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Toño, hundido, tras encajar el gol con el que Soldado daba la vuelta al marcador. :: KAI FÖRSTERLING
DEMASIADA CRUELDAD
LA CRÓNICA

DEMASIADA CRUELDAD

Un Racing lleno de jóvenes pierde ante un Valencia que remontó en dos minutos

ÁLVARO MACHÍN

Domingo, 28 de agosto 2011, 02:01

Efútbol regala crueldad en un solo minuto. Al Racing le cayó de golpe en Mestalla en el último suspiro. Después de una tarde casi heroica en la que fue a la batalla con un ejército de niños, Soldado se ocupó de acabar con el sueño. Cúper fue ganándole al presunto tercer mejor equipo de la Liga hasta por dos goles de ventaja, pero el desenlace final le demostró cuál será la realidad de su equipo. Al Racing le tocará sufrir. Y ayer sufrió, y mucho, por la rabia de haber dejado escapar una buena noticia. Primera derrota (4-3), pero el orgullo intacto por lo expuesto en Mestalla.

El día que Cúper se presentó ante su plantilla no había luz en El Sardinero. A los 56 segundos de partido, esa oscuridad que parece haberse posado sobre el cielo racinguista se hizo palpable. Todos los temores, todas las carencias, todos los presagios que dan al equipo por hundido se hicieron realidad cuando Soldado levantó los brazos para celebrar el primer gol de la Liga. Sólo un minuto. Disparo de Pablo, Toño no bloca y el delantero apagó la luz del Racing mientras Cúper resoplaba en la banda. Pero hubo gestos entonces. El argentino frunció el ceño y Munitis, desde la isla del área contraria, miró hacia atrás como recordando a sus compañeros que todos sabían que nada será fácil este año.

Por eso, cuando Kennedy lanzó un córner a los seis minutos y la cabeza del verdugo de Toño decapitó también a su portero, el abrazo que se dieron los jugadores tuvo un punto heroico. Soldado marcó en propia puerta y la luz volvió a encenderse en la Cantabria futbolística. El Racing está vivo.

Y dejó ver hasta un estilo propio. En la primera parte se entendió por qué Cúper ha matado a correr a sus chicos este verano. Su once, inexperto y aparentemente débil, se dedicó a presionar, a incomodar y a convertir en palpable la consigna que el míster repite: sacrificio. Había problemas, sí. Cuando el Valencia superaba esa presión hacía daño con un Piatti al que sólo le sobró algún regate para llegar más lejos. Curiosamente, la carga del rival llegaba por la banda presuntamente más experimentada. Porque Picón no pasó apuros, pero Cisma sí. Por el centro, Álvaro y Osmar capeaban el temporal.

Pero, la lista de dificultades era más corta que la de buenas noticias. Diop recordó a aquel Makelele que en el Madrid abarcaba dos campos y, sobre todo, Acosta fue el Munitis de hace diez años. Profundo, rápido, inteligente... Al argentino le hicieron mil faltas.

Frotarse los ojos

Y entre argentinos anduvo la mejor noticia. Porque el gesto de Cúper a Cisma desde la banda fue todo un presagio. El balón le cayó al andaluz y el míster agitó los brazos y la garganta para marcarle el pase a Arana. Pareció retener el balón en exceso y desaprovechar la contra, pero encontró el agujero en una defensa que no se corresponde al presupuesto del Valencia. Allí estaba Acosta para volver a nacer.

En menos de un cuarto de hora, el Racing se rebeló contra sus males. Y Acosta es el hombre a seguir, la primera gran referencia de un equipo huérfano de protagonistas y estrellas.

A partir de ahí, poco que contar de la primera mitad. Monólogo de posesión local y carrera, carrera y carrera de las camisetas verdes. Apenas una falta lanzada por Kennedy y poco más. Pero tampoco demasiado en la portería de Toño. Un remate de cabeza de Soldado que rozó el palo y una buena parada del guardameta para compensar su pequeño error inicial.

Así se llegó al descanso. Con el Valencia sorprendido por sus carencias (sacó a Canales para tratar de aclarar su fútbol) y el Racing envalentonado. Tanta fue esa valentía que en la reanudación el abrazo entre los jugadores cántabros fue aún más fuerte. Munitis llevó bien una contra, pero la jugada se espesó cerca de Guaita. Sin embargo, el balón acabó cayendo dentro del área en las piernas de Adrián y el madrileño hizo lo mejor que se le ha visto desde que llegó a Santander. El 1-3 era un homenaje a los milagros.

Fue un arranque vibrante de segunda parte, unos minutos que recordaron el destino de sufrimiento que les espera a los cántabros en cada campo. Cada punto habrá que sudarlo. Fue Remi, un central francés enorme que de cabeza parece invencible, el que recortó distancias a la salida de un córner. Dos a tres y un mundo por delante.

Toño se reivindica

A esas alturas, el Valencia y Mestalla se encomendaron a la urgencia. El Racing, a Toño. El portero sacó dos manos rápidas en sendos ataques locales para recordar que el del primer minuto no era él. Cúper empezó a palpar las heridas abiertas e intentó los remedios. Sentó a un Acosta agotado y puso a otro cántabro en su equipo. Con Edu Bedia quiso reforzar la medular. Contener al gigante herido.

Para los racinguistas fue bonito ver como el pequeño delantero argentino se marchaba gritándole a su compañero que había que morir sobre la hierba para mantener esa victoria milagrosa. También la rabia contenida de un Picón que se marchó lesionado para dar paso a otro canterano más: Borja García... El dorsal 37 por el 28. La realidad del Racing. Y si al partido le faltaba algo, el área le puso polémica. Jonás, el último cartucho de Emery, remató al palo y Banega cayó en zona de máximo castigo. Mestalla sentenció a Estrada Fernández. Quedaba un cuarto de hora de angustia. Quince minutos que los cántabros vivieron con cara de niño. Porque a Cúper no le tembló el pulso para sentar a Arana y sacar a Jairo. Otro crío. Otra dosis de realidad con el dorsal 29 a la espalda.

Cúper debió terminar tan cansado como sus hombres. Porque en la banda se consumía mirando alternativamente al campo y al reloj. «Salir, salir», gritaba para tratar de sacar de su área a los chavales. El argentino se derrumbó, como su equipo, al ver como Kennedy rompió el fuera de juego y habilitó a Soldado para marcar el empate. Quedaban dos minutos y no era mal premio el punto, pese a todo. Pero la luz volvió a marcharse. Cruel. Soldado la apagó en el 89. Pase desde la banda y el primer pichichi de la Liga remató a un rival extenuado. Final del partido. Jairo, el crío, miró al marcador. Estaba hundido.

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