas cuenta de que tres meses después de la noticia, la vida de la feliz pareja se iba a convertir en un infierno: todas las pistas estaban ahí, escritas, sin que yo me hubiera dado cuenta.
-Cita con frecuencia a Stephen King, cuando lo habitual es sentir repelús ante un autor tan comercial...
-Soy consciente de que suena raro que a alguien como yo, que afirma que no le gusta el terror, le encante Stephen King. Supongo que podría decir que Stephen King me gusta a pesar de que escribe terror. En ese sentido, las historias que ha escrito y más me han conmovido no tienen nada que ver con el terror. Seguro que muchos de los lectores de esta entrevista han visto 'Cadena Perpetua' y les ha encantado, pero me pregunto cuántos saben que es una adaptación tremendamente fidedigna de 'Rita Hayworth y la redención de Shawshank', de Stephen King. Su mayor pecado parece haber sido vender mucho. Es un escritor popular, como lo fueron Dickens y Dumas en su día. Si alcanzará o no el mismo Olimpo que ellos han alcanzado es algo que sólo dirá el tiempo.
-Influencias, inspiración,... ¿de dónde vienen las ideas para los relatos?
-Todo cuanto leo me influye, es algo inevitable, aunque con los años el estilo se va puliendo y haciendo cada vez más y más personal. Tuve una temporada terriblemente stephenkingiana y luego otra mucho más cortazariana y así con todos los autores de los que he disfrutado y a los que he admirado. Es algo inevitable. Al final, con todo escritor es posible dibujar un mapa con sus autores favoritos. Si ese autor tiene un estilo propio, lo más seguro es que ese estilo esté en el centro del mapa que acabamos de dibujar. La inspiración es algo mucho más personal. Puede ser cualquier cosa: una noticia en un periódico, una anécdota que te cuenta un amigo (por lo general, la clase de anécdota que NO empieza con un «tío, escucha esto, que da para un relato buenísimo»). Por lo general una idea te lleva a otra que a su vez se asocia con una tercera. Durante un tiempo solía llamar a esas ideas «divergencias», y es la idea que subyace en mi último libro, 'El hombre divergente'. Un ejemplo: en una ocasión, estando en la cama ya tarde con mi pareja, se me metió en la cabeza una idea, simple, rotunda y aterradora: «¿Y si mañana, cuando despierte, ella está muerta?». Recuerdo que ella estaba dormida, con la cabeza apoyada en mi pecho y durante horas no me pude sacar aquella idea de la cabeza. Todos mis pensamientos giraban en círculos. ¿Y si la toco y está fría? ¿Y si suena el despertador y ella no se mueve? ¿Cuánto tardaré en moverla y salir de dudas mientras el despertador sigue tintineando en la habitación a oscuras? Es la clase de terror que posiblemente sea intemporal.
-Entonces, ¿prefiere un terror abstracto a otro 'mecánico' como el de un sacamantecas?
-El terror es algo que forma parte del ser humano, que está ahí, en nuestro día a día, aunque en ocasiones no nos demos cuenta de él, y si no pregúntale a la madre que un sábado por la noche espera en la cama con los ojos abiertos como platos a que suene la puerta de la entrada, porque su hijo de quince años aún no ha regresado. Miedo a sentir dolor, miedo a que mueran nuestro seres queridos, miedo a quedarse en el paro, miedo a no estar a la altura, a no llegar a fin de mes, a no poder pagar el alquiler, miedo a que ese bulto que acabamos de encontrarnos sea un tumor maligno. Ése es el terror que me gusta, porque es el terror que siento (que sentimos todos) día a día. El resto, los arquetipos del terror como vampiros, fantasmas, zombies. son herramientas de trabajo.
-De modo que los espectros y monstruos siguen funcionando.
-Funcionan, funcionan perfectamente y seguirán funcionando siempre. Son arquetipos, y arquetipos muy potentes. Por supuesto, si preguntas por ahí todo el mundo te dirá que no cree en vampiros, ni en fantasmas ni en casas encantadas. La civilización ha conseguido extender una capa de pintura blanca sobre los miedos de la gente, pero rasca un poco y comprobarás que los viejos terrores atávicos siguen estando ahí. No estamos tan lejos del mono que descendió de los árboles como nos gusta creer. Y en cualquier caso, aunque no fuera así, simbólicamente todos esos arquetipos son tan útiles, están tan preñados de posibilidades que sería absurdo darles la espalda.
