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REDACCIÓN
Sábado, 27 de agosto 2011, 02:01
Existe una diferencia fundamental entre las células sanas y las cancerosas. Las primeras se dividen, como máximo, entre 50 y 70 veces, es decir, tienen una vida limitada. Las segundas «tienen el secreto de la inmortalidad». La directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), María Blasco, explicó los motivos de esta diferencia durante la ponencia que ofreció dentro de los Cursos de Verano de la UC, titulada 'Hacia la extensión de la vida en mamíferos'. Cada célula del cuerpo humano se divide para dar lugar a dos células hijas con el propósito de regenerar nuestros tejidos. Cada vez que esto ocurre «nuestros genes se tienen que duplicar, de tal manera que se reparta una copia de la información a cada célula hija», detalla la bioquímica. El problema reside en que esta réplica del material genético no se hace de manera perfecta. Cuando tiene lugar se pierden «unas estructuras que hay al final de cada cromosoma, esenciales para la viabilidad de las células», denominadas telómeros. Pero, tal y como señala Blasco, «si esto fuera así siempre no se podrían mantener las especies», ya que con cada división se perderían los telómeros, que actúan como máquinas de copiado y, por lo tanto, las células no podrían volver a dividirse.
Para que esto no ocurra existe la telomerasa, una encima que «es capaz de reconocer el final de los cromosomas y añadir secuencias teloméricas nuevas para compensar este inconveniente». Lo que ocurre es que en el momento que un mamífero nace, como en el caso del ser humano, esa proteína «deja de ser activa y por eso tenemos para el resto de nuestra vida únicamente los telómeros con los que nacemos. Por esa razón también a medidas que envejecemos y las células se van dividiendo para regenerar los tejidos, también se van acortando», expone Blasco.
La investigadora apunta que «esta es una de las causas por los que envejecemos» y el motivo de que esto no le ocurra a las células cancerosas radica en que poseen una carga poderosa de telomerasa. «Tener esta encima de la eterna juventud, que les permite dividirse indefinidas veces, es lo que las convierte en inmortales», destaca la bióloga molecular.
La experta aclara que desde que las personas nacen todos los telómeros, incluidos los de las células madre, que son las que regeneran los tejidos, se van reduciendo y cuando lo hacen por debajo de «una longitud crítica» se producen enfermedades asociadas al envejecimiento -la única excepción la protagoniza el cáncer al contener un alto nivel de telomerasa-. Hasta ahora se tratan las patologías una vez aparecidas. En cambio, si los individuos pueden conocer de antemano aquellas que tienen más riesgo de sufrir, «los fármacos que se desarrollen podrán prevenir enfermedades», declaró la directora del CNIO.
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