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El artista Eduardo Arroyo, que posa ante su obra 'Marcel Cerdán', de 1972, fiel a sus iconos, expondrá en agosto en Miengo. :: MANUEL BRUQUE
«El problema es que ya nadie quiere pintar»
ARTE

«El problema es que ya nadie quiere pintar»

Necesita la pintura para «mirarse en la vida». Denuncia que el arte está en manos de burócratas y cree que la crítica no existe. El día 6 inaugura una retrospectiva en Robayera Eduardo Arroyo Pintor y escritor

GUILLERMO BALBONA

Domingo, 31 de julio 2011, 02:17

Su gancho verbal es tan demoledor e impactante como algunos de los iconos que su trazo ha ido dejando en la reciente historia de la pintura española. Contundente, apasionado, pero escéptico, es crítico e incansable. Eduardo Arroyo es ese pintor que escribe y ese escritor que pinta, detestado por unos y admirado por otros. Sus cargas de profundidad están destinadas al mundo del arte atrapado en las redes de los burócratas. A sus 74 años, incesante en su polifacética y plural actividad creativa acaba de concluir una Guía del Prado muy personal y prepara exposiciones en Francia y España. El sábado se suma a la nómina histórica de artistas que han construido el proyecto de Robayera.

-El proyecto de Miengo está marcado por su singularidad. ¿Qué tipo de exposición ha planteado?

-Siempre ha tenido deseos por mi parte y también por parte de Juan Manuel Puente (director de la sala) de hacer algo juntos. Me interesaba mucho exponer en una sala con esa trayectoria, en mitad de la naturaleza, tras la gente que había expuesto allí y el entusiasmo de quienes se ocupan de ella. A partir de ese momento, decidimos hacer una especie de retrospectiva, pequeña, con unas 20 piezas de mi colección, pero todo de collages para darle una unidad.

- Pero, ¿sigue pintando?

-Bueno, como muchas personas que hacen muchas cosas a la vez, resulta que en este último año ha sido de muy poca pintura. Ha sido un periodo de mucha obra sobre papel, y de mucha escritura porque he conseguido terminar la guía del Museo del Prado que se publicará en noviembre. Sobre todo, he hecho bastante escultura, dos libros ilustrados: Uno, 'Sangre y arena', que he realizado para una edición de conmemoración de Blasco Ibáñez en Valencia; y un segundo volumen del Diccionario imposible que lo hago en Francia con un editor francés. Estoy metido en muchas cosas, es cierto que he hecho algunos cuadros, pero la pintura se ha aparcado durante algunos meses. Ahora creo que me he quitado de todos estos deberes

-¿Ya ha resuelto el dilema? ¿Se considera un pintor que escribe o un escritor que pinta?

-Es una cuestión curiosa. Creo que soy un pintor que escribe. En los últimos 20 años, la escritura que era mi primera vocación ha tomado mucha importancia, pero no más que la pintura porque para mí pintar es fundamental. Es donde yo me miro con la vida. La escritura se ha ido manifestando. Es cierto que la calidad de la obra escrita tiene la misma intensidad que la pintada. Escribo y escribo pero me considero sobre todo un pintor.

-Una pintura que no sea crítica, que no implique combate, ¿no es tal ?

-No quisiera ser en ese sentido tan radical. Hay pintores del silencio, con una estética más tranquila. No se puede pedir a un artista que salga todos los días con un palo por la calle a manifestarse. Creo que cada uno es como es. Las sensibilidades de cada artista son diferentes y hay que respetar lo que cada uno hace y los comportamientos que uno tenga, siempre que no mienta. Aquí el problema es la mentira. Creo que la pintura sin ética no es pintura, si no es una broma. Aunque creo que esto no le interesa a nadie y cada vez menos.

-La guía que ha hecho de El Prado, ¿es para perderse o encontrarse en el museo?

-Es interesante, nunca me lo he planteado. Las dos cosas tienen un sentido. Es una guía sui géneris, tampoco tiene la pretensión de ser científica. Es un paseo para encontrarse con el museo de nuevo y si uno se lee el texto se habrá perdido. El museo es un sitio para encontrarse y para perderse, las dos cosas van unidas.

-Dijo el pasado año en La Magdalena que si hoy tuviera 20 años no sería artista. ¿Por qué?

-Porque este mundo del arte no me gusta. La mayor parte de lo que ocurre no me interesa para nada, ni sus protagonistas ni la toma de poder sobre el arte por parte del Estado,que me resulta totalmente lamentable a través de sus funcionarios. O esa gente que vive de hacer colecciones con el poder típico del burócrata y además sin fecha de caducidad. Hoy hubiera preferido ser editor o bibliotecario.

-Por lo tanto, ¿no existe el arte independiente?

-El arte independiente hay que conquistarlo y pagarlo. El artista independiente paga su precio y es muy elevado. Y, sobre todo, en una situación como la española con un reino de taifas absolutamente lamentable, nacionalista, rural, autonómico, absurdo, donde cada autonomía defiende toda la mediocridad producida por el único hecho de tener un pasaporte, por haber nacido en Tarazona o Vicálvaro. Es incomprensible y es muy difícil que me dobleguen porque ya tengo 74 años.

- Cuando se le pone enfrente un joven artista entusiasta, ¿le dice que lo abandone todo?

-Depende. Hay gente interesante, brillante. Sobre todo, la gente que quiere pintar. Porque el problema verdadero del arte es que ahora no quiere pintar nadie. Es que no quieren, es que no saben pintar porque es una cosa muy complicada. Es más fácil hacer una foto, poner cuatro trastos en un museo, u obras de arte con su cuerpo, que muy raramente tienen interés. La gente que todavía cree en pintar son dignos de aplauso y admiración.

-¿La crítica está domesticada?

-Es que no existe. Sólo hay directores de museo o los curators. Hay revistas absurdas, la mayor parte de ellas, subvencionadas, para hablar de tonterías emergentes. Y los que empiezan con ánimos, terminan dirigiendo casas de cultura, museos de segunda fila...

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