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TEODORO SAN JOSÉ
Martes, 14 de junio 2011, 02:59
«Si el niño hubiera nacido con vida, lo habría cuidado. Pero lo vi muerto, no respiraba ni nada». Entre sollozos, con voz entrecortada al recordar aquel episodio de su vida, Yaclainis J. F. R. sostiene que el feto al que dio luz el 3 de junio de 2009 nació sin vida frente a la teoría del Ministerio Fiscal, que afirma que aquel embrión sí tuvo vida fuera del claustro materno y que la acusada, para la que pide 18 años de prisión por asesinato, lo dejó morir: «Ella priva de vida a un ser indefenso». El juicio con jurado popular que se sigue en la Sección Primera de la Audiencia quedó aplazado a hoy debido a la ausencia de una testigo.
Lo que para la acusada fue un aborto natural en su domicilio (la defensa pide su absolución porque la mujer no pudo hace nada para salvar la vida del feto), para la fiscal se trató de un delito de asesinato: en su relato afirmó que al abandonar el recipiente donde dio a luz al feto en un contenedor de la calle, no dio posibilidad a que recibiera asistencia médica pese a que, como sostiene, nació vivo y respirando.
Para la fiscal está claro que Yaclainis no tenía ningún deseo de que el embarazo llegara a buen término porque tampoco siguió ningún tipo de control médico previo. La acusada, de 29 años, de nacionalidad dominicana y con residencia legal en España desde hace cinco años, rechazó que quisiera «que eso pasara» y, al contrario, se preguntó: «¿Cómo voy a hacer daño a sangrE de mi propia sangre?», lo que refrendó al recordar que al vástago que vive con ella lo sacó adelante pese a que le dio a luz cuando tan solo tenía catorce años.
Las lágrimas acompañaron buena parte de la declaración de la acusada. En su relato ante el jurado, Yaclainis señaló que se enteró de que estaba embarazada cuando acudió al centro de planificación La Cagiga, tres días antes de los hechos, y que los problemas, alteraciones y desfallecimientos que había sufrido las semanas anteriores los achacó a la anemia que arrastra desde hace años. «Solo mareos, no noté nada más», sostuvo la mujer.
El desconocimiento de su propio embarazo -nadie de su entorno la notó cambios físicos que delataran su preñez- impidió que Yaclainis supiera de cuántas semanas de gestación se hallaba, como relató a preguntas de la Defensa, y dio por buena la apreciación de unas 18 semanas que le hicieron en el centro de planificación, estimación que indicó al día siguiente en Urgencias de la Residencia Cantabria, a donde acudió para ser atendida de un dolor abdominal. A la luz de una ecografía fue allí, dijo, donde se enteró de que estaba de 28 semanas.
«Creí que me moría»
Y de paso, rechazó que tanto en La Cagiga como en la Residencia solicitara información de dónde y cómo podía abortar, cuestión que los testigos desmintieron posteriormente. En Urgencias la recomendaron que ingresara, pero ella pidió el alta voluntaria, y la explicaron que ya no podía abortar debido a que con el tiempo de gestión que llevaba, ya no estaba permitido.
La jornada siguiente, el 3 de junio, «era un día para mí». Con esa frase la acusada trataba de reflejar que la sucesión de hechos fue un cúmulo de adversidades desde que alrededor de media noche sintió ganas de orinar.
«Fue cuando expulsé todo. Creí que me moría. Estaba muy mal, mareada, me tuve que tumbar en la cama y me quedé dormida... no sé, unos segundos, unos minutos». Al despertar fue cuando se dio cuenta de lo que había pasado. Fue cuando, dice, vio el feto y que ya no respiraba ni se movía.
Dice que gritó pero que ni su madre ni su hijo le oyeron. Tomó el recipiente -un caldero o bidón de plástico transparente que utilizaba a diario como orinal- con ánimos de ir al hospital y salió a pedir ayuda. Dice que tocó la puerta de un vecino y nadie salió a socorrerla. Que bajó a la calle con el cubo. Que no pasaba nadie en aquel momento. Que, «como ya no tenía fuerzas», dejó el recipiente en un contenedor -«Lo dejé, no lo tiré»- porque le dio cosa dejarlo en la acera, y que cuando llegó al hospital, a donde la llevó un cuñado que vivía próximo a su domicilio, señaló dónde había depositado el feto.
La defensa pide la libre absolución de Yaclainis porque alega que la mujer «nada pudo hacer para salvar la vida del feto», y que «ni con ayuda médica inmediata» hubiera salido adelante.
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