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MARTA CABRERA BENITO
Lunes, 22 de agosto 2011, 11:39
El faro de Cabo Mayor tuvo, en el día de ayer, una función añadida a la de señalar la entrada a la bahía de Santander y servir de alojamiento a exposiciones artísticas. A la sombra del emblemático símbolo de la capital cántabra, se celebró la tradicional Romería del Faro. En el descampado de Mataleñas y con el mar de fondo, se creó un lugar perfecto para pasar una jornada campestre en Santander. Por un día, quienes se acercaron hasta allí, desconectaron del ajetreo que supone vivir en una ciudad, para poder disfrutar de una fiesta que supone un reencuentro con las tradiciones de la región. La explanada se convierte en un muestrario de gastronomía, música, artesanía y deporte rural de Cantabria. Pandereta y queso, tiro de cuerda y olla ferroviaria, cuévano y quesada, corte de tronco y rabel, sobao y gaita. Estos son algunos de los elementos que formaron parte de una nueva edición de esta romería, sin olvidar los hinchables para niños que estuvieron presentes durante toda la jornada.
El día amaneció nublado. Aún así, desde primera hora de la mañana, ya había grupos de personas montando las mesas para una comida al aire libre. No se olvidaron el paravientos ni algún que otro plástico para poder refugiarse en caso de que apareciera una tormenta, dada la inestabilidad del tiempo en los últimos días. Al lado de estos, y también desde una hora temprana, los comerciantes preparaban sus puestos para tenerlos a punto a las once y media. A esta hora se dio el pistoletazo de salida de la romería. Las mercancías ya estaban a la venta y los romeros ya podían ir encaminándose hacia la carpa acompañados de una tradicional banda sonora de gaita y tambor a cargo de los Piteros de Cueto. Este pasacalles sirvió de previa a la demostración de deportes rurales que estaba a punto de empezar en la carpa instalada en uno de los extremos de la explanada.
El tiro al palo inauguró la muestra. Los equipos formados por Los Amigos de Oreña y el procedente de la localidad asturiana de Perlora, comenzaron una serie de partidas consistentes en tirar de un palo con ambas manos para quedarse con él. Para que no se quedara en algo meramente visual, invitaron a quienes quisieran a participar del juego. Después le tocó el turno al tradicional corte de troncos. En esta ocasión, se trataba de una competición que combinada el corte con tronzador, con el de hacha y la construcción de un castillo con las astillas resultantes. Volvieron a contar con el público para correr con lecheras. Con 40 kilos en cada mano, los participantes tenían que dar vueltas a un circuito en tiempos de dos y tres minutos. Finalizaron con el tradicional tiro de cuerda que enfrentó a dos equipos formados por cinco personas. Aunque la lluvia intentó deslucirlo, finalmente no se atrevió a aparecer, para alivio de los romeros.
Mientras se iban sucediendo estos deportes, otro grupo de gente estaba ocupada cocinando. El concurso de ollas ferroviarias es otro de los festejos característicos de este día. Durante toda la mañana, se fueron preparando hasta que, a las dos menos cuarto de la tarde, el jurado las probó eligiendo como ganadora a la elaborada por Juli, por delante de las realizadas por María Iturbe y Adela. Una vez repartidos los premios por Carmen Ruiz Lavín, concejala de Dinamización Social del Ayuntamiento de Santander, se repartieron quesadas, sobaos y refrescos entre los asistentes. La cola salía de la carpa. Ya había hambre. A pesar de ser el postre, pocos fueron los que los guardaron para comerlos después de la tortilla y los filetes empanados.
Una vez terminada la comida, y con el sol brillando en el cielo, era el momento de ver los puestos más detenidamente, ya que en la jornada matutina, los deportes habían acaparado todo el protagonismo. A ambos lados del descampado se vendieron embutidos, instrumentos cántabros, varas de avellano, tallas en madera y piedra y diferentes tipos de dulces.
Los actos de la tarde empezaron a las cinco. La música cántabra invadió la carpa instalada en la explanada y atrajo a numeroso público. El Grupo Trovas fue el primero en animar la romería. Pasó el testigo al rabelista Chema Puente. Mediante sus coplas hizo las delicias del público que se acercó para pasar un buen rato. El buen humor acompañó a esta actuación. El cierre a la celebración de este año de la Romería del Faro, le echó el grupo Ecos de Celis. Con su música tradicional, dejaron con un buen sabor de boca a los asistentes.
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