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Los alumnos que participan en este taller aprenden a rapear a los autores clásicos españoles. :: CELEDONIO
¿Quién dijo que con Góngora no se rapea?
Uimp 2011

¿Quién dijo que con Góngora no se rapea?

Sergio Adillo y Abraham Velázquez imparten en la UIMP un taller en el que se compara el hip-hop con el Siglo de Oro

DANIEL MARTÍNEZ

Jueves, 4 de agosto 2011, 03:28

La Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) está demostrando esta semana que aprender y formarse no es, para nada, incompatible con divertirse. Los encargados de hacer esto realidad son Sergio Adillo y Abraham Velázquez, artistas y estudiosos del arte que imparten hasta este viernes el curso titulado 'Taller de Hip-Hop. Del verso clásico a la poesía urbana'. En sus clases se mezclan los versos de Góngora o el teatro de Lope de Vega (dos de los máximos exponentes de la literatura de El Siglo de Oro) con los ritmos raperos de las calles del Bronx, Queens y Brooklyn.

Las jornadas quieren hacer ver a los alumnos como el verso lírico y dramático del Barroco y la cultura del hip-hop tienen, pese a las grandes distancias temporales que les separa, muchas más cosas en común de las que podría parecer. En primer lugar, los aspectos formales y los recursos compositivos. La métrica, las metáforas, la construcción de imágenes son, paradójicamente, muy similares. Esta coincidencia permite coger un texto del siglo XVI, un madrigal de Baltasar de Alcázar, introducirle una base y convertirlo en una versión del poema que nada tiene que envidiar a los rap de los más afamados cantantes de este género. El mecanismo es fácil. Velázquez dirige desde el centro del corro esta peculiar orquesta.

Sus 'instrumentos'

En clases anteriores ya han aprendido cómo suenan sus 'instrumentos'. Son palmadas, sonidos con la garganta, silbidos, patadas al suelo, repetición de un sonido que, fuera de este contexto, sería casi histriónico. Sin embargo, combinados de manera correcta forman la base sobre la que se asienta la poesía, elegida por Adillo, actor y estudioso de la literatura en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Solo falta acompañar esta conjunción atemporal con el 'breakdance', movimientos que hacen que este espectáculo sea completo. Pero no se quieren quedar solo en el continente, en lo más puramente artístico.

Probablemente lo más importante de esta experiencia sea el transfondo social. También aquí hay una gran sintonía entre los clásicos de la literatura castellana y los poetas de la calle. Ambos muestran una verdad, la de sus épocas. Son realidades de las que muchas veces reniegan, que quieren cambiar a través del canal que mejor dominan y con las que, de forma más efectiva, pueden hacer llegar su mensaje hasta sus contemporáneos. Adillo y Velázquez recuerdan como, en sus orígenes, la literatura era una forma de transmitir noticias e ideas a gente que estaba muy lejos. Un antecedente de los medios de comunicación a los que toda la sociedad, especialmente las clases más populares, tenían acceso. Lo hacían por medio de los juglares, los dramaturgos y los actores que actuaban en corrales de comedia. Gente muchas veces no muy bien vista. Igual que ahora los raperos. En el momento en que todo esto se profesionalizó, fueron necesarios otros medios para que los más humildes pudieran difundir sus mensajes.

Entre los alumnos de este curso encontramos perfiles muy diferentes. No solo jóvenes aficionados al rap, también profesores de literatura con ganas de autorreciclarse para no perder la conexión con sus pupilos, poetas que buscan expandir sus horizontes creativos y personas de a pie sin relación con ninguno de los dos ámbitos.

Esta iniciativa surge de manera casual, durante el ensayo de una obra que Adillo estaba representando en Nueva York. Sentado en las butacas de aquel 'De Fuenteovejuna a Ciudad Juárez', su compañero en la dirección del taller vio que existía gran cantidad de «paralelismos temáticos, estructurales y formales» entre lo que contaba, y cómo contaba, Lope de Vega sus historias y las distintas manifestaciones artísticas del hip-hop.

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