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El escultor canario Martín Chirino, durante la presentación de una exposición. :: DIEGO CHIRINO
«Sin la escultura no podría interpretar el mundo»
ESCULTURA

«Sin la escultura no podría interpretar el mundo»

Martín Chirino Escultor

GUILLERMO BALBONA

Domingo, 29 de mayo 2011, 15:13

Herrero privilegiado, ha explorado todas las posibilidades expresivas de la forma en el espacio. El creador Martín Chirino (Las Palmas de Gran Canaria, 1925) es uno de los artistas de la generación que logró subrayar la calidad de la escultura abstracta española en el contexto internacional en los 60 y 70, especialmente en Estados Unidos. La espiral, lo volátil, es el motivo e identidad del sentido profundo de su obra, donde lo aéreo y lo telúrico conviven y atraviesan su creación. Estrechamente vinculado a Cantabria, tanto en lo familiar (su ligazón a Castro Urdiales y Ataúlfo Argenta) como en lo artístico (ha expuesto en la temporada de Robayera e impartió un taller de la Fundación Marcelino Botín), esta próxima semana será investido doctor honoris causa por la Universidad Antonio de Nebrija, en una ceremonia académica en la que la presidenta de la Fundación Albéniz, Paloma OShea, recibe también esta distinción.

-Tras decenas de premios, reconocimientos y distinciones, ¿qué significado concede a este doctorado?

-Siempre este tipo de reconocimiento es bueno, muy grato, por reconocer la trayectoria y el trabajo. Esta aventura de la creación y del arte se hace en soledad, desde la soledad más absoluta. Cuando por fin vas teniendo reconocimiento te das cuentas que es como si hubieras puesto señales en el camino que te van gratificando debidamente. La aventura del arte no acaba nunca, empieza y acaba con uno. Además, en este caso estoy orgulloso de que Paloma OShea también sea reconocida en el mismo acto.

-Eso que suele llamarse, muchas veces con cierta frivolidad, madurez, ¿la siente o es todo oficio?

-La madurez existe, es el paso del tiempo. Hay una dislocación en el espacio, no es el mismo lugar en el que estaba. La experiencia es importante; mirar para atrás y ver el mundo y ver las cosas desde una edad como la mía, resulta apasionante. Poder decir que he vivido tanto como para ver cambios sociales y cómo el arte ha estado implicado en innumerables situaciones y momentos históricos. Con el tiempo uno gana experiencia y, por tanto, en libertad. La metamorfosis se va produciendo y en esencia siempre es lo mismo, es pasión. Sin pasión no hay vida.

-¿Quién marca la pauta de la evolución; los materiales o el diálogo fluido entre herramienta y creador?

-El arte es puro pensamiento. La facultad que tengamos en las manos, lo hábiles que seamos sirve para interpretar aquello que estamos pensando. Nunca he creído que una escultura mía sale de manera inopinada, sino que realmente es el producto de una reflexión de muchos años.

-¿ Se considera artesano antes que artista?

-Tengo las dos facultades. Esa preocupación por el conocimiento, por el saber, pues me parece que ese sin ese tipo de avituallamiento el artista está inhabilitado. Y después, es verdad que por el trabajo que tengo, está la forja del hierro, que es un artesanado mítico porque perteneció a todos los herreros fabuladores del pasado. La forja tiene un misterio único que siempre pretendo que se refleje en mi obra.

-Siempre el artista se expresa en su obra, pero ¿qué le dice la escultura a usted y a estas alturas?

-Sí que me dice algo y muy importante. Ya lo decía Ortega y Gasset, la obra en todo momento me demanda a mí, que soy el autor, una libertad, un espacio que es suyo para poder expresarse y poder significarse en el proceso del tiempo.

-Aunque sea un tema muy íntimo, ¿qué es la creación para Chirino?

-Una pasión, ya lo dije, sin pasión no hay vida. Por lo tanto, la creación es vida. No podría interpretar el mundo sin este proceso creacional en el que me veo inmerso muchas veces.

- Cuando se contempla su obra da la sensación que hay una potencia de creación individual. Sin embargo, ¿qué le aportó pertenecer a un grupo como el caso de El Paso?

