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J. GÓOMEZ PEÑA
Miércoles, 7 de septiembre 2011, 02:16
Entre la cama de Juanjo Cobo y la de su compañero de habitación, David de la Fuente, apenas hay un paso. Entre la casa del líder de esta Vuelta, en Cabezón de la Sal, y la de su gregario en Reinosa, está el puerto de Palombera. Cobo sube y De la Fuente baja. Se cruzan ahí. «Vivimos cerca, pero no solemos entrenarnos juntos. Juanjo es muy particular. Le gusta ir solo». Hasta la cita en una de las curvas de Palombera. Así llevan desde críos. Casi siempre juntos. Arriba y abajo por Liébana, Cabuérniga o las nieves de Alto Campoó. Ahora duermen, sueñan, juntos con el podio de Madrid. «Joé, sólo de pensar que Juanjo puede ganar la Vuelta, me emociono. Dios lo quiera».
David sabe de los naufragios de su amigo. Le conoce a ciegas. Cobo tiene pólvora en las pantorrillas y, a veces, ceniza en la cabeza. Capaz de pasar la Vuelta por su trituradora en el Angliru y, también, de quedarse en la primera rampa. No hay brújula ni compás para rotular la cartografía de la mente. Cobo, simplemente, es así. «¿Que si es hablador? Juanjo no tiene punto medio. O habla mucho o no le sueltas ni una palabra. A veces tienes que esta pinchándole para que te cuente algo y a veces no calla».
Ese modelo bipolar vale para la charla y para la bicicleta. Una mañana, Cobo sale a entrenarse. Al de nada, nota que le duelen las piernas. Adiós. A casa. Al día siguiente, destroza a los que le siguen. «Cuando no le duelen a él las piernas, nos acaban doliendo a nostros. El día que sale así nos ponemos a rezar», cuenta De la Fuente. Al principio del verano vio a su amigo perdido, sin norte. Para llegar a ser líder de esta Vuelta, Cobo ha hecho un camino muy largo. Va por rachas. Es una escopeta que o se encasquilla o va a ráfagas. «Lo ha pasado mal, pero vino muy animado de la Vuelta a Burgos (inicio de agosto)». Así, reconciliado consigo mismo, inició la Vuelta. «Se lo tomó día a día. Su primer test fue Sierra Nevada (cuarta etapa). Se vio bien. Luego, en los finales en repecho (Valdepeñas y El Escorial) perdió algo porque no es tan explosivo como 'Purito'. A partir de ahí le cambió la mentalidad», recuerda su compañero de habitación. Cobo sacó su otra personalidad, la arrolladora, la del 'bisonte'.
«Cada noche mirábamos el libro de ruta y me preguntaba a ver dónde podía rascar segundos. Con esa ilusión se dormía». El Cobo alegre. Del triste, del que acababa tantas veces metido en el remolino de su sofá, no había ni rastro. Fuera depresión. De la Fuente vivió esa metamorfosis desde la misma habitación. «Está mal decirlo, pero cuando Juanjo tiene el bajón no te coge ni el teféfono. No es fácil salir de algo así. Cada uno tiene sus ramalazos. Y en este deporte todos estamos un poco locos. Todos pecamos de algún lado». David le ha visto muchas veces en el fondo, en el hoyo. Ahora disfruta de su éxito. «Lo bueno de Juanjo es que ha salido de ese bajón. Los suele tener y siempre sale. Es su periodo de 'regla', como digo yo». Expresivo.
Los dos vienen del Saunier Duval, de la cantera cántabra. En 1984, Alberto Fernández se quedó a seis segundos de ganar la Vuelta que figura en el palmarés del francés Eric Caritoux. Ahora, Cobo puede ser el primer cántabro que ingresa en el currículo de la ronda. «Está feliz al verse de líder. Y nervioso. Ya ha dormido un poco peor. Y es de los que siempre duerme bien. El teléfono empieza a agobiarle, la prensa, todo... Es un no parar. Así la cabeza no descansa». El punto débil de Cobo. El talón del bisonte que aplasta rivales. «Juanjo está muy fuerte. En el Angliru lo demostró. Nos queda el test de Peña Cabarga y no descuidarnos en las siguientes etapas. Equipo hay para protegerle. Para arriba, somos el mejor bloque. Le defenderemos a muerte».
David ha dormido a un metro del maillot rojo. Lo ha tocado. Parte le corresponde. El sábado, en La Farropona, dejó escapar la victoria de etapa y esperó a Cobo. Tiró de él hasta que reventó. Le acercó a un liderato que llegó 24 horas después en el Angliru. A la noche, a solas en el hotel, se abrazaron. «Me lo agradeció mucho. No hacen falta demasiadas palabras. Yo lo hice porque sí. A mí nadie tiene que agradecerme nada. Hago las cosas porque me salen de dentro». Y volvería a hacerlo. «Yo he trabajado para mucha gente. Me dejo la piel por todo el mundo. Pero si encima es por un amigo sacas la rabia hasta de donde no hay».
Hoy, Cobo le necesitará en Peña Cabarga. «Es un puerto cortito, pero sí que puede hacer alguna diferencia. Aunque mínima. Entre arranca y no, se te acaba. Pero habrá que estar al loro. La rampa inicial es muy dura. Luego vienen tres kilómetros difíciles. Hay un descansillo y lo peor son los 2,5 kilómetros finales. Tienen una recta durísima». A David no le corresponde dictar las tácticas, sólo obedecerlas. Ayudar a que Cobo cumpla su misión. «Mira, no sé cuál será la estrategia en Peña Cabarga, pero lo que tengo claro es que habrá que subir con dos cojones. Y espero que Juanjo aguante y que encima les meta unos segundos a los demás». Un deseo desde muy cerca. Desde la cama de al lado.
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