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La Universidad Internacional Menéndez Pelayo fue escenario, durante la semana pasada, de un curso un tanto diferente, donde primaban el ritmo y la música. :: CELEDONIO
Rapeando a los clásicos
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Rapeando a los clásicos

Los vínculos entre estas dos facetas culturales, a primera vista del todo incompatibles, existen realmente tanto desde el punto de vista formal como temático Abraham Velázquez y Sergio Adillo unen en sus talleres el hip-hop y la literatura del Siglo de Oro

DANIEL MARTÍNEZ

Lunes, 8 de agosto 2011, 02:08

El ámbito académico no parece, en principio, el lugar más apropiado para desarrollar el hip-hop. Nada más alejado de la realidad. La Universidad Internacional Menéndez Pelayo celebró la semana pasada un taller de hip-hop titulado 'Del verso clásico a la poesía urbana'. Un rincón diferente escondido entre física cuántica, estudios sobre geopolítica y crisis económicas. Se trata de un espacio en el que la formación y el aprendizaje no es enemigo de la diversión y donde los profesores y los alumnos se confunden bajo una fina capa de 'buen rollito'. «Desde el principio ha habido mucho 'flow' entre todos nosotros, es muy fácil trabajar con toda esta gente», asegura una de las participantes.

Sergio Adillo y Abraham Velázquez se pusieron a imaginar como resolverían sus inquietudes intelectuales y sociales los 'góngoras' de nuestro tiempo, y la respuesta fue casi instantánea. Ellos son los encargados de hacer que la suma de los versos de Quevedo o el teatro de Lope de Vega con los ritmos urbanos de las calles del Bronx, Queens o Brooklyn resulte totalmente armónica. Y no sólo los aspectos lingüísticos, también los sociales y reivindicativos, el mensaje que quieren transmitir a sus contemporáneos.

El objetivo de estos cinco días de trabajo era conseguir estimular la creatividad de los participantes y hacerles ver que la literatura, tanto en verso lírico como dramático, del Siglo de Oro y el hip-hop mantienen un vínculo muy evidente, algo imposible de ver desde los ojos del prejuicio. Lejos de los convencionalismos, vemos como, paradójicamente, hay grandes similitudes desde el punto de vista formal y compositivo. Misma métrica, mismas formas de construir las metáforas, mismos recursos estilísticos para conseguir 'convencer' al lector sin renunciar a lo estético ni a la belleza artística. Hasta aquí la teoría, pero, ¿cómo se consigue todo esto?

Un diálogo de tú a tú

Lo primero, una declaración de principios. Allí nadie es más que nadie, nadie sabe más que el compañero y todos están para aprender. Marcos tiene 16 años y ha cruzado media España para venir a Santander a unas 'clases' universitarias. Lleva escuchando hip-hop desde «muy pequeñito». Todo lo contrario que Estefanía, que viene a la capital cántabra por su afición a la poesía y por el interés que le despertaba esta conjunción tan peculiar. Comparten pupitre con una educadora de infantil con ganas de renovarse para «no quedarse atrás con respecto a sus alumnos», una jubilada, o un crítico musical.

Después de estar todos situados, de saber que hacen allí, toca conocer de que va eso del hip-hop y como puede combinarse con los textos de los siglos XVI y XVII. Para ello, cada uno de los participantes en el taller se convierte en un instrumento, o dos, o tres, o más, tantos como sean capaces de crear. Consiguen las notas dando palmadas, silbando, dando patadas al suelo, haciendo sonidos con la garganta... un crisol de ruidos que se convierten en melodía gracias a la batuta de Abraham Velázquez. En el centro del círculo, controla el tiempo y el momento en el que cada 'instrumento' debe hacer su aparición. Ya tenemos la base, lo que los hiphoperos conocen como 'turntablism'. Velázquez no puede, ni quiere, impedir que aparezcan espontáneos con alguna improvisación que, después de varias horas repitiendo el ejercicio, comienzan a sonar muy bien. Y después de la música, la letra, textos como un madrigal del autor barroco Baltasar de Alcázar. De esa parte se encarga Sergio Adillo, actor e investigador en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de la literatura del Siglo de Oro. Según los alumnos, juntos crean la receta perfecta.

Mucho más que música

El hip-hop no es solo música, también una cultura, lo que en términos literarios podría calificarse como una generación. Sin desmerecer a otros estilos, defienden el carácter reivindicativo y la crítica social. En este sentido también los paralelismos son evidentes. Salvando las distancias temporales, ambas facetas son, o fueron, una voz para transmitir las ideas, para intentar convencer a sus contemporáneos de que algo no funciona y la necesidad de cambiarlo. «El hip-hop es la música de la gente corriente, de la gente que vive las realidades del día a día, de la calle», comenta Adillo. El teatro también lo fue en su momento. Solo las clases populares acudían a los corrales de comedia para ver como un pueblo se rebelaba contra el comendador, o una batalla de la que los tercios españoles en Flandes habían salido victoriosos. Primitivos contadores de la realidad, juglares, cómicos o dramaturgos que eran poco menos que defenestrados por las elites burguesas. Igual que ahora los raperos. «Hay muchas cosas más allá de los grafitis», comentan los profesores. Incluso puede llegar a salvar vidas. «La gente se mete en bandas y se junta con mala compañía porque no tiene nadie a quien contar sus problemas ni una herramienta para transmitirlos», dice Velázquez, que ha colaborado en proyectos solidarios en varios países . «Nosotros no les sacamos de ese mundo oscuro, somos únicamente los encargados de darles los instrumentos».

Como casi todas las grandes cosas, este proyecto nace de una casualidad. Adillo se encontraba en Nueva York, representando la obra teatral 'De Fuenteovejuna a Ciudad Juárez'. Su compañero en la dirección del taller vio que «el trabajo que estaban haciendo con el ritmo y el verso tenía mucho que ver con los elementos del hip-hop». A partir de ahí solo faltaba la infraestructura.

Y como despedida, unos versos: 'Despierto, abro los ojos y veo un mundo empañado, parpadeo y una lágrima llueve sobre el papel mojado. Vivir para ti, sentir el decir, decidir si darle a mi vida o no algún significado. Todo pasa y todo queda, y nada retrocede. El tiempo no se mueve y con la luz amanece'. Al leer estas líneas, surge una pregunta: ¿por qué poeta y en que siglo de oro fueran escritas?

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