- El Paso (en 1958 junto a Saura, Canogar, Feito, Millares...) fue un momento coyuntural. Se hizo presente en un momento determinado donde era completamente necesario para la interpretación de la historia de aquellos tiempos y lo que se nos presentaba delante. Para mí fue una experiencia, una historia enriquecedora, pero en muchos aspectos del desarrollo del hombre porque constituyó una implicación no sólo de tipo artístico, sino también social. Era esencial en los tiempos que nos tocaba vivir, ese reto que nosotros planteamos a una sociedad complemente anquilosada y que necesitaba moverse para que España pudiera participar de la novedad y de lo que realmente valía en el mundo.

- Con la perspectiva de su larga y fecunda trayectoria, ¿cuál diría que ha sido más esencial en su creación: la insularidad o el viaje?

-Son dos aspectos muy importantes de mi vida. La insularidad es el origen y se va desde el origen hacia el universo. De lo particular a lo universal. Ese viaje fue iniciático. Ser insular implica toda una manera de ver el mundo. Sobre todo si eres canario porque estás en el camino de ida y vuelta entre Latinoamérica, África y Europa. Y claro, fue muy importante salir e integrarme en otras plataformas de desarrollo como las que pude encontrar en Francia y en Inglaterra; sobre todo, en mi estancia prolongada en EEUU. Y el resultado es el que tengo cada día entre las manos.

-¿Considera que el arte del presente ha perdido, quizás por culpa del mercado, cierta autenticidad?

-Los tiempos son como son y van marcando el paso. Ahí reside el talante del hombre, ver si es capaz de entender lo que tiene por delante o juzgarlo, de defenderse de él o asimilarlo. El arte, la creación está por encima de todo eso, pertenece a lo más recóndito del ser.

-Alguien que ha contribuido desde muchos puntos de vista, y sobre todo desde el arte, a cambiar la sociedad, ¿qué realidad social contempla?

-Antes era un mundo más escaso, todo era más precario. Estaba perfectamente dividido, cuáles eran las fronteras, en dónde estabas. Ahora vivimos en un mundo alienado, y las interpretaciones son de otra manera. Es fruto del tipo de civilización que estamos viviendo, unido a la insolencia del Estado. E igual que todo lo que estamos viviendo, nuestra cultura es pura contaminación. Interpretar el mundo desde el populismo es radicalmente diferente que hacerlo desde la excelencia, desde lo mejor. Pero no quiere decir que uno sea mejor que otro.

- ¿Asume la espiral como la seña de identidad de su escultura?

- Es el exponente de mi identidad porque es algo que investigué desde joven. Es algo que dejaron los primeros pobladores de Canarias y siempre me impactó. El esfuerzo grande radicó en conseguir que un dibujo, una espiral que estaba inscrita en la roca basáltica de las cuevas donde vivían los aborígenes canarios, fuera un día un objeto escultural. Lo que he hecho es recuperarla y trasladarla a la contemporaneidad y, en cierto modo, universalizar el gesto. Nunca me he apartado un ápice de este concepto.

- ¿Cree que la escultura ha perddo personalidad o que está diluida en instalaciones y otras expresiones?

-Tiene otra manera de manifestarse. Es igual que lo llamemos escultura como lo llamemos objeto de creación. Hoy en día son actos políticos y muchos de ellos interesantes y apasionantes. Todos los conceptos están trastocados, con interpretaciones diferentes y ajenas al pasado reciente.

-Le he oído decir que morirá haciendo esculturas...

-Sí, sí, justo ahora realizo esta entrevista desde mi taller. Estoy sentado en medio de un bosque de hierros, una serie de esculturas, unas las he vuelto a adquirir, otras las he hecho. Todas tienen un significado especial. Tengo también entre manos la creación de una fundación de toda mi obra en Las Palmas donde nací. Y una exposición diferente que se inaugura en Las Palmas el día 3 de junio con todas aquellas obras monumentales que yo había hecho para la ciudad.

-Su vinculación con Cantabria, ¿la tiene muy presente?

-Evidentemente, sí. Cantabria es una cercanía y una hermosura. Recuerdo con mucho agrado un taller que hice en Villa Iris, una de las cosa más hermosas que me han ocurrido. Todos los chicos que participaron allí siguen siendo amigos, y muchos están ya volando por el mundo del arte. Y me liga a Santander un misterio añadido tras visitar la casa de Benito Pérez Galdós y seguir su rastro.

-¿Qué puede aportar el arte a una época de crisis y desconcierto?

-La del arte, creo, es una aportación clásica. Se convierte en un paradigma en un momento determinado. Y es algo bueno siempre para el desarrollo y el bienestar social.

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