

Secciones
Servicios
Destacamos
MAXI DE LA PEÑA
Viernes, 4 de febrero 2011, 12:48
La elaboración artesanal de campanos en el valle de Lamasón se remonta a tiempos inmemoriales, y mantiene en la actualidad su último vestigio en la familia Agüeros. Justiniano 'Nano' Agüeros es el seguidor de la saga familiar que iniciara a principios del siglo pasado su abuelo Justiniano (apellidado igualmente Agüeros, aunque por una rama diferente), quien transmitió todo su conocimiento a su hija Sara. Ésta a su vez se casó con Fidel Agüeros, quien, durante todo el siglo XX fue afamado campanero que supo conservar la esencia de la elaboración artesanal de los campanos lamasoniegos. En la actualidad, en esta época de globalización, caracterizada por la profunda transformación del sector ganadero de Cantabria, de la fragua situada al pie del río Tanea continúan naciendo cada año al pie de un centenar de nuevas voces, todas diferentes, que inundan con su característico sonido los montes de los valles cántabros.
«El proceso artesanal tiene su antecedente en la elaboración del carbón vegetal utilizando técnicas ancestrales. Si bien la moderna motosierra y los tractores han sustituido al tronzador y el transporte animal en cuanto al corte y acarreo de las 'estillas' (trozos de madera) que van a ser quemados, lo fundamental del proceso se mantiene en su esencia más pura», comenta Luis Ángel Agüeros, hijo de Nano y experto en temas tradicionales. Así lo atestiguan el mantenimiento de la 'joya', hoyo donde se produce la combustión de la madera, a diferencia de otros lugares de la zona oriental, donde las carboneras se realizan en superficie y no bajo tierra, el encendido con ramas de brezo secas que permiten mantener el fuego vivo durante todo el proceso, la colocación en posición vertical de todas las 'estillas', el control visual de la temperatura exacta a partir de la que puede considerarse como perfecta la combustión, «y, sobre todo, el tapado de este hoyo mediante céspedes rápida y meticulosamente superpuestos sobre el fuego incandescente para lograr un apagado instantáneo y uniforme», comenta este también cantador y coleccionista de discos de folclore cántabro.
A los pocos días de la quema de la leña (normalmente de roble seco), se procede a su extracción manual, utilizando para su transporte grandes sacas que en el pasado sirvieron para el transporte de azúcar, constituyendo el carbón vegetal así obtenido el combustible necesario para el horno en el que, a partir de una chapa de hierro debidamente moldeada, se obtendrá un campano con su característica voz timbrada.
El único elemento novedoso del proceso que ha trascendido al siglo XXI es la existencia de un pequeño horno eléctrico que sustituyó al enorme fuelle que, no sin gran esfuerzo y con un obligado y riguroso turno de sopladores, permitía mantener o avivar la llama del horno a la temperatura necesaria. «La elaboración de la forma característica de los campanos comienza por el corte de las chapas de hierro, para, una vez calentadas en su zona central, ser dobladas en el yunque a fuerza de martillo, el cual dará la forma definitiva al mismo, para posteriormente, añadirle el resto de piezas», dice Agüeros.
Sobrelapeña
Una vez elaborado el campano, éste ha de envolverse e una torta de barro rigurosamente amasada. El barro mineral utilizado proviene de la zona de Sobrelapeña, municipio de Lamasón, y previa pulverización manual con un 'mallu' o mazo de madera, se mezcla con agua del río Tanea y se amasa con la azada en un cocino de piedra. Una vez debidamente amasado, se elabora una torta con hierba especial, se calcula la cantidad de cobre a añadir en función de la medida del campano, y se procede a envolverlo, dejando únicamente un orificio para que el campano respire en el horno. Posteriormente, se introduce al horno donde, a la temperatura de 1.083 grados el cobre se funde y, una vez en estado líquido, comienza a distribuirse por toda la superficie del campano. Es esta la fase más delicada del proceso, pues si el campano se extrae antes de tiempo, éste quedará sin hacer, y habrá de repetirse la operación. Luis Ángel Agüeros agrega que «si se mantiene más tiempo del necesario, se quemará la chapa del campano, o la torta de barro comenzará a quebrarse, escapándose el cobre líquido y resultando inútil igualmente la operación».
Alcanzada la temperatura óptima de fusión, se extrae el campano del horno y comienza a moverse por todo el suelo de la fragua con objeto de distribuir uniformemente el cobre líquido por toda su superficie, pues de una distribución igual se obtendrá una mayor sonoridad. Una vez frío, se procede a romper la torta de barro en el río y a extraer el y limpiar el campano, que ya llevará adherido de por vida el cobre que le dará su voz característica A continuación, y ya con el badajo o majuelo, comienza el golpeo sistemático con el martillo para «sacar» la voz caracterísitica, siendo frecuente el «emparejamiento» de voces de dos o más campanos, de manera que su toque simultáneo produzca u sonido complementario y agradable al oído.
Una vez obtenida la forma definitiva, se le añade un collar de piel y, en los últimos tiempos, es frecuente el grabado de las iniciales o nombre del propietario en la parte frontal.
Otros con renombre
Si en la zona occidental de Cantabria sólo en Lamasón continúan haciéndose campanos, en la zona del Besaya quedan algunos campaneros en activo, destacando por su fama el fallecido Pedro Buenaga, cuyos hijos continúan igualmente la saga familiar. Benjamín Buenaga, o los campaneros de la zona de Silió continúan con la tradición.
A pesar de ello, la elaboración artesanal es ya minoritaria, y los campaneros tradicionales critican la introducción de campanos con baño electrolítico, mucho más vistosos a primera vista, pero de vida útil mucho más reducida al no ser artesanales.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.