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ANA COBO
Viernes, 11 de noviembre 2011, 11:24
La historia de la relación de Santoña con las ballenas vivió ayer un nuevo capítulo. La villa marinera se despertó con la mirada puesta en la playa de San Martín, en donde el día anterior había quedado varado un rorcual común que, apenas unos minutos después de llegar al arenal, murió.
Tras el asombro inicial, y ya a plena luz del día, los santoñeses regresaron a la pequeña playa que se sitúa frente a la línea de costa de Laredo, su 'rival' en lo que a ballenas se refiere. Y es que Santoña ya acogió una ballena en su arenal hace 58 años y aquello aún perdura en la memoria de los vecinos. A lo largo de los años se ha mantenido de generación en generación el debate sobre quién se la comió: si los de Laredo o los de Santoña.
La histórica polémica salió a relucir ayer en prácticamente todas las conversaciones que se mantenían mientras los esforzados operarios trataban de sacar el rorcual hasta el paseo marítimo santoñés. Los mayores del municipio rememoraban aquel 30 de octubre de 1943, cuando una ballena de 16 metros de longitud y 14 toneladas de peso arribó a la playa de la villa a la altura del actual monumento de Carrero Blanco.
Entonces, como ayer, la noticia causó una gran expectación entre los vecinos que acudieron masivamente a contemplar el insólito espectáculo. El cetáceo fue subastado y adquirido por los industriales locales Luis Maza y los hermanos Ambrosio y Vicente Herrería por el precio de 2.500 pesetas. Los trabajos de despiece del animal se iniciaron en la propia playa y, posteriormente, en la fabrica de Luis Maza. De su carne comieron los vecinos de Santoña y parte de los 8.000 kilos que se conservaron en salazón se vendieron al Ejército de Tierra con destino a Burgos y otra partida fue trasladada a Laredo mientras que el aceite extraído se vendió a un laboratorio de cosmética.
Ajenos a estas animadas conversaciones, el operativo movilizado para retirada del cetáceo, de una longitud de 10,30 metros y casi cinco toneladas de peso, seguía a lo suyo. Agentes de la Guardia Civil y de la Policía Local, trabajadores de Montes, operarios municipales y miembros del Instituto Oceanográfico intentaban, no sin esfuerzo, colocar los restos del animal en un camión para trasladarlo hasta el vertedero de Meruelo, donde será enterrado.
Los trabajos arrancaron poco después de las diez de la mañana ante la atenta mirada de los numerosos curiosos que se habían dado cita en la playa de San Martín. Entre ellos, muchos escolares que, acompañados por sus profesores, observaron 'atónitos' a la ballena sin resistirse a tocarla o fotografiarla. Aquellos que la 'examinaban' al detalle se percataban de que en la boca del animal, un macho de apenas año y medio, había restos de plástico. Algo que les llevaba a aventurar el posible motivo de su muerte.
El rorcual, hundido completamente en la arena, fue extraído, finalmente, por una excavadora municipal. El concejal de Medio Ambiente, Fernando Palacio, tomó esta decisión ya que la empresa que iba a traer otras máquinas más grandes iba a tardar unas tres o cuatro horas. «No podíamos dejar tirado al animal tanto tiempo y correr el riesgo, al subir de nuevo la mar, de que estuviera un día más varado, así que se tomó la decisión de actuar con una excavadora municipal», señaló el concejal. Esta excavadora, de tamaño medio, tuvo grandes dificultades para trasladar la ballena desde la orilla de la playa hasta el paseo marítimo y el proceso se alargó durante cuatro horas.
Sacar al animal de la arena fue la parte más complicada, realizándose varios intentos en vano pues el peso del cetáceo, casi cinco toneladas, frenaba por completo a la excavadora. A ello, se sumó la dificultad de trabajar sobre arena húmeda, lo que complicó aun más las maniobras. Finalmente, la excavadora, con una cuerda atada a la cola del cetáceo, logró extraerlo. Realizada la operación más difícil sólo restaba armarse de paciencia, pues la excavadora tenía que trasladarlo hasta la rampa de acceso a la playa. Sobre la una de la tarde la ballena ya estaba al principio de la rampa. Entonces, tomó el relevo un camión grúa que la subió hasta el paseo marítimo y, seguidamente, con la ayuda de una 'pluma', la elevó y depositó en otro camión de mayor amplitud que la transportó hasta el vertedero de Meruelo. Allí, será enterrada para dentro de dos años recuperar su esqueleto con objeto de investigar o exponerlo. Desde la concejalía de Medio Ambiente ya han mostrado su interés en el que el mismo, en un futuro, retorne a la villa para su exhibición. Y es que Santoña no quiere romper su historia con las ballenas y, mucho menos, con esta.
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