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G. MARTÍNEZ
Viernes, 8 de julio 2011, 02:18
Dicen que las manos de los pianistas son delicadas e incluso frágiles. Las de Denis Kozhukhin (Rusia, 1986), por el contrario, son robustas y con ellas acompaña su conversación, como si guiasen la melodía que forman sus palabras. De forma pausada, en un perfecto castellano, deja caer las notas que componen la armonía de su trayectoria vital y profesional. Un recorrido intenso y que tiene en mayo de 2010 un punto de inflexión. Hace 14 meses, Kozhukhin consiguió el Primer Premio del certamen Queen Elisabeth de Bruselas, uno de los concursos de piano más prestigiosos.
Desde entonces, vive inmerso en el frenesí que suponen los conciertos y los recitales alrededor del mundo y hoy disfruta de su último día en Santander donde, esta noche ejercerá de solista en el concierto inaugural de la XI edición del Encuentro de Música y Academia de la Fundación Albéniz. Una ocasión única para disfrutar del talento natural de un joven que lleva la música en los genes y con potencial suficiente para convertirse en el próximo Sviatoslav Ríjter, su pianista favorito.
-¿Por qué decidió dedicarse al mundo de la música?
-Vengo de una familia musical. Mi madre era pianista y mi padre ha sido compositor y director de coro. Para mí, el camino que he seguido ha sido natural y con cuatro o cinco años di mis primeros pasos. A pesar de ello, mis padres nunca pensaron que fuese a dedicarme a la música profesionalmente. Sin embargo, cuando en el año 2000 me mudé a España para estudiar en la Escuela Reina Sofía, supe que no había vuelta atrás.
-¿Qué cree que le aporta?
-Es la razón que le da sentido a mi vida. Se mezcla en todos sus ámbitos. En el caso de los intérpretes, la música es un lenguaje y pasamos toda la vida intentando aprenderlo para comunicarnos con la gente a través de ella.
-Se dice que la enseñanza musical en las escuelas y conservatorios es muy reglada y que deja poco tiempo para la práctica, ¿es cierto?
-Creo que no es así, o al menos en mi caso. La Escuela Reina Sofía se ocupa de organizar conciertos para sus alumnos, desde que entran en el centro. Si eres trabajador, tienes más posibilidades. Gracias a ellos haces tus conexiones dentro del mundillo y creo que, por ello, he vivido una experiencia única.
-Ha participado en tres ocasiones en el Encuentro de Música y Academia. Cuénteme, ¿cómo se vive desde dentro esta experiencia?
-El ambiente es muy vivo, muy amistoso. He participado en algunos encuentros similares, pero éste tiene un entorno privilegiado que le da cierto romanticismo juvenil. Creo que es un proyecto muy especial pues juntas a gente joven durante tres o cuatro semanas, tocan en una orquesta y se conocen e incluso, a veces, se enamoran. El Encuentro significa una experiencia increíble para un músico joven porque puede aprender y trabajar con músicos más experimentados.
-En esta ocasión, regresa como artista invitado, ¿qué supone para usted?
-Es un honor. En cierto sentido, supone que he dado un paso adelante, pero lo que más me alegra es que la gente de la Escuela, que me conoce desde que era un crío y que han estado a mi lado durante los tiempos buenos y no tan buenos, ahora reconocen lo que hago y depositan su confianza en mí.
-La diversidad es una de las características del Encuentro pero, ¿cuál cree que es el rasgo común que une a todos los músicos?
-Lo primero que se me viene a la cabeza es la pasión por la música. En mi experiencia, este tipo de actos es una suerte de 'ensalada mixta' de países, lenguas, tradiciones... Sin embargo, la música es el mejor instrumento del mundo para unir a la gente, se puede usar como una fuerza social pues en orquestas o encuentros se juntan personas de países que están enfrentados y dejan todo eso de lado por el bien de la música. Creo que es importante, porque te enseña que ante los ojos del arte todos somos iguales.
