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LUIS RUIZ
Domingo, 12 de junio 2011, 02:07
Inglehart utilizaba el término 'revolución silenciosa' -que se vendría desarrollando desde los acontecimientos contraculturales de finales de los 60 en las sociedades avanzadas- para referirse al paso de una política dirigida por elites (a través de partidos, sindicatos, iglesias.) a otra directora de elites, es decir: que trata de influir en los poderes públicos mediante la acción política no convencional de los nuevos movimientos sociales, teniendo en los jóvenes a los principales protagonistas.
Pese a no ser algo tan nuevo e inédito, lo inesperado, súbito y explosivo del 15-M, ha cogido por sorpresa a todo tipo de analistas, sociólogos y - sobretodo- a la clase política. Con el trasfondo de la crisis y los ajustes padecidos, bastó con que batiesen sus alas unas cuantas mariposas (aparición de algún libro como '!Indignaos!', de algunos artículos en prensa como '¿Sois idiotas?', de algunas asociaciones como Democracia Real Ya, de algunos ejemplos inspiradores como el islandés o los movimientos juveniles árabes.) para que -ayudado todo ello por el impulso viral de las nuevas tecnologías- se desatase un terremoto socio-político de magnitudes insospechadas, precisamente en un país europeo considerado como uno de los más aletargados y de menor cultura y tradición democrática.
La espontaneidad y velocidad con que se han ido sucediendo los hechos formarían parte de ese espíritu 15-M, que parece cobrar vida propia y alimentarse de una serie de coincidencias o sincronicidades junguianas (aparte del hecho de que nuevamente surja un movimiento contracultural en primavera -y concretamente en mayo-. ¿se han percatado del buen tiempo que está acompañando a las concentraciones, incluso en ciudades tan lluviosas como la nuestra?). Sea como fuere, dicho espíritu (espontáneo, fresco, participativo, humanista, heterogéneo, romántico.), por un lado hace difícil e imprevisible la articulación de iniciativas más duraderas e influyentes, pero -a la vez- está consiguiendo una serie de logros que, por sí solos, legitiman el movimiento y hacen que haya merecido la pena su irrupción:
Para empezar, por primera vez en una campaña electoral, las agendas -política y mediática- y las cuestiones de debate no fueron marcadas por los partidos políticos, sino por la ciudadanía auto-organizada. Ésta ha lanzado el mensaje a los poderes públicos de que ya no admite ser tratada como súbditos, sino que deberán adaptarse a las exigencias de unos electores que (con la extensión de la educación superior y las nuevas tecnologías) cada vez se hallan más formados e informados y se muestran más exigentes y más maduros democráticamente.
Otra característica destacable (que está despistando mucho a los partidos y medios de comunicación, acostumbrados ambos a poner caras y buscar líderes con los que relacionarse) sería su carácter horizontal (anti-líderes) y abierto (anti-sectarismos). Desde el primer manifiesto de !Democracia Real Ya!, se insistía en la voluntad de buscar lo que nos une, los problemas ciudadanos comunes, al margen de que se fuese más o menos progresista o más o menos religioso. Esta visión inclusiva y heterogénea me parece fundamental para evitar los dogmatismos y sectarismos en que han tendido a incurrir los movimientos pretendidamente emancipatorios (algo que caricaturizaron tan bien los Monty Python mediante las luchas intestinas del Movimiento de Liberación de Judea, en su divertida película 'La vida de Bryan').
Por otra parte, el movimiento 15-M está devolviendo a los ciudadanos algo muy importante desde los inicios de la democracia ateniense: el debate político y el intercambio de ideas. Los multitudinarios foros y asambleas que se están formando en las plazas-ágoras, contribuyen a una sensación de empoderamiento entre sus asistentes, quienes se sienten mucho más partícipes y protagonistas conjuntos de la democracia, que limitándose a ir a votar cada cuatro años.
Si a ello le unimos el respeto, ambiente pacífico y comportamiento cívico (evitándose deliberadamente el alcohol, la suciedad o todo lo que pueda sonar a botellón) con que se vienen desarrollando estas concentraciones, el resultado sería otro logro reseñable: la responsabilidad e inquietudes socio-políticas que están demostrando estos jóvenes activistas, está contribuyendo a romper muchos estereotipos negativos hacia la juventud y a tender puentes entre una cultura juvenil y un mundo adulto -en ocasiones tan alejados y mutuamente incomprendidos-- que ahora parecen estar hallando un foro e ilusiones compartidos, a la luz de estos movimientos. A su vez, la camaradería y entusiasmo colectivo que se respira en este movimiento por una democracia real supone una inyección de confianza y un antídoto contra el desencanto y desinterés político que venía acechando a jóvenes y adultos. En su día, el modelo -pactado de arriba abajo- de la transición española, garantizó un acceso pacífico a la democracia, a costa de debilitar una serie de movimientos ciudadanos en efervescencia. Parece que décadas después, una vez consolidado el sistema de partidos, la sociedad civil vuelve a bullir y a reclamar su espacio público.
Por último, apuntar que -pese a su heterogeneidad- el 15-M compartiría una orientación ideológica similar a la del resto de nuevos movimientos sociales post-68 quienes, además de por un cierto influjo libertario, se caracterizarían por su orientación humanista y a la contra: anti-autoritarios, anti-jerárquicos, anti-corporativistas, anti-burocráticos, anti-tecnocráticos. Se les ha tachado, peyorativamente, de anti-sistema, pero ellos lo rechazan y, en puridad, sería más correcto definirles con otros términos como radicales democráticos o reformistas radicales.
En un momento crítico como el que venimos padeciendo (crisis de legitimidad democrática, crisis económica, aparición de enfermedades-fantasma y otras injustificadas alarmas sociales, recortes de derechos y libertades en aras de una mayor seguridad y de criterios macro-económicos, guerras preventivas, catástrofes nucleares.); movimientos como el 15-M -y otros que puedan surgir a su albur- se hacen necesarios, incluso más por lo que pueden llegar a evitar, que por lo que puedan llegar a articular por sí mismos. No olvidemos que el antídoto a todos esos riesgos pasaría, en cualquier caso, por una sociedad civil más responsable y organizada 'glocalmente'. Este movimiento puede ser un primer paso en esa dirección y además - con su rol de Pepito Grillo ante los poderes públicos y resto de ciudadanía- nos está recordando que la democracia, el sistema de partidos e incluso la sociedad de mercado, no son monolíticas, han ido evolucionando mucho desde sus inicios y lo deberán seguir haciendo, siempre en base de las necesidades del ciudadano y no al revés, o corren el riesgo de estancarse, oxidarse y caer en el inmovilismo, perdiendo su esencia. Y que evitar eso es tarea de todos, no sólo responsabilidad de la clase política.
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