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TEODORO SAN JOSÉ
Domingo, 13 de febrero 2011, 15:17
Todo el mundo aprendió en la escuela que Cantabria se halla bajo la influencia de dos tipos de climas, «el atlántico moderado en la mayor parte de su territorio y el continental más riguroso en el sur», decían los textos de antaño. Y a nadie le es ajeno que el tiempo que se registra en Suances o Gama, por ejemplo, en nada se parece al que se da en Mataporquera o Polientes. Por no hablar del microclima que siempre se atribuyó y disfrutan en Liébana.
Tales diferencias climáticas hacen que a lo largo de la región, y en un año normal, se den contrastes de 55 grados de temperaturas entre un lugar y otro y en puntos que están separados por no más de veinte kilómetros. Sin ir más lejos, de Cubillo de Ebro, en Valderredible, a Mataporquera (Valdeolea). Esa amplitud térmica se dispara hasta los 66 grados si aplicamos los valores absolutos históricos de ambos extremos de los que se tienen registro en Cantabria.
Y es que en un territorio de aproximadamente cien kilómetros de largo por ciento sesenta de ancho como lo es el cántabro caben, sin embargo, ésas y otras variaciones en cierto modo sorprendentes. Y no solo de temperaturas. Mientras en Santander llueve la mitad de los días del año, en Castrillo de Valdelomar solo uno de cada tres. O como que en la Montaña Pasiega cae cuatro veces más de agua de lo que se recoge en Valderredible al cabo del año.
LLUVIA
180 días de media al año
Y es que, en general, en Cantabria llueve mucho y muchos días. Tanto como entre 180 y 200 días al año en la mayor parte de la región. Los vientos predominantes del Noroeste empujan aire húmedo del mar contra la cordillera y mientras la superan las nubes descargan agua antes de continuar, casi secas, hacia Castilla. Y eso se nota ya en Reinosa, donde el número de días al año con precipitaciones disminuye a 170, y más aún a medida que seguimos hacia el sur, como en Castrillo de Valdelomar (Valderredible). Allí el paraguas sólo les resulta imprescindible 150 días.
Las diferencias en la región se hacen evidentes de unas comarcas a otras. Porque los 600 litros por metro cuadrado de precipitación anual media que caen en la comarca más sureña de Cantabria quedan muy lejos de los 2.500 litros que se recogen de media al año en las montañas pasiegas, una de las zonas más lluviosas de España, con San Roque de Riomiera a la cabeza (2.378 litros).
En aquella zona, en base a los datos aportados durante 43 años por Evangelina Acebo y Clemente Fernández, colaboradores de Aemet, no ha habido ningún mes sin lluvia. Lo cierto es que en Cantabria son contados los meses en los que no se ha recogido nada de agua; la única excepción se dio en Castrillo de Valdelomar: la serie pluviométrica elaborada durante más de cuatro décadas por Andrés Fernández sólo ha registrado tres meses de julio y un agosto sin precipitación.
En Santander, los días de lluvia al año son 180. Ahora bien, aunque la fama se ajusta a los hechos, el resultado es bien distinto al que parece. Ramón Celis, jefe de sección de Climatología de la delegación en Cantabria de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), desde la que se aportan todos estos datos, puntualiza que en la mitad de las jornadas tales precipitaciones duran menos de tres horas. Y dado que la probabilidad de que llueva es la misma de día que de noche, gran cantidad de esas lluvias pasan desapercibidas. Tanto que muchos incluso son días de playa. Como suena. Así que del dicho al hecho, va mucho trecho.
Todo lo que cae al año sobre la capital de la región (1.268 litros por metro cuadrado de media) sería tanto como casi tres veces lo que se recoge en Madrid (456 litros) o Málaga (587). Pero en comparación con otras ciudades del Norte, por ejemplo, queda por debajo de los valores que se dan en San Sebastián (1.581 litros) o Vigo (1.954).
VIENTO
El Sur, protagonista
De otoño a finales de invierno, en Cantabria entra intermitentemente en escena meteorológica otro protagonista, el viento Sur. Su papel es el de secante frente a la humedad y aporta treguas de calor y sol en medio de los rigores invernales.
Ese viento, que arrastra aire húmedo atlántico por el valle del Duero arriba va dejando precipitaciones por toda Castilla hasta que sortea la Cordillera y desciende luego hacia el Cantábrico cálido y seco. Es el denominado 'efecto Foehn'. Cuando lo hace de forma veloz, su comportamiento provoca no pocos problemas a los ciudadanos y, de paso, a los servicios de Protección Civil por la incidencia en árboles, muros y otros frentes al pairo del viento. Y si por medio se encuentra con un fuego o un incendio, su combinación puede resultar muy peligrosa y letal. A nadie se le escapa que el incendio que en febrero de 1941 destruyó medio Santander lo avivó, precisamente, el viento sur. No quedan mediciones de la velocidad que alcanzó el viento (que se encargó de destrozar los anemómetros), pero se estima que aquel 15 de febrero hubo rachas por encima de los 180 kilómetros por hora.
Más recientemente, bajo la influencia del Sur se han registrado en Cantabria rachas de hasta 172 kilómetros por hora (diciembre de 1999 en Santander) e incluso hasta los 246 kilómetros por hora en el Mirador del Cable, en Fuente Dé, a 1.919 metros de altitud, en febrero del año pasado, con el paso del 'Xynthia', medición ésta última procedente de la estación del Parque Nacional de los Picos de Europa.
TEMPERATURAS
Amplias diferencias
Bajo la influencia del Sur, no es raro, como señala Celis, que mientras el resto de la Península tirita de frío en pleno invierno, en Cantabria se alcancen temperaturas veraniegas, con valores máximos en torno a los 25 grados. E incluso mayores en situaciones concretas, como la que se dio en pleno mes de febrero de 1990: en Torrelavega, por ejemplo, el día 23 soportaron 29 grados, y 26 en otros puntos como Santander, Cabezón de la Sal o Tama.
Cuando ese viento aparece por estas latitudes en verano, supone el no va más. El Sur puede disparar los termómetros por encima de los 35 grados. Se han dado registros como 37º en Parayas en junio de 1968; 39,5º en Torrelavega en septiembre del 87, o 40º en agosto de 1943, que es la temperatura máxima alcanzada nunca en la capital de Cantabria. Pero el récord regional en este apartado lo ostenta Potes, con 41º no hace muchos años (4 de agosto de 2003).
Pero Celis califica estas situaciones de excepcionales. Lo que caracteriza el periodo estival en Cantabria es la suavidad en las temperaturas. La brisa marina las atempera, aunque a medida que entramos hacia el interior se extreman los valores en el termómetro. Por ejemplo, en Santander rara vez se superan los agradables 25 grados en verano. Pero en Valdeolea y Valderredible las máximas suelen acercarse a los 40 grados que hacen sudar la gota gorda; en Campoo ocasionalmente superan los 35º.
En el otro polo, el del frío, claro, las diferencias vuelven a ser abismales. Cerca de la costa, raro son los días que hiela. En Reinosa y Mataporquera, además de abrigo, bufanda y ropa térmica, nunca sobra nada, incluso calzado especial, pues las mínimas todos los años bajan a menudo de los -10º.
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