Pequeños sacrificios
-Su meta es ser músico profesional, ¿cree que es muy sacrificado dedicarse en cuerpo y alma a ello?
-En mi caso, cuando era estudiante no lo tomaba como un trabajo. Cada experiencia musical que atesoras es como un granito de arena con el que vas construyendo tu montaña. No obstante, después de ganar el Premio Queen Elisabeth de Bruselas, puedo decir que estos últimos meses han sido muy duros porque he tenido mucho trabajo y la responsabilidad ha ido en aumento. Aún así, ahora mi vida depende de la música y aunque es sacrificado -porque no ves a tu familia o amigos el tiempo que quieres- son los años más importantes porque tengo que demostrar lo que valgo para que me reconozcan. Así que, pese al esfuerzo, no cambiaría mi vida por nada.
-Habla del Premio Queen Elisabeth como un punto de inflexión, ¿qué supuso conseguirlo?
-Es un concurso con más nivel, dura un mes y lo más interesante es que en la recta final, quedan 12 personas; a esta docena de intérpretes se les encierra en una escuela sin teléfonos móviles, Internet, televisión o radio.. Completamente incomunicados. En ese sentido es una prueba mental porque estás con tus contrincantes todos los días y, además, tienes que interpretar una pieza muy complicada, con poco tiempo de preparación. Por ello, creo que el certamen Queen Elisabeth es un reto bastante grande y ganarlo me ha ayudado mucho para hacer contactos y conseguir actuaciones.
-¿Qué siente Denis Kozhukhin cuando se sienta al piano?
-Me siento feliz y afortunado, porque la música le da sentido a mi vida. En cierto sentido, es una suerte de búsqueda y creo que a través del arte se descubren cosas, es similar a la ciencia pero trata más con el ámbito emocional.
-Hoy actúa en la sala Argenta en el concierto inaugural del Encuentro y dice que cuando está al piano es feliz, pero delante del público, ¿cómo se siente?
-La verdad es que siempre me pongo nervioso, no por miedo sino por la posibilidad de que se me olvide algo, cosa que en este nivel no debería pasar. Asimismo, está la responsabilidad de que el público vea todo el trabajo que has realizado previamente, porque un concierto no es sólo el tiempo que estás en la sala sino que tiene mucho recorrido y esfuerzo detrás.
-¿Qué expectativas tiene ante el concierto de esta tarde?
-Es la primera vez que soy solista con esta orquesta y tengo curiosidad sobre cómo será el público porque cada sala tiene su energía. Estoy ansioso por hacerlo porque es una orquesta magnífica de gente joven, junto al director, Péter Csaba y después de todos los ensayos llega un momento en que lo único que quieres hacer es sacarlo fuera.
-¿Cuáles son sus próximos proyectos?
-Pues esta misma noche, a las 4 de la madrugada, salgo para Francia porque tengo un concierto en Cambrai. El día 20, Día Nacional de Bélgica tocaré junto a la Orquesta Nacional del país en la sala Bozar ante la familia real. Después tengo un concierto en Nueva York, otro en Montpellier y en agosto, creo que tengo 13 recitales con orquesta en ocho países diferentes.
-Ocho países diferentes en un mes... ¿Cómo se prepara para enfrentar todo esto?
-Esto es lo que intentas lograr cuando eres estudiante. Es un sueño, aunque tienes que estar preparado mental y físicamente. Si te soy sincero, lo que peor llevo es el jet lag (risas), pero siempre tienes que dar lo mejor de ti, aunque somos humanos y algunos días puedes tocar mejor y otros peor, pero la música nunca debería depender de este tipo de factores.
-Y, por último, ¿qué le pide al futuro?
-Lo más importante es hacer feliz a la gente que quiero. Mi madre murió cuando yo tenía 11 años y desde entonces mi familia son mi padre y mi hermano, cuando ganó o hago un buen concierto para ellos es muy especial.
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