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PEDRO ÁLVAREZ
Domingo, 7 de agosto 2011, 14:33
Como cada primer sábado de agosto, el Ayuntamiento de Peñarrubia organizó ayer la ascensión a la Braña de los Tejos para celebrar una fiesta ya considerada como tradicional y declarada de Interés Turístico Regional, en 2004, por el Gobierno de Cantabria. Para llegar a la Braña de los Tejos, los cerca de 150 senderistas que participaron en la fiesta eligieron dos opciones: desde Cicera, en Peñarrubia, o desde San Pedro de Bedoya, en Cillorigo de Liébana. Las rutas forman parte de los recorridos gratuitos que la Red de Espacios Naturales Protegidos de Cantabria ofrece a los turistas que se acercan a Liébana y Peñarrubia.
La ruta de Cicera a la Braña parte de la plaza de la localidad y asciende por el bosque de Cordancas hasta llegar a la Braña de los Tejos, a 1.415 metros de altitud, salvando un desnivel de 900 metros, después de más de dos horas de fuerte ascensión. Ocho kilómetros, paralelos al arroyo de Cicera, que discurren por la antigua ermita de Santa Cilde y atraviesan praderías y un espeso hayedo.
Un grupo formado por amigos de Cataluña, familias de Madrid, Valladolid y Espinama e integrantes de la asociación lebaniega Valle de Cereceda prefirieron partir ayer desde la localidad de San Pedro de Bedoya, a las 9.30 horas, con la guía Virginia Fernández. Ésta fue explicando todos los detalles significativos de la ruta.
«Un paraje precioso»
El grupo de doce senderistas catalanes, de La Garriga, localidad cercana de Granollers, estaban «encantados» con la ruta. Teresa Padrós, la más veterana, de 73 años, reconoció que era la primera vez que tomaban ese camino para llegar al alto. «Teníamos intención de hacerla dentro de unos días, pero hemos aprovechado la celebración de la fiesta, para subir hoy. Este paraje es precioso. Algunas de las personas que realizamos la ruta hemos venido en más ocasiones a Liébana. Es una comarca excepcional», señaló.
Un matrimonio de Valladolid, Javier Imaz y Cristina Mate, subieron pendientes de sus tres hijos: Álvaro, de 11 años; Susana, de 10, y Cristina, de 8 años, que realizaron el recorrido sin dificultad. «Estamos pasando una semana en una vivienda rural de Trillayo -dijo el matrimonio- y aprovechando la cercanía del inicio de la ruta hemos decidido aprovechar la jornada para disfrutar de este paisaje y de la fiesta».
Dos horas de ascensión
Después de dos horas de ascensión, el grupo llegó hasta el Collado Taruey, desde donde ya se divisaba al fondo el bosquecillo de tejos de la Braña, para continuar atravesando el hayedo y alcanzar al Collado de Pasaneo, desde donde se llega a la famosa Braña. Todo el grupo de senderistas disfrutó de la bella panorámica, contemplando desde arriba la villa marinera de San Vicente de la Barquera.
Los calificativos de los senderistas que subieron ayer a la Braña de los Tejos para celebrar la fiesta de Interés Turístico lo dice todo sobre la belleza del rincón: «Paraje de ensueño» o «un lugar encantado» fueron las impresiones de algunas de las 150 personas que visitaron el lugar.
En lo alto, entre peñas y tejos, Pepe Dosal tocó la gaita, mientras un grupo de operarios del Ayuntamiento de Peñarrubia preparó una abundante parrillada y los asistentes iban llegando al punto de encuentro de celebración de la fiesta.
Secundino Caso, alcalde de Peñarrubia, se mostró encantado con la acogida de los romeros a la fiesta. «Los guías han contribuido a que en las rutas de acceso los senderistas hayan conocido bien el entorno tan maravilloso de esta zona. El encuentro de la gente en la Braña, que subía desde Cicera o San Pedro ha sido magnífica. La fiesta se podía promocionar más, pero el encanto de la ruta es acudir andando. El próximo año vamos a intentar que también pueda haber una ruta guiada desde Lamasón», anunció.
La joven gaitera Michelle Mendiola, californiana de 16 años que lleva cinco años tocando la gaita en la escuela formada por Pepe Dosal, también disfrutó mucho de la fiesta. «Es un lugar precioso y merece la pena llegar hasta aquí», indicó.
Después de la comida, donde casi todos degustaron las exquisitas costillas, Pepe Dosal y Michelle Mendiola tocaron la gaita para animar a bailar a los romeros, y alguno de ellos acompañó con su voz las tonadas de la tierra. La fiesta concluyó con la llegada de una densa niebla y algo de llovizna, pero las sensaciones que se llevó la gente fueron de haber disfrutado de una fiesta en un paraje extraordinario.
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