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TERESA COBO
Martes, 31 de mayo 2011, 09:40
Nuba mira, tímida y graciosa, a quienes la espían al otro lado de la puerta. Siente curiosidad por ver lo que hay más allá de los largos brazos de su madre. Tiene cinco meses y el pelo cobrizo de la cabeza le crece en punta. Durante sus primeras semanas de vida, fue imposible saber si era 'niño' o niña'. Su madre la ocultaba con tanto celo que los cuidadores del Zoo de Santillana tardaron en conocer el sexo de la pequeña orangután de Sumatra. Nació el 24 de diciembre de 2010 y han tenido que pasar cinco meses para que Tuah se desinhiba y comparta con el público sus momentos más maternales.
Tuah seguiría todavía escondida bajo una manta con su hijo Dahulu y su hija Nuba de no haber sido porque José Ignacio Pardo de Santayana, el dueño del zoo, se mostró firme. «Estas son unas blandas», dice en alusión a su mujer, Maribel Angulo, copropietaria del recinto, y a Andrea González, la bióloga. La hembra de orangután llegó a Santillana desde el Zoo de Zúrich el pasado mes de noviembre. Estaba preñada y la acompañaba Dahulu, de 7 años. Madre e hijo permanecían aferrados el uno al otro en una estancia interior, subidos a un altillo y sin asomar apenas del cobertor que los cobijaba. Maribel y Andrea se armaron de paciencia y los agasajaban con todo tipo de palabras cariñosas. Colocaban un surtido de manjares en el suelo y entre las rejas de la puerta, pero no había forma de hacerlos bajar en presencia de ellas y, aún menos, de animarlos a salir al patio, donde son visibles para los visitantes.
«Se acabó», espetó un día José Ignacio. «Si quieren comer, que salgan al exterior, y la comida se les coloca repartida por los rincones y en trocitos, para que trabajen un poco». Y así fue. Aprendieron que, si querían alimentos, tenían que salir a por ellos. Ahora disfrutan del sol y del aire libre, pero también sienten un gran afecto por sus comprensivas amigas humanas. Tuah es hoy mucho más generosa con el público que mira desde detrás de las cristaleras y no se empecina en esconderse para dar de mamar a Nuba o en meterla en su regazo para que no se note que existe.
El pequeño lavandero
Dahulu tiene gran afición a las colchas y los trapos, como el resto de orangutanes, que se tapan o disfrazan con ellos, pero él tiene vocación de lavandero y le encanta remojarlos en la charca que hay en su instalación. Aunque Tuah vuelca toda su atención sobre Nuba, siempre mima al mayor, o casi siempre. Cuando se trata de disputarse la comida, no tiene miramientos y el pobre Dahulu se lleva algún que otro empellón.
Esta familia es observada con intriga por el otro trío de orangutanes del zoo: el gran macho Budi, con sus melenas pelirrojas y sus descomunales manos, y sus dos hijas, Victoria, de 6 años, y Juliana, de 5. Las dos jovencitas se encaraman en los postes de su recinto para fisgar a los vecinos del patio colindante. Por el momento, seguirán separados. Los planes de futuro son juntar a Budi con Tuah y unir en otro grupo a Dahulu, Victoria y Juliana.
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