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NACHO CAVIA
Lunes, 3 de enero 2011, 20:01
La Vijanera demostró ayer que hace falta mucho más que una pertinaz lluvia para deslucir una de las fiestas más arraigadas en las costumbres de Cantabria. Miles de personas desafiaron a la lluvia incesante y disfrutaron de una mascarada que ofreció más personajes y más participantes que en los últimos años. En su segundo año como Fiesta de Interés Turístico Nacional, el primer carnaval de todo el viejo continente volvió a reunir a fieles seguidores llegados desde distintos puntos de la geografía nacional, rendidos a un rito entre lo humano y lo natural.
Cerca de 90 personajes, todos hombres, ataviados de las más diversas maneras, y todos de la Asociación Cultural de Amigos de la Vijanera, artífice de la recuperación de esta costumbre ancestral, recorrieron las calles del pueblo seguidos por un público absorto por el espectáculo. Aunque a algunos les costó coger el ritmo, porque la comitiva principal, la que salió de las antiguas escuelas, sede de la asociación organizadora, cambió el sentido tradicional de la marcha y, por primer año se dirigió hacia el norte, cogiendo a muchos a contrapié. Pero el orden de la marcha no alteró el producto final, y, por otro camino, esa comitiva pasó por la plaza de la iglesia, abarrotada de público.
Aparece el oso
Allí se unió al otro grupo, más zarramacos que escoltaban al Amo y al Oso, que descendían del monte. Tras la 'caza' del Oso, la comitiva pasó por la plaza de Santiago, donde les miraba por primera vez el zarramaco en bronce que preside esa plaza y custodia el museo de La Vijanera, abierto en verano.
Como manda la tradición, todos, vijaneros y público, se dirigieron a los límites con el pueblo vecino (Santián, también en el municipio de Molledo), hacia la Raya, en la que se pidió paz o guerra y se volvió a danzar a ritmo de campanos. Y como viene sucediendo en los últimos años, venció la fiesta y todos se rindieron a un año de paz.
El nutrido desfile se adentró de nuevo en el pueblo, siempre entre danzas y chanzas, para culminar con la llegada a la campa, donde se leyeron las hasta ayer secretas coplas. En el mismo escenario tuvo lugar el Parto de la Preñá, premonitorio de un año de bienes.
Y para finalizar, la victoria del bien sobre el mal, la culminación de la fiesta con los zarramacos abatiendo al oso al pie de la iglesia parroquial, siempre acompañados, a lo largo de todo el recorrido, por el amo, el húngaro, los traperos, la pepona, la madama o el mancebo, todos envueltos en trajes de marcado corte rural, hechos con elementos propios de las labores cotidianas y la naturaleza de la zona.
Eso sí, este año más y más vistosos trajes basados en la naturaleza y, como vistosa, la Giralda, un gigante que llamó la atención de todos los asistentes.
Cocido para todos
Todo acabó como empezó, con sabor a buena y tradicional fiesta, al ritmo de los campanos, de una celebración que nunca es igual al año anterior y nunca deja de sorprender a quienes la contemplan. La lluvia y el frío, además del largo periplo, abrieron el apetito, pero también para eso había solución, reparto de raciones de cocido montañés para cuantos se mantuvieron firmes hasta el final. Y si el efecto llamada entre los fieles fue tan alto como siempre, en año de elecciones, los políticos acudieron en masa. Entre ellos, el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla; la vicepresidenta, Dolores Gorostiaga; el consejero de Cultura, Turismo y Deporte, Francisco Javier López Marcano; la consejera de Educación, Rosa Eva Díaz Tezanos; la directora de la Dirección General de la Mujer, Ana Isabel Méndez; diputados, concejales, y, como no, la alcaldesa de Molledo, Teresa Montero, y el pedáneo de Silió, Salvador García Ceballos, casi todos protagonistas de las ácidas coplas de los vijaneros, al final de la mañana.
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