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NACHO CAVIA
Lunes, 25 de julio 2011, 09:42
Los vecinos de Silió, en el municipio de Molledo, dejaron patente un año más su interés por recuperar las tradiciones ancestrales de la villa, y lo hicieron con la puesta en escena de una vieja usanza, el Izado de la Maya. Con más esfuerzo que en otras ocasiones por la presencia de una invitada especial, la persistente lluvia, lograron poner en pie a golpe de riñón dos robles que, unidos en una sola pieza, alcanzan los 30 metros de altura. A ratos empujando, cuando amainaba, a ratos esperando, cuando arreciaba. Pero al final el hombre se impuso y la Maya ya ejerce de mástil en la plaza principal del pueblo.
Es una fiesta en la que participan todos los habitantes del pueblo, aunque son unos 40 jóvenes los que toman el protagonismo de la tradición y levantan la Maya a pulso. Y como siempre, la plaza de Santiago congregó, dentro de las fiestas locales en honor al Patrón de España, a cientos de personas que, asombrados, comprobaron como los jóvenes del pueblo levantaban, utilizando mecanismos tradicionales y la fuerza de sus brazos, la Maya y la Añadición, los dos mejores troncos de roble del monte Canales cortados hace apenas una semana y unidos para la ocasión.
Dos de los vecinos con más experiencia, Joaquín Fernández Diego y Alberto Villegas, los dos concejales del Ayuntamiento de Molledo y miembros de la Junta Vecinal de Silió, dirigieron las operaciones, mandando tensar las cuerdas, adelantar las horcas que alzaban la Maya, parar y volver a arrancar. Ambos se habían ocupado, con la ayuda y consejo de los mayores, de preparar las cuerdas y poleas que ayudaron a los mozos en el esfuerzo de poner en pie la maya.
Algo más de una hora fue necesaria para poner en pie un símbolo que preside ya la plaza de Santiago, y así lo hará durante buena parte del verano. Los aplausos y cohetes pusieron punto final a una tradición que recuerda la actividad maderera y religiosa de la zona desde hace siglos, y evoca la mitología de la región y el poder de la tierra. En las caras de los esforzados jóvenes, cansancio y satisfacción, caras reconocibles para los muchos cántabros que cada primer domingo del año vuelven a Silió, para disfrutar de otra tradición aún más antigua, quizá, La Vijanera.
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