-¡Qué manía tiene la gente de pasarlo mal con historias de terror!
-Imagínate que, siendo una persona sana, estuvieras obligado a estar siempre sentado. Cada hora y cada minuto de tu día. Estar sentado es mucho más cómodo que estar de pie, ¿no es así? Pero si nuestra vida transcurriera de ese modo, siempre en un sofá, ¿no sentiríamos placer al levantarnos y dar un paseo? Con el terror pasa lo mismo. Estamos diseñados para sentir terror, tenemos el equipamiento necesario porque, de lo contrario, jamás habríamos prosperado como especie. Sin embargo, en la vida moderna tenemos pocas ocasiones de ejercitar ese 'músculo'. Así que vamos a los cines, donde pagamos gustosamente por que nos asusten un rato, por sentir lo que sentían nuestros antepasados al sospechar que había un depredador cerca sin el riesgo de que un par de colmillos nos desgarren de pronto el cuello.
-La antología 'Aquelarre'. ¿En qué consiste su aportación al libro?
-El relato con el que participo se titula 'Gatomaquia', que escribí hace algunos años y que es uno de los que más orgulloso me siento. En una antología de terror donde se pueden encontrar relatos de todos los pelajes. La historia que cuenta es bien sencilla: En un patio de prisión, Esteban le cuenta a su compañero de celda cómo un buen día le regaló un gato a su mujer y raíz de entonces su vida se transformó en un infierno. Es un relato fuertemente oral, que fue escrito precisamente para ser leído en voz alta y que, de hecho, emitimos en la emisora de mi pueblo, Los Corrales de Buelna (Valle de Buelna FM). Durante una semana y en fragmentos de 20 minutos, fuimos leyéndola. Fue un éxito y, lo más gracioso de todo fue que el viernes, terminada ya la emisión del relato, me encontraba de vez en cuando por la calle con gente a la que no conocía de nada pero que se me acercaba para decir: «Oye, tú eres el del relato de la radio, ¿no? Pues tienes que decirme cómo acababa lo del gato, que hoy no he podido escucharlo.». El tema de 'Gatomaquia' es una de mis obsesiones favoritas, por así decirlo: ¿Somos tan distintos de ese maltratador cuyos vecinos acaban saliendo siempre en el telediario diciendo que no entienden cómo ha podido pasar, que era un hombre encantador? Un intento de 'comprender' el monstruo que no se ve a sí mismo como tal, sino como una víctima de los acontecimientos, alguien con una terrible mala suerte.
- En 2011 publica 'Largas noches de lluvia'. Un adelanto, por favor.
-Es una novela muy complicada de la que estoy enamorado como un colegial. Una historia con un muchísimas historias en su interior: el amor de un padre hacia su hija y lo que ese amor le lleva a hacer; el viaje de una mujer madura por superar un pasado horrible que la ha marcado de por vida; la historia de una anciana que durante los últimos cuarenta años ha tenido a todo un pueblo sometido a su voluntad y la lucha del doctor del pueblo (un doctor un tanto particular guiado por lo que él llama 'Las Hermanitas') por destruir esa influencia. Una novela muy complicada, como te decía, que narra los acontecimientos de un pueblo desde la posguerra hasta los años ochenta. Y, sí, me temo que tendrá bastantes elementos terroríficos. No era lo que pretendía cuando la comencé, pero al final dichos elementos aparecieron por sí mismos.
-Aparte de la pregunta obligada sobre los próximos proyectos, ¿ha pensado en un salto de género? Circula por ahí una poesía suya...
-¿Poesía? Me encanta la poesía, pero me temo que no es mi campo. Jugueteé con ella cuando tenía quince años, pero nunca me la he tomado en serio. O quizá es que siempre me la he tomado demasiado en serio, vete a saber. No me veo a mí mismo dejando de escribir narrativa para pasarme a la lírica, la verdad. Creo que para poder escribir poesía es necesario una forma específica de pensar, de ver, de la que yo carezco por completo. En cuanto a futuros proyectos, los tengo por supuesto. Dos novelas empezadas, otra antología de relatos, seguir publicando en revistas (en España y en Estados Unidos, donde parece que la puerta se ha abierto, aunque sea solo un poco), charlas. Me sobran proyectos y me falta tiempo, por desgracia. ¿Algún mecenas en la sala.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.