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JOSÉ CARLOS ROJO
Martes, 29 de marzo 2011, 11:16
Charles Darwin lo observó hace tiempo en su texto 'La expresión de las emociones en el hombre y en los animales': la sonrisa es uno de los rasgos característicos y exclusivos de la raza humana. Un carácter demonizado por la cultura en ciertas épocas, y que hoy día vertebra terapias para mejorar la salud física y psíquica. «El primer acercamiento a la sonrisa lo encontramos en la escultura griega arcaica. Luego, su práctica desapareció durante siglos. No fue hasta el Renacimiento cuando volvió a aflorar», resume sobre la historia el médico pediatra Agustín Rollán, que hace unos días estuvo en la Universidad de Cantabria para impartir una conferencia dentro del programa de actividades del XXIX Curso de Asistencia Primaria en pediatría.
El especialista en niños desgranó los beneficios del buen humor. «Algo que, en el bebé, tiene mucho que ver con el cuidado y el cariño y que, por tanto, es síntoma inequívoco de una buena salud. Eso también ocurre en la edad adulta», aseveró el experto, invitado a un ciclo dirigido por la profesora titular de pediatría de la UC, María José Lozano.
«Creo que la salud es una; no se divide en física y psicológica», afirma el médico. «Y en este sentido, no habría que preocuparse por los beneficios de este signo de felicidad, sino más bien por el desarrollo del lactante que no ríe. El investigador Spitz, con varias publicaciones sobre este asunto, describió en los años 50 del pasado siglo cómo la pérdida de la sonrisa era, con frecuencia, el primer síntoma de grave depresión del lactante con la privación de cariño», agrega.
Porque el trabajo que ha de realizarse con los bebés no es tanto psicológico como de atención. «Lo que necesitan los niños pequeños no es tratamiento psicológico, sino más cariño y cuidados», argumenta uno de los ponentes del curso, que también contó con la participación de Víctor Canduela, del hospital de Laredo; Paz Martínez Solana, del Centro de Salud de El Astillero, y Belén Martínez-Herrera, del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla.
Punto de encuentro
La longevidad del curso, uno de los varios programas de formación continua complementaria que el campus abre también al colectivo profesional, encuentra respuesta por su utilidad como actualizador de los avances relacionados con el entorno pediátrico. «Además, a estas alturas supone ya un punto de encuentro de todas las personas y profesionales que nos dedicamos de una u otra manera a esta profesión, y eso nos ayuda a intercambiar opiniones y experiencias con los compañeros», señala María José Lozano.
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